Deja el pecado atrás
Jack Eckerd, el fundador de la extinta cadena de farmacias Eckerd, empezó a leer algunos libros acerca de la fe cristiana después de un contacto con Chuck Colson. Después de leer los libros, llegó a creer que Jesús realmente era quien dijo ser. Llamó a Colson, quien oró con él para que fuera salvo. Colson le dijo, Ahora has nacido de nuevo.
La primera cosa que hizo Eckerd fue entrar en una de sus farmacias y ver entre las revistas a Playboy y Penthouse. Las había visto muchas veces antes, pero nunca siquiera las había notado. Ahora lo disgustaron – y llamó al presidente de la cadena y le ordenó a sacarlas de sus tiendas. No puede ser -dijo el presidente-, ganamos $3 millones cada año con esas revistas. No me importa, dijo Eckerd.
Cuando le contó la historia a Colson, éste le preguntó: ¿Por qué tomaste esa decisión? ¿Fue por tu nueva fe en el Señor? Le respondió: ¿Por cuál otra razón iba a perder $3 millones? Dios no me dejaba escapar.
Dios no me dejaba escapar. ¿Qué mejor manera de describir la soberanía de Cristo? El verso dice, El amor de Cristo nos obliga. Es imposible ser un verdadero creyente y no experimentar un cambio en nuestras vidas. Simplemente no podemos seguir viviendo como antes, cuando llegamos a conocer y entender la gracia que Dios nos ha mostrado.
Podemos resumirlo así: Nuestra nueva vida en Cristo nos obliga a cambiar nuestra manera de vivir.
Lectura: Efesios 4:17-24
4:17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
4:18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
4:19 los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.
4:20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo,
4:21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.
4:22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,
4:23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
4:24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Aquí se usa el ejemplo de la ropa. Cuando llegamos del trabajo, y vamos a salir a visitar o ir a una reunión, ¿qué hacemos? ¿Irnos así como estamos? No, nos bañamos y nos cambiamos de ropa – la ocasión demanda algo diferente.
De igual manera, si somos creyentes, estamos viviendo en una ocasión diferente – es nuestra aceptación por Dios, su gracia, nuestra nueva posición como sus hijos, y él también nos llama a cambiarnos la ropa.
Vamos a comparar la ropa que nos estamos quitando con la que nos debemos de poner.
La ropa de la vida vieja está sucia (17-19)
La suciedad e impureza de la vida vieja tiene dos raíces:
A. La ignorancia nos aleja de Dios (17-18a)
Los pensamientos frívolos – es decir, vanos, egoístas, insignificantes e inconsecuentes – que caracterizan a los de afuera se reflejan en su manera de vida.
En algunos, estos pensamientos se reflejan en una necesidad constante de ser entretenidos – con la tele, las películas, etc. – más allá de algo sano. En otros, se ven en los vicios que llenan su mente y su corazón. En otros, se ven en una preocupación excesiva por la familia – en vez de amor, es dependencia. En otros, se ven en la obsesión con tener más dinero, más cosas, más seguridad. Y hay muchas otras variaciones.
La clave es que todas estas cosas, que ocupan la mente del que no tiene a Dios, son pasajeras – no duran, no tiene importancia eterna, y sólo resultan en más preocupación, más desilusión, más vanidad. Y esto se expresa en la vida – quizás no de inmediato en maldad desenfrenada, pero en una vida que no importa en la eternidad – y eventualmente también se vuelven al chisme, la envidia, el engaño, etc. Por esto se dice que sólo los jóvenes mueren buenos. Sin Dios, la vida suele empeorar a la persona.
Es que, debido a sus patrones equivocados de pensamiento, su vida refleja esta vanidad. El ser humano necesita hallar sentido en algo, y cuando no lo halla en Dios, se llena de otras cosas. Estas cosas pueden gratificar sus deseos, pero no pueden llenar su necesidad más profunda. Para esto precisamos de la vida que viene de Dios – y los que son del mundo, por su ignorancia y sus pensamientos equivocados, carecen de ella.
Lo que estamos diciendo es que la mente, alejada de Dios, se enfoca en cosas vanas, incorrectas, que carecen de importancia – y finalmente son destructivas, porque no pueden satisfacer el alma. En otras palabras, lo que tú crees, te afecta la vida.
En tiempos antiguos, se creía que la mayoría de las enfermedades eran causadas por mala sangre. Por ende, para curar a la persona, se le colocaba sanguijuelas. Hoy sabemos que la última cosa que la persona enferma necesita es perder más sangre; pero la ignorancia del cuerpo humano los llevaba a este error. ¿Cuántas personas habrán muerto innecesariamente por esta ignorancia?
De igual manera, la ignorancia de cómo es Dios en realidad, nos lleva también a cometer errores muy desastrosos. Pero hay algo más:
B. La dureza de corazón nos lleva a vivir en maldad (18b, 19)
Es porque somos criaturas rebeldes. En la etapa de la adolescencia, muchos jóvenes sienten resistencia contra sus padres – y no importa lo que sus padres digan, ellos quieren hacer lo opuesto. Si sus padres dicen, Tienes que llegar a la casa a las 10, ellos van a llegar a las 11 – aunque no había nada que hacer, pero no pueden llegar a la hora que se les exige. Si los padres algún día dijeran, No queremos que regreses antes de las 10, entonces allí estarían a las 9.
