«Reza por Israel» y «Estoy con Israel»
Hemos sido bombardeados con estas frases en las últimas semanas, en la televisión, en la radio, en Internet, en nuestras iglesias y desde nuestros púlpitos. Esto es lo que NO oímos, no oímos rezar por los TERRORISTAS perdidos ni rezar por los palestinos perdidos.
Amar a vuestros enemigos: Reflexiones bíblicas sobre el perdón y la misericordia
El mandamiento de «amar a vuestros enemigos» es una enseñanza fundamental en el cristianismo, pero también uno de los más desafiantes para muchos creyentes. A lo largo de las Escrituras, la Biblia enfatiza la importancia del amor, no solo hacia aquellos que nos son cercanos o que nos tratan bien, sino incluso hacia aquellos que nos hacen daño, nos odian o nos persiguen.
Este mandato, pronunciado por Jesús mismo en el Sermón del Monte, se encuentra en los Evangelios y refleja una de las enseñanzas más revolucionarias y contraculturales de todo el mensaje cristiano.
El contexto de la enseñanza en el Evangelio
En el Evangelio de Mateo, Jesús enseña a sus discípulos en el Sermón del Monte, y una de las declaraciones más impactantes que hace es sobre el amor hacia los enemigos. En Mateo 5:44, dice: «Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.»
Esta enseñanza se presenta como un contraste directo con las normas sociales de la época. Los judíos, bajo la ley mosaica, estaban familiarizados con los mandamientos que requerían amar a sus vecinos, pero Jesús amplió ese concepto de manera radical al incluir a los enemigos.
Este llamado a amar a los enemigos no es un principio aislado en el Evangelio de Mateo. En Lucas 6:27-28, se repite esta enseñanza: «Pero a vosotros los que me oís, os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os injurian.» La misma enseñanza se recoge también en el Evangelio de Lucas, subrayando la universalidad del mandato, no limitado a una cultura o tiempo específico.
El mandato de amar a los enemigos es contrario a la lógica humana y, por tanto, exige una perspectiva que solo se puede alcanzar a través de una fe profunda y madura en Dios. En la mentalidad humana, el amor se asocia frecuentemente con la retribución, la reciprocidad y la justicia. Sin embargo, el amor que Jesús propone es desinteresado, incondicional y orientado no solo a la retribución del mal con bien, sino al anhelo de restaurar a los enemigos en una relación pacífica y reconciliada.
El propósito divino detrás de esta enseñanza
Dios, en su infinita misericordia, no solo llama a amar a los enemigos como una manifestación de la bondad humana, sino como una forma de reflejar su propia naturaleza. El amor de Dios no tiene límites ni condiciones. Jesús, en sus enseñanzas y en su vida, ejemplifica este amor perfecto hacia aquellos que lo rechazaban, lo perseguían y lo condenaban. Al pedir a sus seguidores que amaran a sus enemigos, les invita a seguir el ejemplo de su propio Padre celestial.
En Mateo 5:45, Jesús dice: «Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.» Aquí, Jesús indica que el amor incondicional hacia los enemigos es un reflejo de la generosidad divina, que no hace distinción entre justos e injustos, buenos o malos.
Dios ama a todos, independientemente de su comportamiento, y los cristianos son llamados a imitar este amor, extendiendo misericordia y bondad incluso hacia aquellos que les hacen daño.
Este principio está enraizado en el concepto de la gracia. La gracia es el amor inmerecido que Dios derrama sobre la humanidad, y al ser recipientes de esa gracia, los cristianos deben aprender a ofrecerla también a los demás, incluso a aquellos que los maltratan. El amor hacia los enemigos no es solo un acto de bondad, sino un testimonio de la gracia transformadora de Dios en la vida del creyente.
El amor que desafía la naturaleza humana
Es importante reconocer que la enseñanza de amar a los enemigos va en contra de la naturaleza humana. El instinto natural cuando se es atacado o maltratado es defenderse, responder con ira o venganza. Sin embargo, Jesús desafía esa inclinación y ofrece una alternativa radical: la paz, el perdón y la oración. Al decir «bendecid a los que os maldicen» o «orad por los que os ultrajan y os persiguen», Jesús invita a los creyentes a adoptar una postura de no violencia y de deseo genuino de bien incluso para quienes les hacen mal.
