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La nueva vida en Cristo


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La nueva vida en Cristo

Un día, Jaime oraba en su cuarto: Oh, Señor, ¡muéstrame qué debo hacer! ¡Sólo quiero hacer tu voluntad! ¡Enséñame qué quieres que haga! En eso, su esposa toca la puerta: Querido, el pastor te habla por teléfono. El responde: seguramente quiere pedir mi ayuda en algo en la iglesia. Dile que no estoy, y que no sabes cuándo regresaré.

Sigue orando: Oh, mi Dios, ¿cómo te puedo servir? ¡Sólo deseo agradarte! Yo sé que tú me has perdonado, y ahora te quiero agradar con mi vida. En eso, su hijo toca la puerta: Papi, ¿puedo hablar contigo? Quiero pedirte disculpas por lo que te dije esta mañana. El responde: ¡Vete, hijo vago! ¿Tú crees que con una sencilla disculpa te voy a perdonar? ¡Mejor anda y lávame el carro – después vamos a ver si te perdono!

Sigue en oración: Oh, Señor, ¿cómo puedo servirte? ¡Todo lo que tengo es tuyo, Señor! ¡Úsame para tu gloria! En eso suena el timbre, y se va a abrir la puerta. Allí está un viejo amigo de la escuela. Mira, Jaime, -le dice-, no quería molestarte, pero es que la situación está muy crítica ahorita. Perdí el trabajo, y nos están a punto de echar de la casa. ¿No me podrías ayudar con un poco, hasta que pueda encontrar algo más? Le responde Jaime: Pues, tú sabes que tengo muchas ganas de ayudarte, pero también las cosas están difíciles aquí. Queremos comprar otro carro nuevo porque el que tenemos ya tiene un año de uso, y mi niña sólo tiene 20 pares de zapatos – ¡imagínate la vergüenza! – y esta casa de 5 recámaras ya se nos hace muy pequeña, así que – me gustaría ayudarte, pero ves que tengo mis propios problemas financieros. ¡Espero que pronto te mejoren las cosas! ¡Qué bueno verte!

Regresa a su cuarto: Oh Dios, ¿por qué no me hablas? ¿Por qué no me muestras cómo servirte? ¡Sólo quiero agradarte con mi vida!

Este hombre tenía un problema. ¿Cuál era? El no podía relacionar su vida como creyente, es decir su relación con Dios, con su vida diaria. No logró ver cómo Dios quería que él viviera de día en día. Entonces, aunque expresó buenos sentimientos, no supo vivirlos.

Puede sucedernos muy fácilmente lo mismo. Lo que sentimos y aprendemos en la iglesia debe transformar nuestra vida diaria. La iglesia es como un centro de entrenamiento donde venimos para aprender cómo vivir los 7 días; no es como un centro de salud donde venimos para que nos vacunen y ya. La nueva vida que Dios nos da es para toda nuestra vida.

Hoy vamos a ver la manera en que esto se expresa en nuestro trato con los demás. La idea es ésta: Nuestra nueva vida en Cristo se expresará en nuestro trato con los demás.

Lectura: Efesios 4:22-32

4:22 A que dejéis, cuanto á la pasada manera de vivir; el viejo hombre que está viciado conforme á los deseos de error;
4:23 Y á renovarnos en el espíritu de vuestra mente,
4:24 Y vestir el nuevo hombre que es criado conforme á Dios en justicia y en santidad de verdad.
4:25 Por lo cual, dejada la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
4:26 Airaos, y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo;
4:27 Ni deis lugar al diablo.
4:28 El que hurtaba, no hurte más; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de qué dar al que padeciere necesidad.
4:29 Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia á los oyentes.
4:30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención.
4:31 Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia:
4:32 Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdonándoos los unos á los otros, como también Dios os perdonó en Cristo.

Vamos a ver tres formas que nuestra nueva vida en Cristo se expresa en nuestro trato con los demás.

La nueva vida es una vida de comunicación constructiva

La comunicación es una parte esencial de la vida humana – lo que decimos y oímos nos afecta y afecta a otros. Nuestra comunicación es como aire – el cual todos respiramos. Si es buena, respiramos aire puro que nos revive. Si es negativa, respiramos aire contaminada que nos enferma y mata.

