El dominio propio


El dominio propio

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El dominio propio

Quizás se han dado cuenta de un detalle interesante de la vida. Me refiero al hecho de que casi todos deseamos tener una edad distinta a la que tenemos. Los niños desean ser mayores para poder hacer lo que hacen los mayores – acostarse más tarde, manejar un carro o cualquier otra cosa.

Los mayores, en cambio, desean regresar a la niñez o a la juventud. Este deseo se refleja en un letrero que adornaba la pared de un salón de belleza. Decía: Podemos hacer que diez años desaparezcan de su apariencia. Una niña de nueve años llegó con su madre y vio el letrero. Le dijo: Mamá, ¿qué me pasará a mí?

Dios nos llama a pensar de una manera distinta. En lugar de desear un cambio de edad, El nos llama a reflejar en la etapa de vida en que nos encontremos la fe que tenemos en El. La fe que tenemos en Cristo Jesús es algo que debemos de vivir en cada etapa de nuestra vida.

Al preparar este mensaje y meditar sobre el pasaje que leeremos en seguida, me pregunté: ¿Por qué nos habrá creado Dios de tal forma que vivimos en varias etapas? ¿Por qué no simplemente nacer adultos, vivir y morirnos? Después de contemplar esta pregunta, llegué a una conclusión – y se la presento simplemente como conclusión mía.

Me di cuenta de que reflejamos la naturaleza de Dios de diferentes formas y a diferentes medidas conforme vamos creciendo. La sencillez del niño, por ejemplo, refleja algún aspecto de la naturaleza divina. La madurez que viene con las pruebas refleja otro aspecto de su carácter. Ningún ser humano podría reflejar toda la gloria de Dios, y por esto El nos ha hecho diversos – pero también nos lleva a través de diferentes etapas en la vida, en las que reflejamos de distintas formas su gloria.

Quiero invitarles, entonces, a considerar conmigo lo que Dios nos dice a cado uno de nosotros en la etapa de vida en la que nos encontremos. ¿Cómo quiere Dios que tú y yo vivamos, reflejando la vida nueva que El nos ha dado en Cristo? Es lo que veremos en este día.

Lectura: Tito 2:1-6

2:1 Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
2:2 Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia.
2:3 Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien;
2:4 que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
2:5 a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
2:6 Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes

Las palabras “en cambio” que aparecen en el verso 1 crean un contraste con el estilo de vida de los falsos maestros que Pablo describe en el pasaje anterior. Los que corrompen a Palabra de Dios y la pervierten para sus propios fines viven vidas desordenadas y desobedientes.

La doctrina sana, en cambio, debe de producir una vida fructífera, útil y ordenada. La verdad no vale nada si no se vive. La verdad vivida, en cambio, transforma nuestras vidas y nos llena el corazón de gozo y de paz.

Dios habla por medio de su siervo Pablo a cuatro grupos dentro de la iglesia. El primer grupo lo forman los varones ancianos. Antes de seguir, debemos de aclarar que la palabra “ancianos” en el verso 2 no es una referencia a los que ocupan tal posición de autoridad en la iglesia.

En griego existen dos palabras distintas para referirse a los que son nombrados ancianos de la iglesia, y los que son ancianos en virtud del avance de la edad. Aquí, se utiliza la palabra que se refiere a los de edad avanzada.

La Biblia con una voz nos dice que el avance de la edad no es algo para lamentar, sino para celebrar. Cada año de vida que Dios nos da es otro año para conocerlo mejor y para crecer en nuestro conocimiento de su verdad. Es por este motivo que celebramos los cumpleaños – como una celebración de la vida que Dios nos da.

Podemos ver en Proverbios 16:31, por ejemplo, que las canas son una corona: “Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia”. Muchas veces quisiéramos arrancar las canas, para lucir más jóvenes; Dios nos dice, sin embargo, que las canas representan años de caminar con Dios y de aprender.

Dios desea, entonces, que los ancianos muestren la madurez y sean ejemplares para los demás. Si consideramos los adjetivos que se aplican aquí a los ancianos – moderados, respetables, sensatos, íntegros – nos hablan de una persona que vive su fe en integridad con seriedad, como un ejemplo para los demás.

Hermano, si ya has vivido varias décadas en esta tierra, Dios te da una gran oportunidad. Te invita a usar tus años de experiencia en su servicio. Este mundo te dice que ya no vales nada, que dejes lugar para los jóvenes, que la juventud es el futuro; pero Dios te dice que tienes un lugar y un propósito en su plan.

En lugar de correr tras los efímeros premios de este mundo, pon tu experiencia al servicio de Dios. Dios aún tiene trabajo para ti. Caleb fue un fuerte guerrero, derrumbando los baluartes de los gigantes – a la edad de 85 años.

Habiéndoles hablado a los ancianos, el grupo que sigue son las ancianas. Aquí se está hablando de las mujeres que ya no tienen hijos en la casa para cuidar. El carácter de estas mujeres, nos dice la Palabra, deberá reflejar la reverencia y el amor a Dios.

Es muy fácil, con el avance de los años, adoptar una actitud de cinismo y cansancio. Muchas mujeres, al ya no tener que ocuparse de la crianza de sus hijos, se encuentran con demasiado tiempo disponible. Algunas de ellas se convierten en chismosas. Pasan todo el tiempo yendo de un lado a otro, buscando el chisme más caliente para pasarlo a otros.

Otras mujeres buscan algún substituto para la juventud que han perdido. Entre ellas están las que buscan en el licor el consuelo por lo perdido. Estas acciones surgen de la inconformidad, del deseo de recobrar la juventud y volver a vivir el pasado.

