El bautismo bíblico
Existen muchas experiencias distintas en cuanto al bautismo dentro de las iglesias bíblicas. Cuando yo era pequeño, recuerdo que íbamos al río para bautizar. Era una experiencia inolvidable, pues toda la iglesia se subía a los carros, hacíamos caravana y llegábamos a la orilla del río donde los candidatos daban su testimonio.
Más tarde, nuestra iglesia construyó un baptisterio, y empezamos a realizar los bautismos en la iglesia como parte del culto. Seguramente esta es la experiencia de la mayoría de los que se bautizan en nuestras iglesias hoy en día.
He oído las historias de algunas de las personas ancianas de esta área que cuentan cómo eran los bautismos de su juventud. Muchas de las iglesias bautizaban afuera, pero – a distinción de nuestra situación en Lima – antes de bautizar, había que revisar el lugar para estar seguros de que no hubiera serpientes venenosas o incluso cocodrilos.
Ese cuadro de los hombres de la iglesia, ahuyentando de las aguas bautismales las víboras, me parece un símbolo muy potente del bautismo mismo. En las aguas del bautismo, estamos declarando que el poder de Dios supera el poder de la serpiente antigua, el enemigo. Nos da poder para ahuyentarlo, ese mismo poder que Jesús mostró después de su bautismo al ser tentado por el enemigo en el desierto.
Ahora bien, no quisiera dar lugar a malas interpretaciones. El bautismo no es mágico. No hay nada de especial en el agua. El bautismo es, más bien, un símbolo, una señal, un testimonio que damos al mundo de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.
Juntamente con la otra ordenanza que nos dejó Jesús, la cena del Señor, demuestra de una forma actuada la realidad espiritual que experimentamos por medio de la fe. Por favor, no vayan a caer en el error de algunos, que dicen: Ya me bauticé, ya me lavé mis pecados, ahora puedo seguir con la vida como yo quiero.
El bautismo no funciona de esa forma. Si te bautizas aparte de una fe viva y real en Cristo como tu Señor y Salvador, sólo te has dado un chapuzón en el agua. Por otra parte, la fe es la única base de la salvación, no el bautismo; el ladrón crucificado con Jesús fue salvado por su fe, aunque no pudo ser bautizado.
Hemos dicho que el bautismo es una señal. Es una señal muy poderosa. Esta mañana vamos a estudiar dos de las cosas hacia las que señala el bautismo.
El bautismo es señal del poder de Dios
¿Existe en este mundo poder más grande que el de Dios? ¡De ninguna manera! Con su poder, Dios formó las grandes montañas, con su poder hizo el inmenso mar, con su poder puso cada estrella en su lugar, y con su poder derrotó la muerte al levantar a Jesús de entre los muertos.
Ese mismo poder puede obrar dentro de la vida tuya y la mía. Ése es el glorioso mensaje del evangelio. Dios quiere que su poder se exprese en nuestras vidas para nuestra salvación y para nuestra victoria en Cristo. Frente al pecado a veces nos encontramos indefensos, pero Dios está presente para ayudarnos.
Lectura: Colosenses 2:11-12
2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;
2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
Bajo el pacto de Dios con Israel en el Antiguo Testamento, cada varón debía ser circuncidado como señal de su participación en el pacto. Ésta era la marca que separaba a los que pertenecían al pacto de Dios.
La circuncisión, sin embargo, no tenía ningún poder para cambiar el corazón de la persona. Era un acto puramente externo. La persona circuncidada sabía que debía de vivir una vida distinta a la de las naciones paganas, pero vez tras vez los israelitas mostraron que eran incapaces de vivir conforme a las leyes de Dios. En su lugar, habríamos hecho lo mismo.
Actualmente, nosotros estamos en otro pacto con Dios, el Pacto Nuevo que Jesús vino a inaugurar. Bajo este pacto, la circuncisión física ya no es necesaria. Es irrelevante. Ahora hay otra clase de circuncisión, una circuncisión interna que Cristo realiza en nuestro corazón cuando nosotros lo aceptamos como nuestro Señor y Salvador. El bautismo representa esa increíble transformación que sucede por fe en el corazón del creyente.
El bautismo representa, en efecto, la entrada en nuestra vida del mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos. El bautismo representa la muerte de nuestro viejo hombre, con su pecado, su rebelión y su destino infernal, y la obra del mismo poder que resucitó a Cristo para darnos nueva vida en El.
Notamos aquí que el bautismo no tiene ninguna eficacia aparte de la fe. Nos dice muy claramente Pablo que fuimos resucitados en Cristo mediante la fe en el poder de Dios. Aparte de la fe de la persona bautizada, el bautismo no significa nada. El bautismo no tiene ningún poder en sí mismo para salvar.
Para la persona que tiene fe, sin embargo, el bautismo representa un evento extraordinario. Nos lo dice Romanos 6:4: «Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva».