Lo que decimos demuestra el estado de nuestro corazón. Jesús dijo que es de la abundancia de su corazón que habla el hombre. Si somos cristianos, nuestra manera de hablar será caracterizada por lo siguiente:

A. La comunicación constructiva es verdadera (Efesios 4:25)

Nuestro Dios es un Dios de verdad. El no miente. Y como sus hijos, debemos siempre de hablar la verdad también.

Muchas veces es más fácil decir una mentira. Así no tenemos que sentir vergüenza por alguna falla, no tenemos que correr el riesgo de que la persona se sienta mal, todo parece correr mejor por el momento. Pero la realidad es que cada mentira destruye. Destruye la confianza entre las personas – aunque la persona nunca se entere de que le dijiste una mentira (y muchas veces se entera), tú lo sabes – y la relación nunca podrá ser abierta y de confianza

El camino fácil es el camino de la mentira. Pero Jesús nos dijo que el camino al cielo no es el camino fácil – y si seremos sus seguidores, nos toca seguir su ejemplo de verdad – y ser honestos en todas nuestras relaciones.

¿Eres honesto? ¿Dices la verdad, aun cuando te cuesta? La comunicación constructiva es verdadera.

B. La comunicación constructiva es edificante (Efesios 4:29-30)

Aquí se habla de las palabras obscenas – las palabrotas, las groserías. Esas palabras no tienen lugar en la boca de un cristiano.

Una mujer, al oír las nuevas palabras que su adolescente había aprendido de sus compañeros, le dijo sólo una cosa: Mi hijo, ¿con esa boca comes? Las palabras vulgares son como la contaminación ambiental – crean un ambiente desagradable para todos. Esas palabras no edifican, sino que destruyen la comunicación cortés y productiva.

Pero también se habla de comunicaciones que destruyen a la persona. Dios nos dice que debemos siempre de hablar de una manera que levantará a la persona con quien hablamos, o de quien hablamos.

Digamos, por ejemplo, que la mujer está hablando con sus amigas cuando llega otra señora. A su cara, todo es risa y congenio, pero cuando se va…¿Viste el vestido que traía? ¡Eso salió de moda con los dinosaurios! Y empiezan las críticas.

También sucede cuando atacamos y herimos a otros con nuestras palabras. Padres, nunca digan a sus hijos: ¿Por qué no eres como tu hermana? ¡Ella sí se porta bien! No digan, ¡Ojalá que nunca hubieras nacido! Esas palabras se quedan en la memoria del niño, y lo destruyen. Más tarde, cuando ellos traigan vergüenza a la familia, no digas: ¿cómo me pudiste hacer esto? Porque tú lo hiciste destruyendo su alma.

No critiques a otra persona – si tienes que llamarle la atención acerca de algo, hazlo a solas y con amor y respeto – esta es la manera de tener comunicación que edifica.

Hazte la pregunta: ¿cómo me sentiría yo si me dijeran esto? Este es el camino del amor. Cualquier otra clase de hablar entristece al Espíritu, pues destruye la obra constructora suya en la iglesia. El está trabajando para que estemos unidos, pero cuando hablamos mal de toros, cuando los criticamos, entonces destruimos su obra.

Así que la nueva vida es una vida de comunicación constructiva.

La nueva vida es una vida de relaciones reconciliadas

¿Qué es la reconciliación? Es estar en buenas relaciones con los demás.

A. La reconciliación significa resolver el enojo (Efesios 4:26-27)

El enojo es como un pequeño hoyo en el casco de un buque: si se descubre pronto y se tapa, no hay problema; pero si se ignora, todo se puede hundir.

Si solapamos o ignoramos nuestro enojo, es casi seguro que se vuelva pecado. Por el otro lado, si lo resolvemos pronto – antes que se ponga el sol – quedamos protegidos.

Si no resolvemos nuestro enojo, estamos dándole oportunidad a Satanás para actuar en nuestras vidas. Podemos volvernos instrumentos suyos para dividir y destruir nuestra vida, nuestra familia, o nuestra iglesia.

