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El Señor es un refugio seguro


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El Señor es un refugio seguro

Algunos años atrás, una revista para damas publicó los resultados de una encuesta. Ante la pregunta, ¿En quién confías?, las suscriptoras habían respondido de la siguiente forma. El cuarenta por ciento respondió que confiaba en un conocido presentador de noticias televisivas.

El veintiséis por ciento respondió que confiaba en el papa. El seis por ciento respondió que confiaba en Billy Graham, el conocido evangelista. Solamente el tres por ciento respondió que confiaba en Dios.

Interesantes los resultados de esta encuesta, ¿cierto? Y yo me pregunto: ¿en quién confiamos tú y yo? Hoy te quiero decir que el Señor es un refugio seguro en toda situación. Puedes confiar en el Señor siempre.

Para empezar, vamos a ver que:

El Señor es un refugio seguro ante la oposición.

La oposición es algo que todos experimentamos en algún momento. Alguien ha dicho que, si nadie se te opone, es porque no estás haciendo nada. Esto es aun más cierto cuando estamos en alguna posición de liderazgo – sea en el trabajo, en la sociedad o en la Iglesia.

El rey David conocía muy bien la oposición. Cuando aún era joven, fue escogido por Dios como sucesor a Saúl, quien se había rebelado contra Dios. David tuvo que esperar varios años para asumir el trono después de ser ungido. Durante este tiempo, el sirvió dentro del palacio, tocando música para calmar a Saúl. También se hizo amigo de Jonatán, hijo de Saúl.

Con el tiempo, sin embargo, Saúl se volvió celoso de David, al ver que éste se hacía más popular que Saúl. Intentó matarlo en varias ocasiones, y David tuvo que huir. Imagina, por un momento, lo que pensaría David; sabía que Dios lo había escogido como rey, y sin embargo, tuvo que esconderse en el desierto para no morir.

¿Dudaría David de la protección de Dios en aquel momento? Veamos lo que él mismo escribió acerca de Dios.

Lectura: Salmo 27:1-6

27:1 Jehová es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida: ¿de quién he de atemorizarme?
27:2 Cuando se allegaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron.
27:3 Aunque se asiente campo contra mí, No temerá mi corazón: Aunque contra mí se levante guerra, Yo en esto confío.
27:4 Una cosa he demandado á Jehová, ésta buscaré: Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.
27:5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Ocultaráme en lo reservado de su pabellón; Pondráme en alto sobre una roca.
27:6 Y luego ensalzará mi cabeza sobre mis enemigos en derredor de mí: Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo: Cantaré y salmearé á Jehová.

David nos presenta un gran ejemplo de confianza en el Señor. Para él, Dios era un baluarte. Era un refugio, un escondite frente a los ataques. Aunque lo atacaran, aunque hicieran guerra contra él, David estaría confiado en el Señor.

Es muy importante notar de dónde nacía la confianza de David. Nacía de su experiencia de la presencia de Dios. Su más profundo deseo era estar en la presencia de Dios. Su protección estaba en el tabernáculo de Dios – no de una forma literal, pues el tabernáculo era una tienda de campaña que no ofrecía ninguna protección física. Era la presencia de Dios que allí estaba.

Como creyentes que vivimos de este lado de la cruz, tenemos una gran seguridad. La Biblia nos dice que cada uno de nosotros es templo del Espíritu Santo. La misma presencia de Dios en la que confiaba David está en cada uno de nosotros. Por eso, cuando enfrentamos la oposición, podemos estar seguros de que Dios está con nosotros.

Quizás tú te sientas atacado y rodeado de enemigos. Quizás enfrentes la oposición de algún compañero o familiar con quien antes contabas. La tentación que enfrentas es de arreglar la situación por tus propias cuentas. Quizás hayan chismeado de ti, y tú quieras también levantar chismes contra quienes te hicieron mal.

Quizás te hayan maltratado, y la tentación que enfrentas es la de hacer que sufran como te han hecho sufrir. Quizás no sepas cómo saldrás de la situación en la que te encuentras. Puedes tener la seguridad de que el Señor es un refugio seguro ante la oposición.

Busca su presencia. No dejes de orar, no dejes de leer su Palabra, no dejes de buscar de El. En el templo del Señor encontrarás tu refugio. El te amparará, y a su debido momento, traerá tu liberación. El Señor es un refugio seguro ante la oposición.

Podemos experimentar la protección de Dios también frente a la calamidad.

El Señor es un refugio seguro en el desastre.

Lectura: Salmo 46:1-7

46:1 Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
46:2 Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida; Aunque se traspasen los montes al corazón de la mar.
46:3 Bramarán, turbaránse sus aguas; Temblarán los montes á causa de su braveza. (Selah.)
46:4 Del río sus conductos alegrarán la ciudad de Dios, El santuario de las tiendas del Altísimo.
46:5 Dios está en medio de ella; no será conmovida: Dios la ayudará al clarear la mañana.
46:6 Bramaron las gentes, titubearon los reinos; Dió él su voz, derritióse la tierra.
46:7 Jehová de los ejércitos es con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. (Selah.)

En este mundo, aun la naturaleza misma es rebelde. La tierra tiembla, el mar se eleva contra los poblados y la lluvia, que nutre la tierra, también trae inundaciones y tempestad. Con todos los avances científicos de los últimos siglos, aún no hemos llegado a controlar la naturaleza. Miles de personas aún perecen, como lo vimos en diciembre del año pasado cuando un maremoto impactó a varios países asiáticos.

