La paz de Dios


La paz de Dios

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La paz de Dios

Durante mi niñez en mi pais, regularmente se presentaba la escasez. Podría ser el arroz, el azúcar, o algún otro producto esencial. De todas formas, cuando corría el rumor de que estaba disponible en cierto lugar, multitudes se congregaban para buscarlo. Las colas eran larguísimas, y muchas veces toda la familia iba para conseguir la mayor cantidad posible. El deseo los llevaba al lugar donde se encontraba.

Hay una escasez también en el mundo actual, pero no es tan visible. ¿Cuál es el mayor bien para nosotros? ¿Qué es lo que más necesitamos? Y ¿dónde lo podemos encontrar? Hay dos respuestas: necesitamos encontrar una manera en que Dios esté favorable hacia nosotros, y necesitamos el bienestar personal. Con estas dos cosas, lo tenemos todo. ¿Dónde los podemos hallar?

Lectura: Efesios 1:1-2

1:1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso:
1:2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

La carta a los Efesios es una carta de Pablo, escrita cuando él estaba en la prisión; no estamos seguros de los destinatarios, porque muchos manuscritos antiguos no dicen “en Éfeso”. Es probable que haya sido una carta circular, para varias iglesias, y que la copia para Éfeso es la que se usó cuando se recolectaron.

En una carta, muchas veces se desea algo bueno al lector en el primer párrafo. Pablo toma esta costumbre, y la vuelva netamente cristiana

¿Cuáles son las cosas que más necesitamos? Son las que Pablo desea a sus lectores – y son las que más necesitamos nosotros también. Se trata de dos cosas: encontrar una manera en que Dios esté favorable hacia nosotros, y encontrar el bienestar personal.

Vemos que: la gracia y la paz de Dios están disponibles, en Cristo Jesús, a todos los que son fieles a El. Primero, veremos qué son estas dos cosas que tanto necesitamos:

A todos nos hacen falta dos cosas

A. La gracia

¿Qué es la gracia? ¿Es el humor – que sea gracioso? ¿Necesitamos que Dios nos cuente chistes? O ¿dexteridad manual? ¿Tener la gracia de hacer muchas cosas?

Cuando hablamos de la gracia de Dios, tiene que ver con recibir bendiciones que no hemos ganado – hallar favor que no merecemos. Una definición sencilla de la gracia es ésta: favor recibido pero no merecido.

Cuando se trata de llegar a Dios, el hombre en su estado natural es como un insecto atrapado dentro de una casa. Se acerca al vidrio, y ve afuera el mundo grande y atractivo. Va volando hacia él y ¡pum! algo se entromete. Otra vez – ¡pum! Le hace falta que algún ser mucho más grande abra la ventana y le deje salir. Así somos nosotros – queremos estar bien con Dios, pero algo siempre se entromete – nuestro pecado. Y sin la gracia, estamos perdidos.

La gracia de Dios tiene su raíz, no en lo que hace la gente, sino en la disposición que Dios tiene de mostrar gracia de maneras que escapan las fórmulas o los cálculos humanos. Leamos Daniel 9:18:

9:18 Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.

Lo que esto significa para nosotros es que podemos disfrutar del favor de Dios – podemos estar seguros de que cuando El nos mira, no nos ve con ojos de enojo por nuestro pecado, no recuerda nuestra desobediencia, ni está esperando a que fallemos otra vez para regañarnos; el nos mira como la niña de su ojo.

¿Cómo podemos tener esta seguridad y vivir en esta confianza? Si eres creyente, ya lo sabes – y si no, en un momento lo sabrás. Pero si conoces esta gracia, no regreses a la vieja inseguridad, la preocupación, y el legalismo – vive en la libertad incomparable que viene con la gracia no merecida de Dios.

Esta gracia nos trae el bienestar personal, o sea

B. La paz

¿Qué es la paz? ¿Es vivir en un estado de tranquilidad porque no tenemos problemas? ¿Es tener siempre buena salud, mucho dinero, y suficiente diversión? Terminantemente NO.

La paz tiene que ver, más bien, con nuestra persona y no con nuestra situación. Es tener seguridad; es ser personas completas.

La paz en el sentido bíblico es el bienestar total que resulta de vivir en justicia, y así entrar en la categoría ideal de la existencia humana

La paz que el mundo ofrece es otro. Se basa en las circunstancias – si me enfermo, si pierdo el trabajo, si se descompone el carro, pierdo la paz. Es una paz muy peligrosa e insegura, que al fin no satisface nuestro corazón.

La paz de Dios no se basa en las circunstancias, sino que tiene que ver con nuestra persona. La paz y la justicia se hallan ligadas en la Biblia; la justicia es la categoría ideal de la existencia, y tal existencia es bendecida con la paz divina como cumplimiento del propósito final de la existencia.

La paz es, entonces, el bienestar que sólo disfruta el justo. Es la seguridad de estar cumpliendo el propósito de nuestra existencia, y la confianza de que todo, al fin y al cabo, está bien.