En el adolescente, esa resistencia hacia los padres es parte del proceso de volverse adulto, y es algo que se tiene que aprender a controlar. Cuando ocurre en nuestra relación con Dios, y ocurre en todos nosotros, entonces se llama pecado – es tener un corazón duro que no quiere obedecer a Dios.
Y esa dureza de corazón nos lleva a desobedecer a Dios – y en los casos más extremos, resulta en la clase de vida descrita en el verso 19. Aunque no hayamos llegado a tales extremos, todos tenemos pecado. Todos hemos cometido pecados, por esta rebelión que tenemos adentro.
Pero no tenemos que quedarnos en esa ignorancia y esa rebelión. En Cristo, hay libertad de esto. Cristo trae verdad para nuestra ignorancia y obediencia para nuestra rebelión. Por esto,
La ropa de la nueva vida es pura (20-24)
Como creyentes, nos hemos matriculado en la escuela de Cristo para aprender la verdad. Siguiéndole a él, aprendemos cómo vivir. Y él nos llama y nos enseña a ser personas diferentes. Él nos llama a quitarnos esa ropa vieja, abandonar la ignorancia y la rebelión, y ponernos la ropa nueva de la santidad. Esta ropa, esta manera de vivir, es pura, y Dios nos llama a ponérnosla:
A. Consiste en conocer la verdad (21b, 23)
Ahora, se estarán diciendo: Pobre Tony, tan joven, y ya está senil. ¿No recuerda que predicó de eso antes? Sí, hablamos de la importancia de conocer la verdad antes, pero hay dos énfasis diferentes. No se pierdan esto, porque es importante. Antes hablamos de conocer la verdad para no caer en error. Aquí hablamos de conocer la verdad para poder vivirla.
Y es muy importante para nosotros tener las dos cosas: saber lo que es cierto y lo que es falso, pero también saber cómo vivir la verdad que conocemos.
Sin embargo, las dos ideas tienen esto en común: en ambos casos se relaciona con Jesús. Anteriormente, dijimos que los errores siempre envuelven equivocación acerca de Jesús; aquí vemos que vivir la verdad es conocer a Jesús, imitarle, llegar a ser como él – v. 21b.
¿Cómo sucede esto? V. 23 – Sucede cuando nuestra mente se renueva. Sucede cuando cambia nuestra manera de pensar – es decir, cambia nuestra perspectiva sobre la vida, el mundo, etc.
Nuestra mente, en otras palabras, tiene que ser renovada según la verdad que está en Jesús.
Es que la vida fluye de la mente – nuestra manera de pensar afecta nuestra vida. Los pensamientos vanos llevan a una vida vana; la verdad nos lleva a vivir en verdad. Como un foco: si ponemos un lente rojo sobre el foco, la luz será roja; azul, azul; etc. Estamos cambiándolo en la fuente. De igual manera, si cambiamos la fuente de nuestra vida, la mente, entonces todo lo que fluye de ella – la vida – también será diferente.
Pero para que esa verdad nos transforme, nos hace falta una cosa más:
B. Consiste en cambiar de corazón (24)
Aunque el ejemplo de la ropa parece referirse a algo exterior y no interior, la frase «en verdadera justicia y santidad» hace claro que es un cambio de corazón
Es decir, es un cambio de actitud. Si bien la verdad transforma nuestra mente y nuestra perspectiva, también es necesario que sean transformados nuestros deseos y nuestra voluntad.
Esto significa tener integridad en nuestras relaciones horizontales y verticales – es decir, que nuestra relación con Dios y nuestras relaciones con los demás sean buenos, abiertos, amorosos.
El Antiguo Testamento usa el concepto de shalom – entereza, paz – para describir el resultado. La vida se vive como debe de ser. Para que esto suceda, tenemos que estar bien con Dios – y también, en lo posible, con los demás.
Es como una telaraña. El otro día, lavando el carro, rompí uno que estaba tendido entre árbol y tierra. Cuando rompí un lado, ¿qué pasó? Ya no servía – y de igual manera, el verdadero cambio de corazón que viene por Cristo se refleja en una relación renovada con Dios y en relaciones renovadas con otros creyentes.
Déjame hacerte esta pregunta: Si eres creyente, ¿estás cambiando? ¿estás siendo transformado por la experiencia de conocer a Cristo? ¿Estás cambiando la ignorancia por su verdad? ¿Estás cambiando tu rebelión por justicia y santidad? Decide hoy que examinarás tu vida en estas próximas semanas para ver cómo deberás de cambiar.
Y si no eres creyente – hoy puedes empezar esta transformación. Sólo tienes que reconocer tu rebelión, tu pecado – darte cuenta de que le has fallado a Dios, y dar la espalda a ese pecado – aceptando por fe el sacrificio que Cristo hizo en la cruz por ti. Con ese acto de fe llegas a ser parte del pueblo de Dios, y empieza esta transformación. ¿Quieres hacerlo?
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