Domingo de Ramos


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Domingo de Ramos

Es una realidad de la vida que diferentes personas pueden tener diferentes reacciones a la misma cosa. Por ejemplo, un día lluvioso puede ser muy bienvenido para un sembrador que acaba de preparar su campo, pero ese mismo día sería una trageda para una familia que se va para la playa.

Durante su vida terrenal, Jesús causó diferentes reacciones, como también las sigue causando. Hoy vamos a considerar el evento que celebramos hoy, el domingo de Ramos. Me refiero a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Hoy lo veremos desde perspectiva de Juan.

En su evangelio, Juan destaca diferentes clases de fe – y no toda la fe es suficiente o salvadora. Lo que vemos hoy es que Jesús, nuestro Rey y liberador, ha llegado, llamándonos a un compromiso.

Lectura: Juan 12:12-19

12:12 El siguiente día, mucha gente que había venido á la fiesta, como oyeron que Jesús venía á Jerusalem,
12:13 Tomaron ramos de palmas, y salieron á recibirle, y clamaban: ¡Hosanna, Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!
12:14 Y halló Jesús un asnillo, y se sentó sobre Él, como está escrito:
12:15 No temas, hija de Sión: he aquí tu Rey viene, sentado sobre un pollino de asna.
12:16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos de primero: empero cuando Jesús fué glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas de Él, y que le hicieron estas cosas.
12:17 Y la gente que estaba con Él, daba testimonio de cuando llamó á Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos.
12:18 Por lo cual también había venido la gente á recibirle, porque había oído que Él había hecho esta señal;
12:19 Mas los Fariseos dijeron entre sí: ¿Veis que nada aprovecháis? he aquí, el mundo se va tras de Él.

Hoy nos encontraremos con 3 personas que presenciaron este evento. La primera es una mujer que forma parte de la multitud:

«Mi nombre es Ester, y ¡estoy harta de pagar impuestos a Roma! Todo lo que gana mi esposo en nuestra pequeña granja va a Roma; inclusive viniendo aquí a Jerusalén para celebrar la Pascua nos vimos obligados a detenernos para llevar la carga de un soldado romano una milla.

¡Ni siquiera somos dueños de nuestro propio tiempo! En cualquier momento, pueden exigirnos que trabajemos – como si no fuera suficiente que nos quitan casi todo lo que ganamos.

¿Por qué estamos aquí, a la orilla de la calle, con ramas de palmera? Es que la gente anda diciendo que podría llegar en cualquier momento el Mesías. Yo espero que sea pronto. Quiero que sean las cosas como cuentan las Escrituras, como en los días de David o Salomón, cuando las naciones vecinas nos temían, y había mucha riqueza.

Hace algunos días vino corriendo mi prima a la casa. Había estado en Betania, a unas tres millas de aquí, cuando este hombre llamado Jesús hizo salir un muerto de la tumba. Yo no lo creí, pero mi prima no inventa – y ella asegura haberlo visto con sus propios ojos.

¿ Será éste el que hemos esperado? No lo sé – sólo estoy cansada de vivir así como estamos, y estoy lista para seguir a cualquiera que me pueda sacar de este lío. ¡Mira, aquí viene! ¡Es Jesús! ¡Hosanna!»

Unas preguntas:

¿Qué vemos en Ester? Fe – de cierta clase. No busca la verdad; busca beneficios.

Quiere un Salvador, pero lo quiere bajo sus propios términos. Ester está buscando un Salvador que haga lo que ella quiere. Su enfoque está en las necesidades que ella percibe – sus necesidades económicas y su deseo de tener la libertad política.

¿Habrá gente así todavía? ¿Existe aún gente que quiere seguir a Jesús, pero bajo sus propios términos? La naturaleza humana es la misma. Quizás alguien que se encuentra aquí hoy está buscando a Jesús sólo para ayudarle a resolver un problema de salud, un problema matrimonial, una situación laboral o algún otro problema.

Te aseguro que Jesús es poderoso para resolver cualquier problema que enfrentes. Te aseguro también que, si sólo buscas a Jesús para resolver tus problemas, tarde o temprano te desilusionarás. Ésa no es la clase de fe que está buscando Jesús. Ésa no es la clase de relación que desea tener contigo.

¿Habrá otra clase de fe preferible? Conozcamos a una segunda persona, uno que acompañaba a Jesús de cerca:

«Mi nombre es Natanael, y conocí a Jesús cuando mi amigo Felipe me dijo que lo viniera a ver, que era el Mesías. Cuando lo llegué a ver, me dijo lo que había estado haciendo ese mismo día. ¡Con eso me convenció! Claramente este hombre venía de Dios, y yo quería unir mi destino a la de él

Yo no entiendo lo que está pasando aquí. Jesús hizo todos los arreglos para entrar en Jerusalén, pero sobre un burrito – ¿por qué no un caballo de guerra? Yo sé que él es nuestro liberador, nuestro Rey – y yo creo en él.

