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Rasgos del triunfador: la bondad


la bondad

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Rasgos del triunfador: la bondad

Una mujer anciana frecuentaba cierta sucursal de la oficina de correos en su ciudad porque los empleados eran muy amables. Llegó la Navidad, y tuvo que ir a comprar estampillas para enviar sus tarjetas navideñas. Como suele suceder en aquellas temporadas, las colas en la oficina de correos eran larguísimas.

La mujer, sin embargo, se formó y esperó que le tocara el turno. Al salir de la oficina de correos se topó con un conocido. Luego de saludarse, el conocido le preguntó: ¿Por qué espera usted tanto tiempo en la cola, cuando puede comprar estampillas en la máquina que está en el vestíbulo? La anciana replicó: Es que la máquina no me pregunta cómo está mi artritis.

En medio de nuestro mundo mecanizado, las personas siguen buscando ese toque humano, alguien que muestre interés por sus problemas. Se han hecho estudios de los clientes de bancos y otras instituciones que ponen cajeros automáticos y otras máquinas, y se descubrió algo interesante. Cuando se quita un contacto humano de la experiencia de una persona – por ejemplo, substituyendo a una cajera humana con un cajero automático – las personas encuentran alguna forma de reponer el contacto humano perdido.

Cada persona necesita que se le preste atención. Las personas están buscando a alguien que sinceramente se interese por ellos y por sus necesidades. Si queremos alcanzar el éxito en la vida, tenemos que aprender el valor de la bondad.

La Biblia misma lo dice. Nos enseña que

La bondad lleva al éxito

El mundo nos presenta un concepto de la persona exitosa que envuelve ser duro, áspero y manipulador, alguien como Donald Trump. La Biblia, sin embargo, nos presenta otro camino al éxito verdadero.

Lectura: Proverbios 11:17

11:17 A su alma hace bien el hombre misericordioso; Mas el cruel se atormenta a sí mismo.

Aquí se nos dice que la bondad es conveniente. No sólo es un deber; es algo que nos traerá éxito en la vida. El secreto para progresar en la vida no es cobrarles a los demás los males que nos hayan hecho ni es preocuparnos sólo por nuestras propias cosas y que los demás se ocupen de lo suyo; el secreto es tener un interés sincero en el bienestar de los demás.

Este principio de la sabiduría se ilustra en la clásica historia de Androcles y el león. Según cuenta la fábula, Androcles era un esclavo que huyó de su amo y se escondió en una cueva. Para su asombro, un león también buscó refugió en la misma cueva – pero en lugar de atacarlo y tratar de comerse a Androcles, el león más bien se mostraba en apuros.

Finalmente, Androcles se acercó al león para ver cuál era su problema, y se dio cuenta de que el león tenía una gran espina clavada en la pata. Con mucho cuidado, Androcles le quitó la espina, y el león se fue.

Tiempo después, Androcles fue capturado; y, como solía suceder con los esclavos rebeldes en aquellos días, fue llevado al estadio para ser tirado a los leones. ¡Cuál fue la sorpresa de Androcles al ver que el león que salió para comerlo era su viejo amigo de la cueva! El león se rehusó a atacar a Androcles, y al ver lo sucedido, el rey mandó soltarlo.

Desde una perspectiva puramente humana, nunca sabemos cuándo aquella persona que hoy tenemos la opción de tratar bien o mal podrá hacernos un bien. Si escogemos el camino de la bondad, nos beneficiaremos a nosotros mismos.

Sin embargo, no sólo debemos de ayudar a quienes pensamos que nos podrán ayudar en el futuro. Como reza el dicho, Haz el bien sin mirar a quién, y la Biblia también nos enseña que la bondad redunda en formas que no esperamos.

Lectura: Proverbios 19:17

19:17 A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.

Cuando ayudamos a alguien que no nos puede pagar el favor, podemos tener la seguridad de que Dios lo ve, y que en su tiempo, él nos recompensará. Una buena obra hecha de corazón nunca se pierde. Es una inversión hecha en el banco del cielo, banco que jamás quebrará.

Debemos decir que hay un peligro que se tiene que evitar. Es el peligro de buscar la recompensa de nuestra bondad. Si ayudamos a alguien, y luego tratamos de identificar la bendición que Dios nos ha dado como resultado, nos encontraremos frustrados.

Más bien, debemos de desarrollar la costumbre de ayudar cada vez que podamos, y dejar que Dios se encargue de bendecirnos a su manera y en su tiempo. Encontraremos así una vida de bendición y de prosperidad.

¿Cómo podemos desarrollar esta costumbre de la bondad, hábito que lleva al éxito? Empieza con la forma en que nos relacionamos con la gente. Déjame preguntarte: Cuándo saludas a alguien con un “cómo estás”, ¿en realidad quieres saber la respuesta? Si de veras te interesa, lo mostrarás con la cara y con la voz.

