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Dios de los truenos, Salmo 58


Dios de los truenos

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Dios de los truenos

Cuando los judíos llegaron al monte Sinaí para reunirse con su Dios y recibir la revelación de sus leyes para el pueblo, encontraron un monte terrible, cubierto de nubes y relámpagos, y oyeron la voz del trueno. Con voz solemne, con voz de trueno, Dios hablaba a su pueblo. Ese pueblo se amedrentó, y pidió a Moisés que él intercediera con Dios por ellos. No se atrevía a enfrentarse con Dios. Los truenos intimidaban.

En esa misma ocasión, Dios prohibió categóricamente que se hicieran imágenes con el fin de adorarlas. Antes de que Moisés pudiera bajar del monte con los mandamientos, sin embargo, la gente ya había hecho un toro dorado, y estaban haciendo fiesta alrededor de él.

Nosotros hoy no somos tan diferentes. Simplemente hemos llegado a otro nivel de complicación en nuestro alejamiento de Dios. La mayoría de nosotros no adoramos a las imágenes de toros; pero no hemos dejado atrás la tentación de hacer un dios a nuestra imagen.

El dios favorecido del mundo actual es un dios sin truenos. Es un dios inocuo y gentil que se asemeja a un abuelito celestial, un dios hecho a nuestra imagen que nos permite vivir la vida como mejor nos parezca – confiados de que alguien nos está cuidando.

Si ése es el dios que tú adoras, te aconsejo a no abrir la Biblia. Te puede dar un fuerte susto darte cuenta de que el dios que tu veneras, el dios sin truenos, es un espejismo. El Dios de la realidad es un Dios de truenos y un Dios de justicia.

Conozcamos a ese Dios en esta mañana.

Lectura: Salmo 58

58:1 Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres?
58:2 Antes en el corazón maquináis iniquidades; Hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra.
58:3 Se apartaron los impíos desde la matriz; Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron.
58:4 Veneno tienen como veneno de serpiente; Son como el áspid sordo que cierra su oído,
58:5 Que no oye la voz de los que encantan, Por más hábil que el encantador sea.
58:6 Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas; Quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos.
58:7 Sean disipados como aguas que corren; Cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos.
58:8 Pasen ellos como el caracol que se deslíe; Como el que nace muerto, no vean el sol.
58:9 Antes que vuestras ollas sientan la llama de los espinos, Así vivos, así airados, los arrebatará él con tempestad.
58:10 Se alegrará el justo cuando viere la venganza; Sus pies lavará en la sangre del impío.
58:11 Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra.

Nos suelen gustar los salmos como el 23, que dice: El Señor es mi Pastor, nada me faltará. Cuando llegamos a salmos como el que acabamos de leer, en cambio, tenemos ganas de brincarlos para llegar a otro salmo «bonito».

Si obedecemos este deseo, sin embargo, cometemos un grave error. Nos quedamos entonces con una idea incompleta y errónea de quién es Dios. Nuestro nuevo dios, tolerante, pasivo, y amable, resulta ser una quimera que no nos sirve de nada, porque no existe.

Llegamos a ser como aquellos drogadictos, quienes bajo la influencia de los alucinantes se lanzan de los balcones o los techos, confiados de que la ley de la gravedad no se les aplica. Desgraciadamente, no es el caso; y su fin es terrible.

Dejemos los alucinantes, y reflejemos sobre el Dios que existe en realidad. Veamos lo que este salmo nos dice acerca de él.

El Dios de los truenos observa la injusticia que prevalece en la tierra

De mi niñez, recuerdo ver en las ferreterías el anuncio de las pinturas Sherwin-Williams. Su eslogan era «las pinturas Sherwin-Williams cubren la tierra», y el símbolo era un globo cubierto con pintura roja chorreada encima. No estoy seguro de las pinturas Sherwin-Williams, pero sí estoy seguro de que la injusticia cubre la tierra.

En todas partes, aun en los países conocidos por su sistema legal, la injusticia abunda. Sobran casos de jueces sobornados, de policías corruptos, de presidentes que se enriquecen a costo de su pueblo. Está por demás mencionar casos específicos, ya que todos los conocemos.

Los gobernantes que David menciona en el salmo que hemos leído se siguen reencarnando en cada generación sucesiva. Como una serpiente venenosa que se ensordece a la voz de su entrenador y muerde con veneno letal, los gobernantes se ensordecen al clamor por la justicia y continúan con la rapiña.

Pero nace una pregunta: ¿será que Dios observa todo esto? Dios parece ser demasiado tolerante, demasiado pasivo, y demasiado sentimental frente a tanto abuso. No se ve que haga nada para liberar al oprimido.

La Biblia nos dice algo interesante. Nos enseña que esto es precisamente lo que cree el malvado. Acerca del malo, dice el Salmo 10:11: Se dice a sí mismo, «Dios se ha olvidado. Se cubre el rostro. Nunca ve nada.» La persona malvada cree que no habrá recompensa para sus acciones.