En estos tres años que tengo con él he visto cosas increíbles. He visto a muertos resucitar, ciegos ver, cojos andar – todas estas cosas comprueban para mí que Jesús es el Salvador a quien hemos estado esperando.

Sin embargo, lo que más me convence es su persona. Yo sé que él dice la verdad. Yo sé que él es el único camino al Padre. No entiendo bien como todo esto va a salir, pero esto sí sé – estoy con él.»

Unas preguntas:

¿Qué clase de fe vemos aquí? ¿Cuál es la diferencia entre éste y la anterior?

La clave para entender la diferencia entre estas dos personas es el compromiso. No es que Natanael lo entendiera todo; fue sólo con la venida del Espíritu Santo, después de la exaltación de Jesús, que vino el entendimiento del significado.

Tampoco se trataba de tener una fe que nunca fallara. Natanael, con los otros discípulos, abandonó a Jesús en su crucifixión.

Quizás, como Natanael, no entendamos completamente las cosas de Dios. Jesús no nos exige que lo entendamos todo para poderle seguir. La fe no siempre es ciega, pero tampoco podrá existir cuando continuamente dudamos. Podemos confiar en la ayuda del Espíritu Santo para revelarnos la verdad.

Quizás, con él, en algún momento hayamos fallado en nuestra devoción a Cristo. Cristo restauró a sus discípulos, y nos puede restaurar también. Si tú le has fallado al Señor, él está deseoso de restaurarte. Él no te mira con ojos de condenación, sino de amor.

Lo que podemos compartir con Natanael es su convicción de que este hombre, Jesús, es el camino, la verdad, y la vida. Podemos saber que queremos unir nuestro destino con el suyo.

Ahora vamos a conocer a una persona más:

«Mi nombre es Simón, y soy fariseo. Soy líder de este pueblo; yo sé lo que conviene para nosotros, y les puedo decir que ¡este farsante sólo va de mal en peor! ¿Qué no hará ahora? Entrando de esta manera al pueblo – simplemente está pidiendo que se arme una revolución. Si sucede, yo no me hago responsable. Él que la resuelva como pueda.

Hace ya tres años que hemos trabajado con él, tratando de hacerle ver la razón. Le hemos tratado de explicar que no puede andar excitando a la gente, que hay que mantener la calma por la presencia de los romanos – pero ¡no entiende! Y esa charlatanería que la gente llama milagros – me cuentan que esa clase de cosa se ve también entre los magos de Egipto. Lo seguro es que no pertenece a una religión ordenada y correcta.

¡Qué escándalo! Hasta acepta como seguidores a prostitutas y cobradores de impuestos. ¿Qué de bueno puede tener eso? ¿No sabe que la manzana podrida pierde a su compañía?

Te voy a decir una cosa – de las actividades de este loco no puede salir nada bueno. Y sin embargo, ¡mira cómo lo sigue todo el mundo! Que Dios tenga misericordia de nosotros.»

Unas preguntas:

¿Qué notamos en el ejemplo de este fariseo? Al parecer, su actitud era razonable. Aparentemente, estaba pensando bien. Aparentemente, buscaba lo mejor para el pueblo. Sin embargo, las apariencias engañan – y él se engañaba a sí mismo.

El camino a Dios no es a través de la razón, de pensarnos buenos, de ser sabios y listos. Sólo viene de un corazón humilde y contrito, que acepta con agradecimiento lo que Dios da. El fariseo es como una fruta de plástico – luce muy bonita, pero no hay nada adentro.

Creo que la mayoría de nosotros tiene algo de fariseo. Nuestra naturaleza humana nos lleva a defendernos, a querer creernos buenos, a pensar que nuestro camino es el mejor. Jesús llega a nuestra vida y nos confronta con esta pregunta: ¿destruiremos a ese fariseo interno, o dejaremos que nos gobierne?

En este domingo de ramos hemos visto que Cristo ha llegado como Rey y liberador, y tenemos que decidir cómo vamos a responder. ¿En qué grupo te ves hoy? ¿Te ves en Ester, la mujer que sólo esperaba recibir algo del Señor? Esa misma mujer, una semana después, formaba parte del grupo que gritaba ¡Crucifícalo! Cuando sus deseos no se cumplieron, se volvió en contra del Señor.

Quizás te encuentras como fariseo. Consideras que eres buena persona, que no le haces daño a nadie y que puedes manejar tus propios asuntos. Dime: ¿Cómo respondes a Cristo? ¿Por qué murió? ¿Cuál es tu respuesta a su demanda de que le entregues tu vida?

El mejor grupo, desde luego, es el que representa Natanael – el grupo de los discípulos. No lo entendían todo, ni fueron perfectos; sin embargo, tuvieron una fe suficiente. Eso es todo lo que Cristo te pide; una fe que cree en él, a pesar de las apariencias, de los cambios, de ti mismo. Te invito a compartir esa fe hoy.

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