La Tercera Epístola de Juan es uno de los escritos más breves del Nuevo Testamento, pero no por ello carece de importancia. En esta carta, el apóstol Juan dirige sus palabras a un hombre llamado Gayo, a quien elogia por su generosidad y hospitalidad hacia los hermanos creyentes.
El propósito principal de esta epístola es animar a Gayo a continuar apoyando a los misioneros que han salido en nombre de Jesús. Juan les pide a Gayo y a toda la comunidad de creyentes que los reciban y los ayuden en su camino, para que así puedan seguir predicando el evangelio y llevando las buenas nuevas a otros lugares.
En su carta, Juan resalta la importancia de la hospitalidad y la verdad. En un mundo lleno de falsedad y engaño, Juan insta a los creyentes a ser genuinos y auténticos en su fe. Les recuerda que aquellos que viven en la verdad están en comunión con Dios y con su Hijo Jesucristo.
Además, Juan advierte sobre los falsos maestros que buscan engañar a los creyentes. Les dice que no deben recibir a estos falsos profetas ni apoyar sus enseñanzas erróneas. Juan les dice que aquellos que hacen el bien son de Dios, mientras que aquellos que hacen el mal no han visto a Dios.
La carta de Juan también revela su preocupación por la actitud de Diótrefes, un líder de la comunidad que se ha vuelto arrogante y autoritario. Juan advierte a Gayo y a los demás creyentes que no sigan el mal ejemplo de Diótrefes, sino que sigan el ejemplo de la verdad y el amor.
En resumen, la Tercera Epístola de Juan es un recordatorio de la importancia de la hospitalidad y la verdad en la vida de los creyentes. Juan nos insta a ser generosos y acogedores con aquellos que vienen en nombre de Jesús, y nos advierte contra los falsos maestros y aquellos que se desvían de la verdad. Esta epístola nos recuerda que vivir en la verdad y el amor es vivir en comunión con Dios y con su Hijo Jesucristo.