El gozo inagotable


El gozo inagotable

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El gozo inagotable

La imagen que muchos tienen del creyente es de un aguafiestas. Muchos de nosotros inclusive creemos que lo que tenemos que hacer como creyentes es suprimir nuestros deseos y decirle que no a todo instinto de placer que se nos presenta. C.S. Lewis nos da otra perspectiva. Él dice:

Para nuestro Señor, nuestros deseos no son demasiado fuertes sino demasiado débiles. Somos criaturas sin ánimo, perdiendo el tiempo en las tonterías de la bebida y el sexo y la ambición, cuando se nos ofrece un gozo infinito. Nos parecemos a un niño ignorante que prefiere seguir jugando en el lodo de su barrio miserable porque no se imagina lo que significa la oferta de unas vacaciones junto al mar. Somos demasiado fáciles de satisfacer.

¿Cuántos de nosotros vivimos con un gozo inexpresable, inagotable y constante en nuestra vida? ¿Cuántos de nosotros estamos conformes con nuestro nivel de gozo y de paz? Algunos de nosotros andamos en la fría insensibilidad de una vida sin toques de lo sobrenatural. Otros nos encontramos agobiados por memorias del pasado o dudas acerca del futuro.

¡Dios no quiere que vivamos así! Su voluntad para su pueblo es que seamos caracterizados por el gozo. En su Palabra nos enseña cómo podemos vivir con ese gozo. Si queremos experimentar más gozo en nuestras vidas, tenemos que entender de dónde viene y cómo se produce.

El gozo es acompañante de la fe

Lectura: Romanos 15:13
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.

Dios ha puesto en el corazón humano un deseo de encontrar gozo y alegría. Los vicios son atractivos precisamente porque prometen una experiencia alegre y gozosa, aunque sus resultados muchas veces no son tan alegres – la pobreza, la destrucción familiar y la adicción.

Ese gozo que todos estamos buscando sólo puede venir de una fuente. Sólo viene cuando estamos caminando con Dios. Por ejemplo, David dice al Señor en el Salmo 4:7: Tú has hecho que mi corazón rebose de alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino en abundancia (NVI).

Mejor es la presencia y la bendición de Dios, dice el rey David, que todo lo mejor que el mundo puede ofrecer. Mejor es estar bien con Dios que tener la prosperidad mundana. Lo que tenemos que entender es que el gozo es producto de caminar con Dios.

Se cuenta la historia de un hombre que andaba por el desierto, a punto de morirse de sed, cuando encontró a otro hombre. El primero se acercó a él lo más rápidamente posible y le preguntó:
– ¿Tienes un poco de agua que me podrías dar? Estoy dispuesto a darte todo lo que traigo si sólo me das un poco de agua.
El hombre a quien había encontrado le respondió: – Lo siento, señor, pero no tengo nada de agua. Lo que sí tengo son muchas bellas corbatas. ¿No me quiere comprar una corbata? Mire, son de seda importada, y están a muy buen precio.
– ¡Yo qué quiero con una corbata! le respondió el caminante. ¡Quédese con sus mugrosas corbatas! Y siguió caminando.
Al llegar a la cima de la siguiente duna espió un restaurante a la distancia. Corriendo por la ladera de la duna, llegó a la puerta del restaurante. La puerta estaba cerrada, pero se veía gente adentro. El hombre empezó a tocar furiosamente, y dentro de poco salió un mesero.
– ¿Le podemos servir en algo? preguntó el mesero. – ¡Sí! respondió el hombre, Necesito agua.
Le dijo el mesero: – Cómo no, aquí tenemos agua fría, filtrada, del mejor sabor. Sólo necesito que se ponga la corbata, porque éste es un restaurante muy exclusivo. Aquí nadie entra sin corbata.

Nosotros andamos aquí en el desierto de este mundo buscando gozo, y de repente alguien nos habla de Dios. ¿Dios? decimos. ¡Yo no estoy buscando a Dios! Muéstrame algo divertido, algo a la onda, porque yo quiero pasarla bien.

Hemos hecho del gozo y la alegría el propósito de nuestra vida, y no nos damos cuenta de que, para encontrarlos, tenemos que dejar de buscarlos y empezar a buscar a Dios.

Así como el hombre que pensaba que la corbata era un accesorio ridículo e innecesario, creemos que Dios es un estorbo en nuestra búsqueda por la felicidad cuando en realidad es sólo él quien nos la puede dar.

Pero quizás somos un poco más inteligentes. Decimos: Lo que realmente me interesa es tener una mejor familia, o sobresalir en mi carrera, o tener mejor salud. Cuéntame cómo tu Dios me puede ayudar a lograr esta meta, y te presto atención.

El problema es que, si queremos usar a Dios como herramienta para lograr nuestros propios fines, siempre nos desilusionaremos. Aunque Dios quiere darnos mejores familias, verdadera prosperidad y verdadero éxito, él sabe que no podremos ser realmente felices si tenemos estas cosas, pero no lo tenemos a él.

