El costo de la Navidad


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El costo de la Navidad

La Navidad es una de las temporadas más costosas del año. Muchos padres se ponen a calcular antes de que lleguen las fiestas para ver si podrán comprar los regalos que sus hijos desean. Otros simplemente los cobran a sus tarjetas de crédito, y dicen: Lo pagaremos después.

No les recomiendo esta última estrategia, pues es una buena forma de terminar en la miseria. Sin embargo, la Navidad no es costosa solamente para los padres de familia. Pensemos por un momento en lo que costó esa primera Navidad.

Les costó a María y a José la comodidad del hogar durante su largo exilio en Egipto para proteger al bebé. Les costó a las madres de Belén la masacre de sus hijos por edicto del cruel Herodes. Les costó a los pastores la comodidad de su vida pastoral, al ser llamados al pesebre y a compartir las buenas nuevas.

Les costó a los magos un viaje largo, regalos costosos y vidas cambiadas. Les costó a los apóstoles y a la Iglesia primitiva la persecución, y en algunos casos, la muerte. Les cuesta a los misioneros el sufrimiento y la privación para compartir las buenas nuevas.

Les ha costado a los mártires de todas las edades sus vidas para conocer a Cristo. Pero todos estos precios parecen muy módicos a comparación con el verdadero costo de la Navidad. El verdadero costo lo pago Dios. A Dios el Padre le costó la vida de su único Hijo, a quien envió a este mundo para salvar a los hombres.

A Jesucristo le costó una vida de sacrificio y una muerte de cruel sufrimiento. ¿Por qué pagó Dios este precio tan alto? Lo hizo por amor. Dios amó tanto a esta raza pecadora que dio a su Hijo para que pudiéramos ser redimidos del pecado.

¿Cómo debemos de responder ante este regalo tan grande? Veamos.

Lectura: 2 Corintios 9:15

9:15 ¡Gracias a Dios por su don inefable!

Frente a un regalo tan grande, no podemos hacer más que darle las gracias a Dios. No se lo podemos pagar. No existe cosa en el mundo que se aproxime al valor del sacrificio que Jesús hizo por nosotros.

A veces pensamos que lo tenemos que ganar. Así creen los que dicen: Dios no me puede perdonar a mí. He hechos demasiadas cosas malas. La única persona que Dios no puede perdonar es la persona que no acepta su perdón con arrepentimiento y fe. Tristemente, la mayor parte de la población del mundo se encuentra en esta situación.

Si hemos respondido al llamado de Dios, en cambio, creyendo en su Hijo y confiando en El para recibir la salvación, ¿cómo podemos mostrarle nuestra gratitud? ¿Cómo podemos mostrarle al Padre que estamos agradecidos por aquel gran regalo que El nos hizo al enviar a Su Hijo a este mundo?

Consideremos dos formas en que le podemos dar gracias a Dios.

Lectura: Salmos 28:7

28:7 Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado, Por lo que se gozó mi corazón, Y con mi cántico le alabaré.

La primera forma en que le podemos dar gracias a Dios es en nuestro canto. Dios se alegra cuando su pueblo le canta. Los cantos de su pueblo son como un perfume agradable que sube ante el Señor.

A veces observo los rostros de ustedes cuando estamos cantando al Señor, y me pregunto: ¿en qué estarán pensando? Sus expresiones reflejan muchas cosas: distracción, aburrimiento, falta de concentración, entra otras.

Sin embargo, las cosas de las que cantamos son las verdades más maravillosas del mundo. Si estamos agradecidos con Dios, ofrezcámosle canciones de gratitud de un corazón sincero. No debemos de pegarnos una sonrisa en la cara simplemente para mantener las apariencias; sin embargo, si estamos concentrados en lo que estamos cantando, esto producirá gozo y gratitud en nuestro corazón.

Las expresiones de gratitud que ofrecemos cuando nos reunimos para adorar a Dios deben de ser la expresión de vidas que reflejan agradecimiento en todo momento.

Lectura: Colosenses 3:17

3:17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

¡Si tan sólo pudiéramos aprender a vivir en gratitud! El corazón desagradecido sólo ve los sufrimientos de la vida, pero el corazón agradecido es una fuente de gozo y paz. Cuando estamos agradecidos con Dios por sus bendiciones, es más fácil vivir conforme a su voluntad.

En cambio, cuando permitimos que el enemigo siembre en nuestro corazón sentimientos de amargura y resentimiento por lo que nos ha tocado en la vida, es muy fácil justificar nuestra desobediencia contra Dios. La gratitud nos ayuda a obedecer, y la obediencia que nace de la gratitud es una gran fuente de bendición.

En cierta ocasión, se le invitó a un campesino a comer con un hombre rico y educado. Al sentarse a la mesa, el campesino inclinó la cabeza para dar gracias al Señor por los alimentos. Su anfitrión le dijo, en burla: Eso ya no está de moda. Hoy las personas de educación no acostumbran orar antes de comer.

El campesino respondió que él aún acostumbraba orar antes de comer, pero que tenía algunos compañeros en la granja que no lo hacían. Qué bueno, dijo el anfitrión rico de la fiesta, ellos han de ser muy sensatos y educados. ¿Quiénes son? El campesino respondió: Son los puercos.

En esta temporada de Navidad, no seamos como ellos. Expresemos al Señor nuestra gratitud por el gran regalo que nos ha dado.

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