No tenemos, sin embargo, esta oportunidad. Al contrario; Dios nos llama a vivir con gratitud en la etapa en la que nos encontramos. La persona realmente feliz es la persona que ha aprendido a buscar el propósito de Dios en cada etapa de su vida, y aceptar la realidad del transcurso de los años como parte del plan divino.

Hermanas mayores, no se amarguen la vida añorando los años perdidos. Dios les da a ustedes una labor sumamente importante. Dios les llama a usar su experiencia para apoyar a las más jóvenes. Les llama a compartir con ellas la sabiduría que sus años de experiencia les han dado.

Esto nos lleva a hablarles a las damas jóvenes casadas. Aquí Pablo no menciona a las solteras, aunque también tienen su parte en el plan de Dios. Muchas de las grandes siervas de Dios a través de las edades han sido mujeres solteras, que se han separado para el servicio de Dios.

Aquí, sin embargo, nos enfocamos en las casadas. Dios ha dado a la mujer un privilegio muy especial, el privilegio de ser el canal por medio del cual llega la vida al mundo. El mundo no valora este privilegio, y les dice a las mujeres que las tareas del hogar y de la crianza de los niños son una esclavitud y un estorbo.

Dios nos da otra perspectiva. En las siete frases descriptivas que tenemos acerca de la vida que Dios desea de la mujer joven, podemos distinguir cuatro ideas centrales. En primer lugar, Dios desea de la mujer devoción a su familia. El enemigo busca destruir el hogar. Sabe que de un hogar destruido saldrá mucho beneficio para él.

La mujer que demuestra un amor sacrificial hacia su esposo y sus hijos sirve a Dios al hacerlo. Dios también les llama a ser puras y tener dominio propio. En lugar de dejarse llevar por cada impulso que sienten, Dios llama a todos a desarrollar el dominio propio.

La mujer es también llamada a ser cuidadosa del hogar. Esto no significa que el hombre no debe de ayudarle. Al contrario; el buen esposo no deja todos los cargos del hogar sobre los hombros de su esposa.

Finalmente, llama a las mujeres a ser sumisas a sus esposos. Este es un mensaje que se repite vez tras vez en la Escritura, aunque es un mensaje que el mundo de hoy rechaza rotundamente. La gran ironía es que el cristianismo ha elevado a la mujer, pues en el mundo antiguo era poco más que un animal de carga.

Dios pone al hombre y a la mujer en el mismo nivel. Tenemos el mismo valor ante El. Gálatas 3:28 nos dice que, en Cristo, ya no hay hombre ni mujer: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús“. Esto significa que cada uno de nosotros tiene libre acceso a Dios, sin importar nuestro género.

Dentro de la familia, sin embargo, Dios ha creado estructuras de autoridad. Dentro de una relación de aprecio y sumisión mutua, Dios desea que la mujer se someta al liderazgo de su esposo. Aunque le dé sus opiniones y su perspectiva, a fin de cuentas, el hombre es quien lleva el cargo de autoridad y de responsabilidad en el hogar.

Dios llama a las mujeres a someterse amablemente al liderazgo de sus esposos en el hogar. En lugar de pelear con él y tratar de dominarlo, les llama a apoyarlo y serle una compañera idónea, su propósito original en la creación.

Dicho esto, esposos, debo decirles que la sumisión jamás es algo que se demanda, sino que se entrega. Dios nunca llama a los esposos a someter a sus esposas; más bien, llama a las esposas a someterse a sus esposos. La mejor forma de ganar el respeto de la esposa es mostrándose digno de tal respeto.

Finalmente, Pablo se dirige a los jóvenes. Les da una instrucción sencilla, pero llena de significado: les llama a ser sensatos. La juventud es una etapa de la vida en que muchas veces dominan los impulsos, no la inteligencia y la sabiduría.

Dios llama a los jóvenes creyentes a aprender a ser serios y tener dominio propio. Nunca te arrepentirás de haber aprendido a controlar tus impulsos y vivir para el Señor. Fácilmente, en cambio, podrás arrepentirte de alguna acción tomada en un momento de descontrol.

En los años 60, se realizó un estudio científico muy interesante. Un investigador les dijo a un grupo de niños que podían escoger entre tener un dulce en ese mismo momento, o podían esperar 20 minutos y tener dos. Algunos de los niños escogieron el dulce inmediato, y otros eligieron esperar.

Durante los 20 minutos, los niños que habían decidido esperar se tapaban los ojos para no ver la tentación, hablaban solos, cantaban – hacían cualquier cosa para distraerse. Al final de los 20 minutos, regresó el investigador y les dio el premio de los dos dulces.

Lo interesante resulta ser que, años después, el investigador buscó a los niños que había estudiado. Descubrió que, durante la adolescencia, los niños que habían esperado tenían más competencia social, y podían llevar mejor el estrés de la vida. Eran más exitosos.

La Biblia ya lo decía. El dominio propio es sumamente importante para alcanzar el éxito en la vida. Joven, el mundo te dice que vivas la vida, que te pongas a la corriente, que disfrutes – entre comillas – tu juventud. Dios te llama a escoger otro camino, el camino de la disciplina y el domino propio.

No importa la etapa de la vida en que te encuentres, Dios tiene un propósito para ti. Dale gracias a Dios por las oportunidades que El te da, y procura vivir la verdad que has llegado a conocer acerca de Cristo. Así encontrarás la paz y la vida verdadera.

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