Repito: si queremos encontrar el gozo de verdad, tenemos que dejar de buscarlo y empezar más bien a buscar a Dios. Esto fue lo que descubrió el autor del libro de Eclesiastés. Él fue un hombre rico, educado y poderoso. Tenía todo lo que el mundo podía ofrecer.

Sin embargo, en su consideración de todo lo que el mundo ofrece, se dio cuenta de que todo es un absurdo. Probó las riquezas, probó la filosofía y poseyó el poder; pero se dio cuenta de que ninguna de estas cosas realmente satisface. A todos nos espera el mismo fin.

¿Cuál fue su conclusión? Él escribió: El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. (Eclesiastés 12:13 NVI)

Si tú nunca has entregado tu vida al control de Dios, si nunca has hecho de él la meta de tu existencia, ése es el primer paso a tomar. Puedes acercarte a Dios mediante su Hijo Jesucristo, quien vino a este mundo para proporcionarte el perdón en base a su muerte en la cruz por ti.

Debes de aceptar de una forma personal esa oferta de salvación, y entregar a Dios tu vida. Éste es el primer paso al gozo – porque el gozo es producto de la vida con Dios, que sólo se tiene mediante la fe.

Donde hay fe, Dios nos imparte su gozo mediante una persona que viene a vivir dentro de nosotros.

El gozo es obra del Espíritu Santo

Lectura: Gálatas 5:22
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe”

Cuando el Espíritu Santo controla nuestra vida, el gozo – la alegría – es uno de los frutos que él produce. El Espíritu Santo produce en nosotros una esperanza segura que resulta en gozo.

Cuando nosotros recibimos a Cristo, el Espíritu Santo viene a morar en nuestro corazón. Su presencia trae gozo a nuestro corazón. Muchas personas cometen el error de pensar que el camino al éxito en la vida cristiana es una lista de reglas.

Tienen sus listas de lo que puede y no puede hacer un creyente, y ¡ay de ti si quiebras una de sus reglas! No te vistas así, no te dejes crecer el pelo, no hagas nada que no me gusta. Desgraciadamente, sus listas no se basan en una investigación profunda de las Escrituras, y – lejos de acercarnos a Dios – nos alejan.

El apóstol Pablo nos dice esto: El reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. (Romanos 14:17) En su día también había listas; eran listas de lo que se podía y no se podía comer. Eran las listas de la dieta judía, que ya no estaban en vigor, pues Jesús declaró limpios todos los alimentos.

Si queremos acercarnos a Dios, entonces, guardando un sinnúmero de reglas, sólo nos frustraremos. El gozo viene de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida. Pero, ¿qué sucede cuando somos creyentes, tenemos la presencia del Espíritu en nuestra vida, y aun así no vivimos gozosos?

Si conocemos a Dios, pero no estamos viviendo en gozo, es porque algo nos está robando el gozo. Eso sólo puede suceder si nosotros lo permitimos. La preocupación, por ejemplo, nos puede robar el gozo. Es por esto que la Biblia nos enseña a entregar nuestras preocupaciones a Dios. Si insistimos en preocuparnos, no podremos vivir en gozo.

El pecado también nos puede robar el gozo. Si vivimos en desobediencia, y no queremos entregar a Dios algún área de nuestra vida, viviremos sin gozo hasta que nos arrepintamos y le entreguemos el control de esa área.

Otro ladrón del gozo es la falta de fe. Dijimos en el principio que el gozo es acompañante de la fe. Si permitimos que nuestra fe flaquee en vez de alimentarla, nos daremos cuenta de que nuestro gozo también se desvanece.

Todas estas cosas son como ladrones que vienen secretamente para robarnos el gozo. Tenemos que protegernos contra ellos, como quien instala chapas en las puertas y rejas en las ventanas para proteger sus bienes. El gozo no es algo que podamos fabricar; el Espíritu Santo lo da. Más bien, es algo que tenemos que proteger de las cosas que nos lo quieren quitar.

Un hombre del tercer siglo después de Cristo estaba a punto de morir. Tomó pluma en mano para escribirle estas palabras a un amigo. Es un mundo malo, increíblemente malo. Pero en medio de este mundo, he encontrado un pueblo tranquilo y santo que ha aprendido un gran secreto. Ellos han hallado un gozo que es mil veces mejor que cualquier placer de nuestra vida pecaminosa. Son despreciados y perseguidos, pero no les importa. Son amos de sus propias almas. Han vencido al mundo. Son cristianos – y yo soy uno de ellos.

¿Conoces tú ese gozo? ¿Eres parte de esa comunidad? Si lo eres, ¿estás viviendo con ese gozo diariamente? Si aún no eres creyente, te invito hoy a invitar a Cristo a entrar en tu corazón.

Si ya eres creyente, pero no estás viviendo con el gozo que Dios te ofrece, identifica el estorbo para que puedas quitarlo y disfrutar de ese gozo pleno que Dios desea para ti.

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