Tenemos que entender que hay diferentes maneras de manejar mal el enojo. Obviamente, podemos vengarnos – gritando, siendo violentos, etc. Todos sabemos que esto nunca es bueno. Pero también podemos ocultar el enojo y volvernos amargados, guardando malos sentimientos contra la persona, ocultando el rencor que sentimos. Éste es también pecado que resulta de no resolver el enojo.

¿Cómo, entonces, resolvemos el enojo? Al ser posible, podemos hablar con la persona, explicándoles que su acción o sus palabras nos ofendieron. Así les damos la oportunidad de efectuar la reconciliación, disculpándose. Aunque ellos no quieran la reconciliación, podemos perdonar. Sabemos que cuando alguien peca contra nosotros, una de 2 cosas pasará: ellos se arrepentirán, o Dios les castigará. Así que, no nos toca a nosotros castigarlos. Podemos dejar nuestro enojo y la ofensa en manos de Dios.

Lo importante es no guardar el enojo, sino resolverlo.

B. La reconciliación significa ser bondadosos y perdonar (Efesios 4:31-32)

Es algo que tan fácilmente olvidamos – si Dios nos ha perdonado, tenemos la obligación de perdonar también a los demás. En vez de que nuestras relaciones sean caracterizadas por gritería, rencor, etc, tenemos que mostrar bondad, paz, y perdón.

En otras palabras, podemos vivir bajo uno de 2 sistemas. Podemos vivir en un sistema de justicia – donde todos reciben su merecido. Cuando alguien nos ofende, nos encargamos de ver que ellos sufran por lo que han hecho. Pero entonces nosotros también recibiremos nuestro merecido. Cada cosa vana, cada palabra, cada pensamiento será juzgado por Dios, y recibiremos el castigo apropiado.

¿Queremos vivir en ese sistema? La otra opción es que recibamos la gracia de Dios, que nos llega en Jesucristo – que todos nuestros pecados sean borrados, que seamos libres de toda condenación.

Ah – pero si vamos a recibir esa gracia, tenemos que mostrarla también a otros. Por eso Jesús nos enseñó a orar, Perdónanos nuestras deudas, como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

¿Guardas rencor? ¿O eres bondadoso y perdonador? ¡Esto es algo serio! Si quieres gozar de la gracia de Dios, si crees haberla recibido por fe en Jesús, no hay opción – tienes que imitar a tu Padre en esto también.

La nueva vida es una vida de posesiones compartidas

Efesios 4:28 – la nueva vida que Dios nos da también se demuestra en nuestra actitud hacia las posesiones. Podemos comparar lo peor de la vida anterior con lo normal en la vida nueva.

La peor actitud hacia las posesiones es tomar lo que no es nuestro. Podemos hacer esto de maneras obvias, pero también lo hacemos cuando no damos a nuestro empleado el trabajo por el cual nos pagan, o cuando no pagamos lo que debemos.

La actitud del creyente tiene que ser muy diferente. Lejos de tomar lo que no es suyo, deberá de trabajar honradamente – no sólo para tener sustento, sino para poder compartir con otros también.

La actitud mundana dice: quiero agarrar todo lo posible para mí. Si lo hago trabajando, es suficiente. El cristiano dice: no sólo respetaré lo que es tuyo, sino también compartiré lo mío contigo cuando lo necesites.

Cuando rendimos nuestras vidas a Dios, reconocemos que todo lo que tenemos es de El. Lo usaremos, entonces, de una manera que le agrada. Esto incluye trabajar honestamente para ganarlo, porque el trabajo es bueno; y significa usarlo de una manera generosa y no egoísta.

¿Cómo ves tus posesiones? ¿Las usas para ayudar a otros y para servir a Dios? ¿O buscas la manera de agarrar todo lo posible para ti?

La nueva vida en Cristo es una vida de posesiones compartidas.

Vamos a regresar a la historia de Jaime por un momento. Cuando llamó el pastor, ¿qué respuesta quería Dios que él diera? Dios quería que Jaime hablara con él, y si no podía ayudar, que se lo dijera honestamente. Cuando le pidió disculpas su hijo, ¿qué respuesta debió haberle dado? Cuando le pidió ayuda su amigo, ¿qué quería Dios que él hiciera?

Propongámonos en esta semana vivir la nueva vida que es nuestra en Cristo, en comunicación constructiva, relaciones reconciliadas, y posesiones compartidas.

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