La unión verdadera


La unión verdadera

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La unión verdadera

Hoy en día se habla mucho acerca de la unión. En la unión está la fuerza, dice la gente. Tenemos que unirnos en la lucha contra la pobreza, o contra la enfermedad, o cualquier otro mal social que se enfoque actualmente.

Este es un pensamiento bíblico. Eclesiastés 4:12 dice: “Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” Surge la pregunta, sin embargo: ¿a qué clase de unión nos llama Dios? ¿Cuál es la unión que realmente trae la fuerza?

En contra de quienes nos llaman a la unión a cualquier costa, a la unión que ignora las ideas y la doctrina, veremos hoy que Dios nos llama a unirnos en torno a la verdad. Dios no nos llama a una unión artificial o superficial.

Lejos de eso, la fuerza que resulta de la unión será completa para el pueblo de Dios sólo cuando aprendamos a unirnos en torno a la verdad. Esta gran realidad se ve con claridad en el libro que estudiamos, el libro de Gálatas.

Recordemos que Pablo escribía para enfrentar una falsa enseñanza que se propagaba en las iglesias de Galacia. Según esta falsa doctrina, la fe en Jesucristo no bastaba para la salvación; era necesario guardar también toda la ley judía.

En su respuesta a este concepto Pablo declara vez tras vez la necesidad de mantenernos fieles al evangelio verdadero. En el último mensaje, vimos el valor de defender la verdad. Algunos, sin embargo, en su afán por defender la verdad, se han vuelto pendencieros e irritables.

¿Será que la verdad divide? La verdad sólo divide cuando no la queremos reconocer. Cuando nos sometemos a la verdad divina, sin embargo, encontramos que esa verdad trae unión fuerte y verdadera.

Lectura: Gálatas 2:1-10

2:1 Después, pasados catorce años, fuí otra vez á Jerusalem juntamente con Bernabé, tomando también conmigo á Tito.
2:2 Empero fuí por revelación, y comuniquéles el evangelio que predico entre los Gentiles; mas particularmente á los que parecían ser algo, por no correr en vano, ó haber corrido.
2:3 Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, siendo Griego, fué compelido á circuncidarse.
2:4 Y eso por causa de los falsos hermanos, que se entraban secretamente para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para ponernos en servidumbre;
2:5 A los cuales ni aun por una hora cedimos sujetándonos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros. 2:6 Empero de aquellos que parecían ser algo (cuáles hayan sido algún tiempo, no tengo que ver; Dios no acepta apariencia de hombre), á mí ciertamente los que parecían ser algo, nada me dieron.
2:7 Antes por el contrario, como vieron que el evangelio de la incircuncisión me era encargado, como á Pedro el de la circuncisión,
2:8 (Porque el que hizo por Pedro para el apostolado de la circuncisión, hizo también por mí para con los Gentiles;)
2:9 Y como vieron la gracia que me era dada, Jacobo y Cefas y Juan, que parecían ser las columnas, nos dieron las diestras de compañía á mí y á Bernabé, para que nosotros fuésemos á los Gentiles, y ellos á la circuncisión.
2:10 Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo mismo que fuí también solícito en hacer.

Aquí aprendemos valiosas lecciones acerca de la unión en torno a la verdad dentro de la Iglesia. La próxima semana aprenderemos acerca de nuestra responsabilidad individual en cuanto a la verdad.

¿Qué significa unirnos en torno a la verdad? ¿Cómo se realiza esto en la vida de la Iglesia? Imaginemos los radios de una rueda. Están en armonía y funcionan juntos porque tienen el mismo centro.

Para nosotros, ese centro es la verdad de Dios revelada en Cristo Jesús. Para la verdadera unión que Dios desea, entonces, es necesario que apreciemos juntos la verdad. Esto es lo que Dios nos llama a hacer: apreciar juntos su verdad para que nos transforme.

Vamos a ver tres efectos de esta unión en torno a la verdad.

