La Fe


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La Fe

Se cuenta la historia de un hombre que se cayó de una peña. Milagrosamente, logró agarrarse de una rama, y se quedó colgando con los pies al aire, entre el cielo y la tierra. Mientras colgaba allí, con su destino en la balanza, gritó:
– ¿Hay alguien ahí arriba?
– Aquí estoy, le respondió una voz. Soy el Señor. ¿Confías en mí?
– Sí, Señor. Creo, pero no puedo aguantar mucho más.
– No hay problema, le contestó la voz. Si realmente crees, estarás a salvo. Simplemente suelta la rama.
Un silencio. Luego, el hombre gritó:
– ¿No hay nadie más ahí arriba?

En ese momento de desesperación, le fue necesario ejercer la fe – y se le hizo imposible. Como dice el refrán, ver es creer, y nosotros preferimos algo garantizado a lo que se nos ofrece en base a la fe.

Sin embargo, la Biblia nos da a entender que podemos caer en un grave error si vivimos solamente en base a lo que podemos ver. Leamos lo que nos dice Hebreos 11:6:

11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Nos dice algo aquí que es esencial, si vamos a conocer lo que más nos hace falta. Nos dice que sin fe, es imposible agradar a Dios. No dice que es difícil, o que nos irá mejor con fe, como si la fe fuera alguna especie de Coca-Cola que le da chispa a la vida.

No; lo que nos dice es que la fe es esencial. Tratar de acercarnos a Dios sin fe es como tratar de manejar un carro sin gasolina, o un barco de vela sin viento. No es posible.

Pero entonces surge la pregunta, y es precisamente aquí donde muchas veces nos confundimos: ¿qué significa tener fe?

Bueno, déjame decirte lo que no es la fe bíblica. Si queremos agradar a Dios, no estamos hablando de simplemente tener fe en nosotros mismos. Está muy de moda hablar de tener fe en uno mismo. Uno simplemente tiene que ver alguna telenovela juvenil, algún programa como el de Cristina, o algún libro de auto-superación para encontrar referencias a la fe en sí mismo.

Ahora, si queremos progresar en la vida, es necesario que creamos en las habilidades que Dios nos ha dado, que confiemos en nuestro poder personal para avanzar. Pero esto no nos ayudará en nada para acercarnos a Dios. Al contrario; fuera de su lugar apropiado, tal confianza en nosotros mismos nos puede alejar de Dios.

Podemos sentirnos tan confiados en nuestras propias fuerzas que pensamos que no tenemos necesidad de Dios, que podemos lograr todo lo que queremos solos, y que todo lo que nos hace falta es que Dios siga su camino, y nosotros seguiremos el nuestro.

La Biblia nos da a entender que nuestras propias fuerzas no bastan. Es lo que quiere decir Romanos 3:23: todos han pecado y están privados de la gloria de Dios. Todos nosotros, sin excepción, estamos alejados de Dios por nuestro pecado. Sin ayuda de Él, nos quedaremos lejos de su presencia.

La fe, entonces, no consiste simplemente en tener confianza en nosotros mismos. Tampoco consiste en simplemente creer que Dios existe, o conocer ciertas cosas acerca de Él. Santiago se dirige a esto cuando dice lo siguiente: ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios creen, y tiemblan.

Simplemente creer que Dios existe no nos eleva más allá del nivel del diablo, pues él también sabe muy bien que Dios existe. Sin embargo, esa “fe” – entre comillas – no tiene ningún efecto bueno en él.

Esta clase de fe es la que tiene la persona que se encuentra enferma, y saca la botella de medicina del gabinete. “Estoy totalmente convencido de que esta medicina me puede sanar”, dice. “Sé que los ingredientes son eficaces, que es una buena medicina, y que si me la tomo, me sentiré bien”. Luego devuelve la medicina a su lugar, sin tomarse ni una cucharadita.

De igual modo, podemos creer que Dios existe, podemos saber mucho acerca de Jesucristo, podemos inclusive leer la Biblia y estudiarla, pero si no llegamos a tener la verdadera fe bíblica, no nos sirve de nada.

¿Cuál es, entonces, esa fe que agrada a Dios? ¿Cuál es esa fe que nos puede acercar a Él y darnos vida? La fe que a Dios agrada es la confianza total que está puesta en su Hijo Jesucristo.

Cuando los hombres del día de Jesús le preguntaron cuál era la obra que Dios quería que ellos hicieran, Él les respondió así: Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien Él envió. (Juan 6:29)

Lo que Dios desea de nosotros es fe en su Hijo. Cristo Jesús vino a este mundo, nació, vivió, y murió por ti. Él tomó sobre sí tus pecados en la cruz. Resucitó al tercer día, mostrando de esta forma que había vencido la muerte y el pecado.

Ahora, lo que Dios desea de ti es un compromiso de fe. Él quiere que tú aceptes por fe el regalo que Él te da – el regalo de salvación, de perdón, de liberación de la pena de tus pecados.

Él quiere que empieces una nueva vida, una vida de fe – no fe en tus propios logros, o fe simplemente en que Dios existe, sino más bien fe en Cristo Jesús mismo, quien se ofreció por ti en la cruz.

Se cuenta de un equilibrista que daba grandes demostraciones de su habilidad, caminando sobre la cuerda a alturas muy elevadas, sin la seguridad de una red. Un hombre llegó a oír de su fama, y le invitó a dar una demostración en su ciudad.

Se colocó la cuerda sobre unas caídas de agua muy altas, y el equilibrista empezó a caminar, empujando una carretilla. La gente reunida abajo miraba para ver si el hombre podría cruzar. Cuando cruzó exitosamente, todos le dieron un aplauso – y luego lanzaron un grito apagado al darse cuenta de que tenía los ojos vendados.
Quitándose la venda, el equilibrista le preguntó a su anfitrión: – ¿Cree usted que yo pueda cruzar esas caídas de agua?
Respondió el anfitrión: – ¡Claro que sí! ¡Lo acabo de ver con mis propios ojos!
Le respondió el equilibrista: – Entonces súbase a la carretilla.

Amigo, ¿crees que Jesús te puede salvar? ¿Crees que murió en la cruz por ti? Si de veras lo crees, súbete a la carretilla, y dale el control de tu vida. Entrégale a Él el control.

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