Esta actitud de amor hacia los enemigos no implica necesariamente una reconciliación inmediata o la eliminación de todas las consecuencias de las acciones de los enemigos. En muchos casos, el perdón puede ser un proceso largo y doloroso.
Sin embargo, el llamado a amar a los enemigos es un acto de liberación, tanto para el que perdona como para el que recibe el perdón. Al perdonar y amar a nuestros enemigos, no solo seguimos el ejemplo de Cristo, sino que también nos liberamos del peso de la ira, el resentimiento y el deseo de venganza.
El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, refuerza esta enseñanza al decir: «No venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor.» (Romanos 12:19). La venganza pertenece a Dios, y su justicia es perfecta. El creyente, en cambio, está llamado a dejar de lado el deseo de venganza y a confiar en que Dios se encargará de hacer justicia en su tiempo y manera.
La conexión con el perdón
El amor hacia los enemigos está estrechamente relacionado con el perdón. De hecho, perdonar a los que nos ofenden es uno de los requisitos más importantes para experimentar la reconciliación con Dios. En el Padre Nuestro, que Jesús enseña a sus discípulos, se incluye la petición de perdón: «Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.» (Mateo 6:12). Aquí, Jesús subraya que el perdón que damos a los demás está estrechamente vinculado con el perdón que recibimos de Dios.
La conexión entre el amor a los enemigos y el perdón es clara. No podemos amar verdaderamente a nuestros enemigos si no estamos dispuestos a perdonarlos. El perdón, lejos de ser un acto de debilidad, es una manifestación de fortaleza espiritual. Al perdonar, el creyente imita a Cristo, quien perdonó a aquellos que lo crucificaron, y permite que el amor de Dios se derrame sobre su vida.
Jesús enseña que el perdón debe ser ilimitado. En Mateo 18:21-22, cuando Pedro pregunta a Jesús cuántas veces debe perdonar a su hermano, Jesús responde: «No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.» Esto no debe tomarse literalmente, sino como una indicación de que el perdón debe ser continuo e incondicional. No hay límite para el perdón, como no hay límite para el amor de Dios.
El amor a los enemigos como testimonio de la fe
El amor a los enemigos no solo es un mandamiento, sino una poderosa herramienta de testimonio para el mundo. En una sociedad marcada por el conflicto, el odio y la división, los cristianos son llamados a ser luces en medio de la oscuridad. Cuando el mundo ve a los seguidores de Cristo amando a aquellos que los odian, esto actúa como una señal del amor transformador de Dios.
En el Evangelio de Juan, Jesús dice a sus discípulos: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros.» (Juan 13:35). El amor hacia los enemigos es uno de los signos más claros de la verdadera fe cristiana.
No se trata de amar solo a aquellos que nos agradan, sino de amar incluso a aquellos que nos rechazan, nos persiguen o nos hacen mal. Esta es la esencia del amor cristiano, un amor que trasciende las fronteras humanas y refleja el carácter de Dios.
La recompensa de amar a los enemigos
Finalmente, la Biblia nos enseña que hay una recompensa para aquellos que practican el amor hacia sus enemigos. En Mateo 5:46-48, Jesús dice: «Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen así también los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.» Jesús invita a sus seguidores a ir más allá de lo común y ordinario, a vivir de una manera que refleje la perfección divina.
Amar a los enemigos no solo es un acto de obediencia, sino que también trae una recompensa espiritual. Los que practican este amor reciben la bendición de experimentar la paz de Dios, la sanidad emocional y una vida más alineada con los principios del Reino de Dios.
En resumen, el mandato de amar a los enemigos es una de las enseñanzas más profundas y desafiantes de la Biblia. A través de este llamado, Jesús nos invita a imitar el amor incondicional de Dios, a perdonar a aquellos que nos ofenden y a reflejar ese amor hacia el mundo. Aunque este mandato puede parecer difícil, la gracia de Dios nos capacita para vivirlo, y es a través de este amor que podemos ser verdaderos discípulos de Cristo.
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