Dios nos llama a apreciar juntos la verdad porque trae libertad

En el pasaje que hemos leído Pablo recuenta lo que conocemos como el concilio de Jerusalén, narrada por Lucas en Hechos 15. Dada la controversia que se estaba armando acerca de la circuncisión de los gentiles, Dios reveló a la iglesia de Antioquia donde Pablo estaba trabajando que sería necesario consultar con la iglesia de Jerusalén.

Comisionaron, entonces, a Pablo y Bernabé, quienes se llevaron a Tito y salieron para Jerusalén. Se reunieron primero con los líderes de la iglesia, Jacobo, Pedro y Juan, para aclarar el asunto; luego, se realizó una reunión para la iglesia en general en la que se tomó la decisión oficial acerca del asunto.

Debemos de considerar e imitar el ejemplo de Pablo. En lugar de armar un escándalo público, o de confrontar a los líderes de una forma que podría hacerles pasar vergüenza, Pablo habló primero con ellos en privado. Veremos la próxima semana que Pablo también podía confrontar en público, cuando se presentaba la necesidad. El sabía, sin embargo, que es mejor siempre hablar primero en privado.

Esto es aun más notable cuando nos damos cuenta de que Pablo consideraba sumamente importante lo que iba a hablar con los líderes de Jerusalén. Llega hasta a decir que temía que su ministerio pudiera haber sido en vano – no que temía haber estado enseñando un evangelio equivocado, sino que la confusión acerca del evangelio podría destruir las iglesias que él ya había fundado.

¿Por qué tanto énfasis sobre esto? Encontramos la respuesta en el verso 4. La verdad del evangelio es, a fin de cuentas, cuestión de libertad. Jesús mismo lo dijo: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). La verdad del evangelio nos libera.

¿Por qué hay tantas personas viviendo en esclavitud al temor, a las adicciones, al dinero? ¿Por qué hay tantos cristianos que no conocen la gloriosa libertad de los hijos de Dios? ¿Por qué no somos libres? El problema es una falta de conocimiento y de aprecio por la verdad.

Hermanos, si no nos unimos alrededor de la verdad, si no apreciamos y amamos la verdad que Dios nos ha revelado en su Palabra, cualquier unión que logremos sólo resultará en más esclavitud. Nosotros decimos, Yo sé que la Biblia dice así, pero…mi situación es diferente, el mundo ha cambiado, hay que ver todas las perspectivas…

¡Sólo la verdad nos puede hacer libres! ¡Sólo un conocimiento profundo y una búsqueda ferviente por la verdad nos pueden librar! Dios nos llama a apreciar juntos la verdad porque trae libertad.

La libertad significa que la verdad no nos quita nuestra individualidad. Al contrario:

Dios nos llama a apreciar juntos la verdad porque une la diversidad

Al llegar a Jerusalén y dialogar con los líderes de la iglesia allí Pablo descubrió que concordaban en el fundamento del evangelio y en la estrategia para propagarlo. Pedro había sido designado por el Señor como apóstol a los judíos, mientras que Pablo había sido puesto como apóstol a los gentiles.

Dicho sea de paso que Pedro predicó a gentiles, y Pablo a judíos; estas divisiones no eran absolutas. Representaban, más bien, una distinción general entre los dos ministerios. Pedro mantuvo su identidad como judío para alcanzar a los judíos, mientras que Pablo se adaptó a las necesidades de una audiencia gentil.

Aquí vemos que la realidad de un solo evangelio no niega las diferencias de proceder, de personalidad y de estilo que pueden existir entre creyentes, entre líderes y entre iglesias. El problema con los judaizantes no era cuestión de estilo. No era cuestión de palmar o no palmar en el culto, por ejemplo. No era cuestión del estilo de música que se cantaba.

Era algo que llegaba al corazón de la doctrina que sirve como fundamento de la Iglesia: la doctrina de la salvación solamente por medio de la fe en Cristo Jesús. Al agregar a esta verdad, los judaizantes, en efecto, la destruían.

