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El que no conoce a Cristo está perdido


perdido sin Cristo

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El que no conoce a Cristo está perdido

En cierta ocasión, una avispa cayó sobre el plato de desayuno de un hombre y empezó a comerse la mermelada que allí había. Tomando el cuchillo, el hombre cortó la avispa en dos pedazos, partiéndole el abdomen.

La avispa pareció no darse cuenta. Siguió comiéndose la mermelada, que ahora entraba por la boca de la avispa y salía por la apertura en el abdomen. Fue sólo cuando quiso volar que se dio cuenta de su apuro.

Nos rodean millares de personas que consumen los placeres de este mundo, despreocupados y tranquilos. No se dan cuenta del apuro en el que se encuentran. No saben que están perdidos. Será sólo cuando quieran volar que se darán cuenta.

¿Cómo responde Dios ante esta realidad? ¿Cuál es su deseo para la humanidad? Veamos lo que nos dice nuestro Señor Jesús.

Lectura: Lucas 15:8-10

15:8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
15:9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
15:10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

Jesús contó esta parábola para responder a los líderes religiosos que observaban a la gente de baja clase que se reunía para oír a Jesús. Los fariseos consideraban que cualquier maestro que tolerara a los pecadores no pudiera ser muy buen maestro de la ley.

En respuesta, Jesús contó esta parábola y dos más para mostrarles lo lejos que estaban de entender lo que Dios realmente desea. Compara aquí a Dios con una mujer que tiene diez monedas de plata.

Al parecer, estas diez monedas de plata formaban el ahorro de la mujer. Eran sumamente importantes para ella. Lógicamente, ella le da una limpieza profunda a la casa hasta encontrar la moneda que había perdido. Si alguna vez han perdido algún objeto pequeño de valor, entenderán perfectamente los sentimientos de esta mujer.

El primer punto de importancia que encontramos aquí es éste:

El que no conoce a Cristo está perdido

¿Qué representa la moneda? Representa a la persona que está lejos de Dios. Representa a la persona que no ha recibido el perdón por medio de la fe en Cristo Jesús. La Biblia nos dice que quienes no han recibido a Cristo se encuentran condenados por sus pecados.

Por ejemplo, nos dice Juan 3:18: «El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios». El pasaje es muy claro: sólo hay dos opciones. Podemos creer en Cristo, y tener vida por medio de El; o podemos seguir nuestro propio camino, y quedarnos en la condenación.

Hay algunas preguntas que surgen de inmediato. Por ejemplo, ¿cuál será el destino de quienes nunca han tenido la oportunidad de creer en Cristo? ¿Los condenaría un Dios amoroso? La Biblia no contesta directamente esta pregunta, aunque sí nos dice que Dios es justo. El tratará con estas personas de una forma justa, conforme a su carácter.

La Biblia sí nos enseña que sólo podemos tener la seguridad de estar a salvo, de no estar perdidos, si tenemos a Cristo. «En ningún otro hay salvación», nos dice el apóstol Pedro en Hechos 4:12: «porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante le cual podamos ser salvos».

Si queremos estar seguros de ir a estar con Dios algún día, de vivir en el presente con su cuidado y su amor y de ser sus hijos, necesitamos a Cristo. Sólo El nos puede salvar. Sólo en El podemos encontrar el perdón, la paz y la vida eterna.

¿Cuántas personas conoces que viven sus vidas sin Cristo? ¿Cuántas personas conoces que están perdidas? Muchos viven perdidos, y no lo saben. Se parecen al niño que anduvo con sus padres y sus abuelos en la galería de tiendas durante la temporada navideña.

De pronto, los padres se dieron cuenta de que su hijo no estaba con ellos – y el pánico se apoderó de sus corazones. Recordaron todas las historias que habían oído de niños secuestrados en lugares públicos y lo empezaron a buscar desesperadamente por toda la galería. Uno de ellos se fue afuera para buscarlo entre los carros, mientras el otro lo buscaba entre las tiendas.

Finalmente lo encontró su abuelo. El niño no estaba traumatizado. Para él, no había ningún problema. Su abuelo lo encontró en el mostrador de dulces, boquiabierto frente a tantas golosinas. No reconocía el peligro en el que se encontraba, ni la preocupación de sus padres.

Así viven muchas personas en este mundo. La gente no sabe que está perdida, ni siente preocupación; simplemente se quedan boquiabiertos ante todo lo que el mundo ofrece sin saber que no les traerá satisfacción. Sin Cristo, están perdidos.

Sin embargo, aquí no se termina el asunto.

Dios no desea que nadie se pierda

Cuando Jesús describe la reacción de la mujer de la parábola, dice: Reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: «Alégrense conmigo». De igual forma, nos dice Jesús, Dios se regocija por un pecador que se arrepiente. Hay gozo en el cielo cuando una persona le da la espalda a su vida de pecado y se vuelve a Jesús.

La Biblia nos lo dice claramente: «El Señor… no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan» (2 Pedro 3:9). También nos lo dice Ezequiel 18:23: «¿Acaso creen que me complace la muerte del malvado? ¿No quiero más bien que abandone su mala conducta y que viva? Yo, el Señor, lo afirmo».

Dios no salva a nadie por obligación. El ha dejado en nuestras manos la decisión sobre nuestro propio destino. También ha dejado en nuestras manos la responsabilidad de compartir con otros el camino de salvación. El ya realizó todo lo necesario para que la salvación esté a nuestro alcance, al enviar a su Hijo para sacrificar su vida en nuestro favor.

Ahora nos toca a nosotros compartir con otros la forma en que pueden ser salvos, poniendo su confianza en la muerte de Cristo por sus pecados y entregándole su vida como Señor.

Se cuenta del famoso escritor ruso Vladimiro Nabokov que era gran coleccionista de mariposas. En cierta ocasión, estando de huésped en una casa, contó a su anfitrión que había oído unos gemidos mientras perseguía una mariposa.

-¿Averiguaste de qué se trataba? -le preguntó su anfitrión. -No, -respondió Nabokov- tenía que atrapar la mariposa.

Al día siguiente, se supo que se había encontrado el cadáver de un hombre anciano en las cercanías del lugar donde había estado Nabokov. Y yo me pregunto: ¿será que nosotros también estamos permitiendo que la gente se muera sin Cristo, mientras perseguimos mariposas?

Dios se regocija cuando un alma perdida se salva. Hermanos, traigamos gozo al corazón de nuestro Padre compartiendo con otros cómo pueden también encontrar la salvación y la reconciliación. No los dejemos perdidos.

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