Imagínese un huracán tremendo rugiendo sobre el océano. En la superficie, los vientos violentos azotan el agua y crean gigantescas olas y caos total. Sin embargo, a algunos metros de profundidad, las aguas son claras y calmadas. Los peces viven allí sin consciencia de la tremenda destrucción sobre sus cabezas. Donde hay profundidad, hay paz; en la vida cristiana, donde hay profundidad en Dios, hay paz – suceda lo que suceda en nuestro derredor.

¿Puedes decir en verdad que conoces esa paz? ¿Sabes que estás cumpliendo el propósito por el cual fuiste creado? ¿Tienes al centro de tu ser una paz que nada te puede quitar? Sólo hay una manera de hallar esta paz.

Veámosla en Zacarías 9:9-10:

9:9 Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.
9:10 Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra.

¿A quién se refieren estos versos? A Cristo Jesús – el cumplimiento de toda la esperanza de la humanidad. Llegamos, entonces, a la siguiente conclusión:

Todos podemos hallar la gracia y la paz en Cristo Jesús, por fe

A. La gracia y la paz sólo se hallan en Cristo Jesús

Aquí se habla de estar en Cristo – esto indica que es en El que vivimos. Esto significa estar unidos a El, ser partícipes de su nueva vida.

Es más que tener buenos sentimientos hacia El, o conocer acerca de El, o testificar a otros de El; es entregarle nuestra vida, hacer que El sea el todo de nuestra vida, vivir conscientes de su presencia, y depender totalmente de El para la vida y la salvación.

Ya que Cristo Jesús viene de Dios, es el único que nos puede llevar a Dios el Padre. Es tan cercana la relación entre Cristo y Dios Padre que la gracia de Dios (Efesios 3:2) es también la gracia de Cristo (Gálatas 1:6); la paz de Dios (Filipenses 4:7) es también la paz de Cristo (Colosenses 3:15). La conclusión es que la gracia y la paz de Dios no están disponibles fuera de Cristo. No hay otra manera de estar bien con Dios, otra manera de disfrutar el bienestar en la vida.

No hay puerta de atrás para la presencia de Dios; sólo está la puerta principal, que es Cristo Jesús. Imaginemos que estamos a la orilla del mar, con muchas aceras que salen sobre las aguas. Todo el mundo va hacia la orilla y empiezan a caminar sobre una de estas aceras. A la distancia se oyen muchos chapoteos; es claro que muchos son sólo diques que terminan en el océano. La realidad es que sólo una de estas aceras es un puente que llega al otro lado; los demás parecen iguales desde este lado, pero no del otro.

Cristo es el único puente entre nosotros y Dios, pues es el único Dios-hombre. Sólo en El se unen estas dos naturalezas – y sólo en El podemos nosotros también llegar a Dios.

¿Cómo lo hacemos?

B. La gracia y la paz sólo se hallan en un compromiso

Los santos y fieles en Cristo Jesús, a los que se dirige Pablo, no son dos grupos diferentes de personas; son las mismas personas. El santo es la persona separada para Dios. Es la persona que ya no es de este mundo, sino que ha sido separado para otra cosa. La persona fiel es la que se ha comprometido con Cristo y sigue confiando en El, fiel en toda situación.

Estamos hablando de la fe – pero no una fe meramente intelectual, una fe que sabe de Jesús y ya. Estamos hablando de un compromiso de corazón; una decisión de aceptar el perdón que El nos ganó en la cruz, seguirle en todo momento, y comprometernos con El.

Si no has tomado esa decisión, lo puedes hacer hoy; sólo tienes que reconocer que eres pecador, confesar que Cristo murió en tu lugar, por tus pecados, y decirle de corazón que le quieres seguir. El te salvará, te perdonará, y empezarás una nueva vida con El.

Si eres creyente, ¿eres de veras fiel? ¿Estás caminando con Cristo cada día? Si el carro prende casi siempre, ¿está bien? Si llegas al trabajo 3 ó 4 veces a la semana, ¿eres fiel? Si la refrigeradora se apaga un día a la semana, ¿es fiel? Si el calentador de agua te da una ducha fría de vez en cuando, ¿es fiel? Y tú: ¿eres fiel en tu caminar con Dios? ¿Eres fiel a los medios que El usa para ayudarte a crecer: la oración, la lectura bíblica, el compañerismo con otros creyentes, la mayordomía, el servicio?

El pueblo de Dios es un pueblo fiel. Si tú como creyente no estás experimentando la paz de Dios, quizás has perdido la fidelidad. Quizás te has alejado de El. Acércate, y disfruta nuevamente de su paz.

Hay en este mundo una gran escasez de paz, de gozo, y de la gracia de Dios. No es que no estén disponibles estas cosas; es que sólo se hallan en un lugar, en una persona. ¿Los conoces?

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