Fuera de las cuestiones básicas de la doctrina, sin embargo, hay libertad en Cristo para expresar nuestra diversidad en cuestiones de estilo de alabanza, en formas de adoración, en estilos de evangelismo, en edificios, en cuestiones culturales y en cualquier otro asunto que no atañe a la doctrina.

Por esto, podemos hablar de nuestra unidad en diversidad. El cuerpo de Cristo es un mosaico de muchos colores, culturas, idiomas, estilos, personalidades y formas. Dios así lo quiere. El no desea que pretendamos hacer de todos nuestros hermanos copias de nosotros. Le gusta la variedad.

De la misma forma en que Pedro y Pablo pudieron fundar ministerios muy diferentes sobre la base de un mismo evangelio, Dios nos llama a nosotros a unirnos en nuestra diversidad sobre la base del único Salvador, Jesucristo el Señor. Nos llama a unirnos sobre la verdad una vez entregada a los santos, y basarnos en ella.

Cuando aprendamos a hacerlo, veremos que el resultado es impresionante. De hecho,

Dios nos llama a apreciar juntos la verdad porque produce buenos frutos

Hay muchas personas que dicen: ¿Por qué poner tanto énfasis sobre la doctrina? ¿Por qué perder el tiempo estudiando la Biblia? La doctrina divide. Mejor hay que usar el tiempo en obras de caridad y en servir a los pobres. Esto es lo que Dios quiere.

Quienes así dicen pueden haber tenido experiencias con algún grupo de creyentes que se pierde en argumentos vanos. La Biblia nos advierte del peligro de discutir sobre detalles y asuntos que no valen la pena.

Fuera de esto, sin embargo, el menosprecio de la doctrina a favor de las obras refleja una falsa diferenciación. Es como si dijéramos: En lugar de perder el tiempo con regar y abonar mi jardín, voy simplemente a salir a recoger las frutas.

¡El problema es que el riego y el abono producen las frutas! De la misma forma, la verdad, cuando se conoce y se aplica correctamente, produce buenos frutos. Esto lo vemos en la petición que se le hace a Pablo registrada en el verso 10.

Para Pablo, la defensa de la verdad del evangelio no se oponía al servicio a los pobres y las muestras prácticas del amor de Dios. Al contrario; resultan ser fruto de la obra de la verdad en nuestras vidas. Cuando hemos llegado a conocer de corazón la verdad, ésta nos motiva a amar y mostrar nuestro amor de formas concretas.

Santiago nos enseña que la fe sin obras está muerta, y Pablo no negaría esta afirmación. Cuando declaramos que somos salvos por fe aparte de las obras, no queremos decir que la fe que salva no produce obras. Al contrario; somos salvos para las buenas obras que Dios preparó de antemano para nosotros.

La clave está en que la fe, que se basa y nace de la verdad bíblica, tiene que ser la fuente de nuestras buenas obras, y la fe es la única condición divina para el perdón. En otras palabras, por medio de la fe nos unimos a Cristo y su poder. Las buenas obras se producen como resultado de su obrar en nosotros.

Una rama no produce fruto por sí sola, sino que lo hace cuando recibe los nutrientes que trae la sabia desde el tronco. De igual forma, nosotros produciremos fruto cuando estamos unidos, por fe, a la verdad que es Cristo.

Si afinamos cien guitarras usando el mismo afinador, las cien guitarras estarán también afinadas entre sí. No habrá discordia. En cambio, si se afinan las guitarras sin afinador, se introducen pequeñas diferencias de tono que resultan en la discordia.

De igual forma, si nuestros corazones están afinados a la verdad que está en Cristo, encontraremos una gran unidad con nuestros hermanos. En cambio, si buscamos otra base para la unión, esa unión nos evadirá. Dios nos llama a valorar juntos la verdad porque es la única base para la verdadera unión.

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