En Cristo tenemos poder para vivir una vida nueva. Cuando descendemos a las aguas del bautismo, damos representación a nuestra sepultura con Cristo en su muerte. Con El murieron nuestra culpa, nuestro pecado y nuestra condenación. Cuando subimos del agua, se ve un cuadro de nuestra resurrección para vivir de una forma distinta y renovada.
El bautismo representa nuestra unión con Cristo por medio de la fe. Imaginémoslo así. Digamos que vivimos bajo la tiranía de algún dictador que nos pide todo lo que tenemos y a cambio nos destruye la vida.
Surge un revolucionario que, como Simón Bolívar o José de San Martín, promete traer libertad de esta tiranía. Ahora surge la decisión: ¿Con quién me voy? ¿Me uno al líder de la rebelión, enfrentando la posibilidad de que falle, y yo tenga que sufrir las consecuencias? Después de todo, si no logramos destronar al tirano, él usará todo su poder para destruirnos.
Es una decisión difícil. Ahora bien, Jesús es como aquel líder de la rebelión, aquel líder revolucionario que promete libertad. Pero hay una diferencia. ¡El ya ganó la batalla! ¡No existe ningún riesgo para nosotros! Si nos unimos a El, sabemos que estaremos del lado ganador. Así, entonces,
El bautismo es señal de nuestra unión con Cristo
Para aprender un poco más acerca de este concepto, vamos a leer un pasaje muy interesante.
Lectura: Hechos 19:1-7
19:1 Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
19:2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
19:3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
19:4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.
19:5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
19:6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
19:7 Eran por todos unos doce hombres.
Este pasaje es interesante porque describe una etapa de transición. Las personas aquí descritas, unos doce hombres, habían sido bautizados por Juan el Bautista, pero de alguna manera, no habían entendido que su bautismo era solamente una preparación para la venida de Jesús.
Se quedaron, en otras palabras, a la mitad del camino. El bautismo de Juan era un bautismo de arrepentimiento. Estas personas habían tomado el paso de arrepentirse de sus pecados, pero no había tomado el paso siguiente de aceptar a Cristo como su Salvador y Señor.
Pablo notó algo extraño en ellos, y les preguntó acerca de su experiencia. Cuando supo que estaban viviendo en el pasado, sin conocer a Cristo, les explicó con más exactitud el camino de la salvación, y fueron bautizados.
Si leemos este pasaje con cuidado, podemos aprender algunas cosas muy importantes. En primer lugar, notamos que el texto nos dice que los creyentes fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Esto significa que fueron bautizados bajo su autoridad, para ser unidos a El. No significa necesariamente que el nombre de Jesús fuera pronunciado sobre ellos al bautizarse.
Cuando la Biblia habla de hacer algo en el nombre de una persona, se refiere a hacerlo por su autoridad y representación. Es como si llegara una visita a nuestra casa y nos dijera: Vengo en nombre del dueño de la casa para pedirle el pago del alquiler. Esto no significa que ha venido repitiendo constantemente el nombre del dueño de la casa, sino que viene con su autorización y como su representante.
De igual manera, cuando este pasaje nos dice que fueron bautizados en el nombre de Jesús, nos indica que fueron bautizados como señal de su fe en Jesucristo y en sumisión a El. No nos dice, como creen algunos, que es necesario repetir el nombre de Jesús sobre una persona cuando se bautiza. Esto es malentender el pasaje.
Otra cosa que notamos es que la venida del Espíritu Santo se asocia con el momento de creer en Cristo. Pablo les pregunta: ¿Recibieron ustedes el Espíritu Santo cuando creyeron? El sabía que se recibe al Espíritu Santo al creer, no en el momento de bautizarse. Luego, como comprobación de esto, los bautizados recibieron al Espíritu Santo cuando Pablo les impuso las manos, y lo demostraron hablando en lenguas y profetizando.
Hoy en día, las lenguas y profecías no son marca necesaria de la venida del Espíritu. Servían en aquellos días en que la iglesia estaba empezando para mostrar indudablemente que el Espíritu había venido. La Biblia deja claro que no todos hablan en lenguas ahora.
Algunas personas han pensado que, ya que el Espíritu Santo vino sobre Jesús cuando se bautizó, lo mismo sucede con nosotros. El caso de Jesús, sin embargo, fue especial. El estaba siendo comisionado para su obra salvadora. En nuestro caso, como vemos aquí, el Espíritu viene sobre nosotros en el momento de nuestra conversión.
Algunas personas experimentan la presencia del Espíritu de una forma especial cuando se bautizan, y esto no nos debe de sorprender. A fin de cuentas, el bautismo es un testimonio especial de su obra en nuestras vidas, y sería lógico experimentar su presencia en este momento.
Dentro de algunos momentos presenciaremos un bautismo. Oiremos el testimonio del poder de Dios derramado en una vida. Recordemos, entonces, que esto es lo que significa el bautismo. Oremos por nuestro hermano que se bautizará. Si alguno de ustedes necesita tomar la decisión de bautizarse también, le invito a hablar conmigo o con algún otro líder.