Frente a la posibilidad de enfrentar un desastre en cualquier momento, la mayor parte de las personas prefiere vivir su vida, tratando de ignorar la posibilidad de que algo les suceda. Los que creemos en el Señor, sin embargo, tenemos buena razón para vivir confiados.

Este salmo nos muestra que, más allá de este mundo de peligro, existe un lugar de seguridad y de perfección. Está en la presencia de Dios. En la Biblia, se conoce por diferentes nombres. A veces se le llama Sión, la montaña de Dios. El libro de Apocalipsis lo presenta como la nueva Jerusalén, la ciudad celestial.

Aquí se llama “la ciudad de Dios”. Si hemos llegado a creer en Cristo, somos ciudadanos de aquella ciudad celestial. Pase lo que pase aquí en esta tierra, podemos tener la seguridad de que todo está bien en nuestra patria celestial, y que un día iremos a morar allí.

Tenemos también la seguridad de que Dios guiará nuestros pasos aquí en la tierra. El Señor cuida de los suyos de muchas maneras. Durante mi niñez, la ciudad en la que vivíamos solía estallar en desorden durante las muchas huelgas. Una semana, los mineros estaban de huelga; la semana siguiente, eran los maestros. Muchas veces, los militares causaban más desorden con su reacción dura a los manifestantes.

En una de esas ocasiones, una misionera amiga de nuestra familia se encontraba en el centro de la ciudad. Recién llegaba al país, y no conocía el idioma. En eso empezó la manifestación, y llegó el ejército para controlar la situación. Para colmo, cuando ella llegó a la parada del autobús, descubrió que ya había salido el último.

En medio de una ciudad desconocida, sin transporte y rodeada de manifestantes, una mujer extraña se acercó a ella, la tomó de la mano y la llevó por varias cuadras, por calles desconocidas hasta llegar a un lugar seguro. Después de decirle cómo llegar a casa, la mujer se perdió entre la gente.

¿Quién fue esa mujer? ¿Un ángel? ¿Un alma que se compadeció de una extranjera? No lo sé – pero sé que Dios es capaz de cuidar de los suyos en cualquier situación. Aun en medio del desastre, de la catástrofe, del terremoto o la tormenta, Dios es fiel y poderoso para proteger a los suyos.

¿Vives atemorizado por lo que puede suceder? El Señor es un refugio seguro en el desastre. Confía en El. Estás en sus manos. El pondrá sus ángeles para protegerte. Nada te puede tocar que El no permita. Estás en las manos de un Dios amoroso y poderoso.

Aun con esta seguridad, sabemos que algún día, de alguna manera, a todos nos tocará la muerte – a menos que Jesús regrese primero. Hay una realidad que debemos siempre de tener presente.

El Señor es un refugio seguro contra la muerte.

La muerte es el gran temor de la raza humana. Muchos consideran que la raza humana es única entre el reino animal, pues está consciente de su propia muerte. Los animales tratan de evitar la muerte por instinto, pero el ser humano sabe que un día morirá – y se preocupa por esta realidad.

El temor a la muerte, sin embargo, no es algo que nos tiene que aprisionar. Podemos vivir confiados, sabiendo que la muerte ya ha sido derrotada, y que ya no tenemos qué temer.

Lectura: Hebreos 2:14-15

2:14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es á saber, al diablo,
2:15 Y librar á los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos á servidumbre.

Gracias a la encarnación de Cristo Jesús, la muerte ha sido vencida. Cuando Cristo se ofreció inocente en la cruz del Calvario, quebró el poder del diablo. Su poder es el poder de la muerte; al sufrirla voluntariamente, sin merecerla, Jesús invadió el territorio del enemigo para rescatarnos a nosotros.

La muerte es un enemigo derrotado por Jesús. Podemos ser libres del temor a la muerte. Podemos tener la seguridad de que la muerte de nuestro cuerpo físico no será el final, sino que será la entrada a una vida mejor. Podemos saber que la muerte será la puerta a la presencia de Dios y una vida eterna con El.

Por más de cincuenta años, un misionero llamado Eric Barker sirvió en el país de Portugal bajo circunstancias que, en momentos, se turnaban adversas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la situación se volvió tan crítica que decidió enviar a su esposa y ocho hijos a casa para su propia seguridad.

El se quedó para continuar con la labor del evangelio. El domingo posterior a la partida de sus familiares, se paró ante la congregación y anunció: Me acaban de informar que toda mi familia ha llegado a salvo al hogar. Continuó entonces con el culto.

Más tarde, la congregación supo el verdadero significado de sus palabras. Justo antes del culto, se le había avisado que un submarino había torpedeado la nave en la que viajaba toda su familia, y todos habían fallecido. El sabía que todos eran creyentes, y tuvo la seguridad de que habían llegado a su verdadero hogar. Pudo superar el dolor de su pérdida al saber que su familia estaba en el cielo.

Podemos tener la misma seguridad en el Señor. El es un refugio seguro contra la muerte.

Déjame preguntarte ahora: ¿te estás refugiando en el Señor? ¿Disfrutas de la seguridad y confianza que puedes tener en El? No permitas que el enemigo te robe la confianza y el gozo. Pon al Señor en primer lugar en tu corazón, y depende de El. El es siempre fiel.

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