El paso más básico hacia la bondad es desarrollar un interés verdadero en los demás. Si en realidad estás interesado en su bienestar y su vida, ellos lo notarán. Ese mismo interés te llevará a prestarles ayuda de las formas que puedas, en maneras que les permiten retener su dignidad.

Ahora bien, con todo lo que hemos dicho, alguien se podría quedar con la idea de que la bondad es simplemente algo que ayuda en nuestra relación con los demás. ¿Hay algo más? ¿Tiene la bondad otro aspecto? La Biblia nos dice que sí. De hecho,

La bondad es divina

La bondad no es simplemente una cualidad que nos conviene a los seres humanos. Es algo que Dios mismo demuestra. Dios es el ejemplo supremo de la verdadera bondad. Jesús comenta en Mateo 5:45, por ejemplo, que él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos.

Vivimos en un mundo lleno de desastres naturales, pero si nos ponemos a pensar en lo que se merece la humanidad por su pecaminosidad y su desobediencia, realmente es un milagro que el mundo no se haya terminado. A pesar de que muchas personas no le dan el crédito por su generosidad en la naturaleza, Dios sigue proveyendo lo que la humanidad necesita.

De la misma manera, Pablo da testimonio de la bondad de Dios en su sermón a los habitantes de Listra. Él les dice: En épocas pasadas él permitió que todas las naciones siguieran su propio camino. Sin embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría de corazón. (Hechos 14:16-17)

Cada vez que gozamos de una buena comida, estamos disfrutando de la bondad de Dios. Cada vez que vemos los campos llenos de la riqueza de la cosecha, estamos viendo la generosidad divina. Dios no cesa de hacer el bien a la humanidad. Cada momento de gozo, cada celebración, cada experiencia alegre nace de la bondad de Dios, quien los hace posibles.

Dios constantemente nos hace el bien, y es nuestra ceguera espiritual la que no nos permite ver y agradecerle sus bondades. Si nos ponemos a contemplar la creación y nuestras vidas, sin embargo, podremos darnos cuenta de lo verdaderamente bueno que Dios es con nosotros.

Así como Dios es bueno, él también nos llama a imitar su ejemplo de bondad. Leemos en Efesios 4:32, por ejemplo, Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.

Jesús también nos dice en Mateo 5:44-45, Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Así como Dios es bondadoso, mostramos el parecido familiar que deberá existir entre un padre y sus hijos cuando imitamos a nuestro Padre en generosidad y bondad.

Pablo escribe a los Tesalonicenses: Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no sólo entre ustedes sino a todos. En lugar de mantener en nuestra memoria los males que otros nos han hecho, debemos de enfocarnos en buscar activamente el bien de los demás.

¿Es fácil esto? No lo es. Nuestra carne nos impulsa siempre a esperar que los demás sean perfectos antes de esperar lo mismo de nosotros. Preferimos señalar los errores de otros, preferimos buscar sus fallas, en lugar de buscar la manera de hacerles el bien.

Se vuelve aun más difícil en el caso de alguien que nos ha lastimado. Cada vez que pensamos hacerles algún bien, se nos viene al recuerdo el mal que ellos nos hicieron. Es difícil ayudar a aquella persona que te ha insultado, que te ha menospreciado, que te ha difamado.

Sin embargo, Dios nos da el ejemplo, y también nos da el poder por medio de su Espíritu Santo, si se lo pedimos. La bondad verdadera es una cualidad divina, pero es una cualidad que Dios comparte con sus hijos por medio de su Espíritu Santo. Es una cualidad que cada uno de nosotros deberá anhelar y cultivar.

Alejandro Maclaren dijo en cierta ocasión, La bondad hace que la persona sea atractiva. Si quieres ganarte el mundo, derrítelo, en lugar de darle martillazos. Muchos de nosotros estamos acostumbrados a tratar a otros de martillazos. Dios, en cambio, nos llama a derretir su resistencia con bondad. Nos llama a tratarles como quisiéramos ser tratados, aparte de cualquier merecido.

Quiero terminar con dos retos. Primeramente, esfuérzate esta semana en mostrar un interés verdadero en las personas con quienes te relacionas. Pregúntales cómo están, y escucha sus respuestas.

En segundo lugar, medita sobre la bondad de Dios. Si se nos hace difícil mostrar bondad hacia otros, muchas veces es porque no hemos entendido profundamente la bondad que Dios nos muestra a nosotros. Cada día de esta semana, medita en tu hora devocional sobre la bondad divina. Dios es bueno, todo el tiempo; aprendamos a serlo también nosotros.

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