Nosotros sabemos, sin embargo, que esto no es cierto. Dios sí está observando. Nos dice Proverbios 15:3: Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos.

Podemos estar seguros de que a Dios no se le escapa la injusticia que vemos a nuestro alrededor, y la injusticia que sufrimos personalmente. El está al tanto de todo eso. El no se quedará inactivo; no simplemente está registrando todo, sino que él actuará.

El Dios de los truenos castigará a los injustos con furia

El deseo que se expresa tan poéticamente en los versos 6 al 9 se cumplirá. Los malos llegarán a un mal fin. Se ve claramente en 2 Tesalonicenses 1:8 y 9, donde se anuncia que el Señor Jesús se manifestará desde el cielo entre llamas de fuego, para castigar a los que no conocen a Dios ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús. Ellos sufrirán el castigo de la destrucción eterna, lejos de la presencia del Señor y de la majestad de su poder.

La verdad es que no quisiéramos pensar que quizás algunas de las personas que tratamos a diario, aun miembros de nuestra familia, serán condenados a una eternidad de castigo y de sufrimiento. Quisiéramos creer que eso se reserva sólo para las personas como Bin Laden o Saddam Hussein.

La Biblia nos enseña algo muy distinto. Cualquier persona que no alcance la perfección se expone al castigo eterno. No tenemos que buscar muy lejos para encontrar a la persona injusta y malvada que se describe aquí: cada uno de nosotros trae esa capacidad en nuestro corazón.

Dios castigará muy severamente a sus enemigos. Debemos de asegurarnos, entonces, de que los enemigos de Dios sean nuestros enemigos también. La razón que el salmista puede expresar tal odio contra los malvados es que él odia lo que Dios odia. Su corazón se ha unido a la Dios.

En otras palabras, estos versos no son simplemente una expresión de frustración personal contra las situaciones de injusticia que el salmista enfrenta. Más bien, son una condenación de toda persona y toda institución que se eleve contra Dios. El salmista no está enojado por lo que él ha sufrido; está enojado con los que rechazan a Dios.

Espero que tú no te encuentres entre los que serán castigados en ese día. A nadie le gusta hablar de esta realidad. Quisiéramos creer que todos, más o menos, vamos al cielo, y simplemente tomamos diferentes rumbos.

Pero me encuentro obligado a decirte lo que la Biblia dice. Sería irresponsable si no compartiera lo que Dios nos ha revelado en su Palabra. Esa revelación nos muestra un Dios de truenos – un Dios de castigo – un Dios de justicia.

Jesús nos dijo lo siguiente: No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno. (Mateo 10:28) Tu alma depende de un hilo tenue que te separa de la muerte eterna. Cuando se rompa ese hilo, descenderás a la eternidad – y ¿dónde irás entonces?

Si tu alma no está preparada, sólo te espera un terrible juicio. En aquel lugar las llamas no se apagan, ni llega la muerte para librar del tormento. Allí pagarás por cada uno de tus pecados, y no habrá fin al castigo. Si nunca has aceptado a Cristo, estás en peligro de caer en ese castigo en cualquier momento.

Pero hay buenas noticias. El Dios del trueno es también el Dios de la misericordia.

El Dios de los truenos recompensará a los justos cuando juzgue

«Pero, espera» -dirás,- «¿no mencionaste algo acerca de la misericordia?» Precisamente. Nos dicen los versos 10 y 11 que los justos se alegrarán en aquel día de juicio. Finalmente verán triunfar la justicia.

Este mundo, con su apariencia de injusticia y de atropello, no es la realidad final. Esa realidad está escondida, pero un día llegará con furor junto con el Señor Jesucristo y todos sus ángeles.

Vale la pena prepararse para ese día. Aquí está lo bueno: para ser justo, para estar preparado para ese día, no es necesario que tu vida haya sido perfecta. De hecho, sólo hay uno que ha vivido una vida perfecta.

Más bien, la justicia llega de otra manera. Dice la Biblia: en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe.» (Romanos 1:17)

Tú puedes ser uno de aquellos justos que gozarán en aquel día del triunfo de Dios. Tú puedes estar preparado para el día del juicio y del castigo. En vez de colgar por un hilo sobre una eternidad de sufrimiento, puedes encontrar seguridad y paz en los brazos de Dios.

A fin de cuentas, tenemos dos opciones. Podemos aceptar las apariencias, y vivir en este mundo como si no hubiera justicia real. O, podemos aceptar la realidad invisible de la justicia de Dios, confiando en que él juzgará, y preparándonos mediante la fe en Cristo para ser juzgados también.

Ahora dime: ¿seguirás con tu Dios sin truenos? ¿Te quedarás con la falsa seguridad de tu abuelito celestial que no castiga a nadie – porque no existe? ¿O te reconciliarás hoy mismo con el Dios real, el Dios de los truenos, el Dios que también te ama y envió a su único Hijo al mundo a morir para que no tuvieras que sufrir?

La decisión es tuya. Rompe desde ya ese ídolo que estás adorando y empieza a vivir en la realidad.

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