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¿Dónde está tu tesoro?


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¿Dónde está tu tesoro?

¿Alguna vez te has puesto a contemplar la hormiga? Es un animal pequeño y aparentemente insignificante, y sin embargo, la Biblia nos manda considerar sus hábitos para aprender de la sabiduría que Dios ha dado a la humilde hormiga.

Según los entomólogos, las hormigas se clasifican en 8 ó 9 categorías, de acuerdo a sus rasgos físicos. También se pueden clasificar según su estilo de vida. ¿Sabías que hay una especie de hormiga que es agrícola? Efectivamente, estas hormigas crían hongos para nutrirse.

De noche, las hormigas salen de la colonia para ir en busca de hojas. Usando sus fuertes mandíbulas, cortan pedazos de hoja de diferentes plantas y vuelven con ellas a la casa. Allí, los mastican y los colocan en un lugar especial donde se convierten en comida para una especie de hongo. Este hongo, en torno, es la comida de las hormigas.

Se parece a la agricultura humana, ¿no es cierto? Dios ha puesto en estos pequeños animales una gran sabiduría. ¿Qué podemos aprender de la hormiga? Bueno, antes de que salgan a cortar hojas esta noche, o funden una granja de hongos en el sótano de su casa, consideremos lo que la Biblia nos dice.

Lectura: Proverbios 6:6-8

6:6 Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio;
6:7 La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor,
6:8 Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.

La hormiga se destaca por sus habilidades de preparación. Durante la temporada de abundancia, la hormiga almacena para el tiempo de necesidad. Y al igual que la hormiga, Dios te recomienda guardar tesoros para tu futuro.

¿Dónde está tu tesoro? Si eres como la mayoría de las personas, no lo sabes. La tasa de ahorros en la mayoría de los países es desastrosa. La mayoría de las personas no sabe qué haría si se encontrara sin trabajo, o enfrentara un problema económico inesperado.

A veces defendemos nuestra falta de preparación diciendo que confiamos en Dios. Nos portamos como si el ahorro, tener una reserva para el futuro, fuera una falta de confianza en Dios. Decimos que la persona espiritual no necesita de ahorros, pues Dios cuidará de ella.

Esta actitud es muy peligrosa. Lejos de ser fe, es presunción. Es poner a Dios a prueba, insistiendo en que él suplirá todas nuestras necesidades cuando él nunca ha prometido auxiliar al desprevenido.

¿Qué, entonces, nos dice Dios?

Dios te recomienda guardar tesoros para tu futuro terrenal

El pasaje que hemos leído lo indica con claridad. Lo que a veces llamamos “fe” puede ser, en realidad, pereza. Puede ser un pretexto para no prepararnos para el futuro.

Dios mismo nos da ejemplo del valor del ahorro en la vida de José, hijo de Jacob. Dios permitió que él fuera vendido como esclavo por sus hermanos, llevado al lejano país de Egipto, maltratado por su amo y encarcelado – todo para que pudiera, en el momento propicio, ahorrar.

Mientras José se encontraba en la cárcel, acusado injustamente, Dios envió al faraón un sueño que le revelaba lo que estaba a punto de suceder. Luego de siete años de abundancia, habría siete años de escasez. Encontramos en Génesis 41:33-36 la recomendación que, en su sabiduría, José le dio al faraón:

41:33 Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto.
41:34 Haga esto Faraón, y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de la abundancia.
41:35 Y junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano de Faraón para mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo.
41:36 Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.

José fue nombrado por el faraón líder en Egipto, y él se encargó de que se reuniera comida guardada para los años de escasez. De esta manera, pudo salvar la vida de muchas personas, e incluso la de su propia familia.

¿Pudo haber Dios evitado la escasez? ¿Le sería posible detener el hambre? Por supuesto, pero Dios no eligió intervenir milagrosamente en esta situación. Más bien, dio a José la sabiduría necesaria para prepararse, para que la escasez no fuera mortal.

De igual modo, Dios nos recomienda que nos preparemos para nuestro futuro terrenal, ahorrando para las necesidades del mañana. Esto no es señal de desconfianza; es seguir sus instrucciones.

Cada uno de nosotros debe de sentarse a pensar en sus necesidades futuras. Éstas podrían incluir la educación de los hijos, los gastos médicos y la jubilación. Dentro de los recursos que Dios nos ha provisto, debemos de empezar a prepararnos para estos gastos.

¿Dónde está tu tesoro? ¿Lo gastas todo, pensando que Dios te tiene que cuidar? Quizás lo haga, pero él te llama a otro estilo de vida. Empieza a planear la forma en que puedas almacenar para tus necesidades futuras.

Aquí no se acaba, sin embargo, lo que la Biblia nos dice acerca de la necesidad de planear para el futuro. El proverbio que hemos leído pertenece a la sabiduría que Dios nos ha preservado para nuestra vida aquí en la tierra. Hay otra cosa que debemos de considerar también.

Lectura: Mateo 6:19-21

6:19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
6:20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
6:21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Dios te recomienda guardar tesoros para tu futuro celestial

Si solamente almacenamos tesoros para esta vida, corremos un gran riesgo. Podemos fácilmente convertirnos en avaros, amantes del dinero que buscan deleite en la posesión de las riquezas. Cristo nos cuenta el futuro de tales tesoros: tarde o temprano serán destruidos, sea por la polilla, el óxido o el hurto.

Como personas que hemos llegado a creer en un Salvador que nos hace miembros de un reino celestial, debemos de tener una perspectiva que trasciende la realidad de este mundo. Tenemos que mirar más allá de nuestro futuro aquí y pensar en la eternidad.

Imaginemos una conversación ficticia entre un inversionista y su consejero financiero. El consejero le pregunta si ha planeado para su futuro. Sí, responde el inversionista. Tengo todo mi retiro bien planeado. He invertido en los mejores fondos mutuos, y tengo también una buena mezcla de bonos y de inversiones en bienes raíces.

El consejero le pregunta: ¿Y después? El inversionista se muestra confuso. No entiendo, le dice. Los bonos proveerán estabilidad e ingresos constantes mientras las acciones crezcan. Sí, dice el consejero, ¿y después? ¿Qué has preparado para después? El inversionista sigue sin entender. Finalmente lo ve; se ha preparado perfectamente para la jubilación, pero no tiene nada preparado para después – después de la muerte.

Si vivimos sin pensar en nuestro futuro aquí en la tierra, seguimos una senda muy malpensada. Si vivimos sin pensar en nuestro futuro después de la muerte, cometemos un error aun más grave.

Pero tú dirás: Algo huele mal. Cristo aquí me dice que no acumule tesoros en la tierra, pero tú me estás diciendo que debo de ahorrar para el futuro. ¿Qué pasa? Lo que sucede es que tenemos que interpretar las palabras de Jesús con mucho cuidado.

Se hizo un estudio de las prohibiciones de la Biblia, y se descubrió algo interesante. En la mayoría de los casos, cuando la Biblia prohíbe una cosa para mandar otra, el sentido verdadero es de enfatizar la segunda cosa, no de prohibir la primera. Es un modismo semítico.

Era común entre los hebreos exagerar las cosas para tener un mayor efecto sobre los oyentes. Cuando Jesús nos manda a odiar a nuestros padres, por ejemplo, es esta misma clase de modismo. Él no nos dice que odiemos; nos dice que le amemos más a él, a tal grado que nuestro amor por los padres parezca odio a comparación.

De igual modo, no nos dice que no ahorremos; nos dice que debemos de prestar aun más atención al asunto de nuestro futuro celestial que a nuestro futuro terrenal. Si sabiamente, siguiendo las instrucciones de Proverbios, nos preparamos para el futuro aquí en la tierra, ¡con cuánta más sabiduría nos prepararemos para el futuro celestial!

Pero, ¿cómo podemos almacenar tesoros en el cielo? La forma de ahorrar aquí en la tierra es obvia. Podemos meter dinero al banco, comprar terrenos, invertir en compañías o hacer otras cosas. Pero, ¿cómo ahorramos en el banco celestial?

Pensemos en la comparación. Para poder guardar tesoros para el futuro celestial, primero tenemos que ser ahorristas en el banco celestial. Tenemos que recibir la salvación y estar preparados para ir al cielo cuando muramos. Si no hemos recibido la salvación, no podremos guardar tesoros en el cielo.

Habiendo recibido la salvación, entonces, hacemos depósitos a nuestra cuenta cuando usamos los bienes que Dios nos ha encomendado aquí en la tierra para el servicio del Reino. Cuando apoyamos el ministerio de la iglesia, estamos invirtiendo en el avance del Reino. Cuando ayudamos al necesitado, estamos glorificando a Dios. Cuando usamos nuestro carro o nuestra casa para servir a otros, estamos ahorrando para el cielo.

¿Dónde está tu tesoro? Quizás has aprendido a ahorrar para tu futuro terrenal; ahora aprende a ahorrar para tu futuro celestial. Considera cómo invertir más en el Reino de Dios.

¿Cómo empezar? Una buena forma es con el principio del diezmo. Calcula tus ingresos semanales, y separa el 10% para dar al Señor, y otro 10% para ahorrar para tu futuro. El primer 10% deberá ir para apoyo de tu iglesia local, y el segundo 10% lo puedes poner en el banco o en alguna otra buena inversión.

Conforme Dios te bendiga, incrementa estas dos cantidades. Como la hormiga, podrás enfrentar tu futuro terrenal con ecuanimidad, y tendrás también un tesoro celestial que nadie te quitará.

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