Fe para el futuro
Una rana fue a consultar a una gitana para que le leyera la suerte. Estando frente a su bola de cristal, la gitana le dijo lo siguiente: Vas a conocer a una bella dama que querrá saberlo todo acerca de ti. Deseará sondear tus secretos más íntimos.
La rana le respondió, emocionada: ¿Dónde sucederá esto? ¿En un bosque encantado? ¿Junto a un bello lago? ¿En algún bar? Le respondió la gitana: No, sucederá en una clase de biología.
Como lo hacía aquella rana, la gente constantemente indaga acerca del futuro. Quisiéramos saber qué va a suceder, para poder vivir con más éxito y mayor preparación. Como cristianos, sabemos que Dios nos ha prohibido tales cosas como la astrología, el horóscopo y la adivinación.
Sin embargo, quizás no nos hayamos hecho la siguiente pregunta: ¿Cómo debe nuestra fe de afectar la manera en que miramos hacia el futuro? ¿Qué nos dice nuestro Señor Jesús acerca de nuestra actitud, el estado de nuestro corazón, cuando miramos al porvenir?
Jesús nos indicó que nuestra manera de ver el futuro indica algo muy importante acerca del estado de nuestro corazón. Una fe verdadera en Dios se expresa en una actitud muy específica hacia el futuro. Vamos a ver cuál es esa actitud en nuestro pasaje de hoy.
Lectura: Mateo 6:24-33
6:24 Ninguno puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir á Dios y á Mammón.
6:25 Por tanto os digo: No os congojéis por vuestra vida, qué habéis de comer, ó que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir: ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido?
6:26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?.
6:27 Mas ¿quién de vosotros podrá, congojándose, añadir á su estatura un codo?
6:28 Y por el vestido ¿por qué os congojáis? Reparad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan;
6:29 Mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fué vestido así como uno de ellos.
6:30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más á vosotros, hombres de poca fe?
6:31 No os congojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, ó qué beberemos, ó con qué nos cubriremos?
6:32 Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester.
6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Es importante notar el contexto de lo que estamos estudiando. Los versículos que enfocaremos hoy son del 25 al 33, pero Jesús los liga explícitamente con lo anterior con las palabras “por eso”. Lo que él ha estado diciendo es lo siguiente: sólo podemos servir a un Señor. No podemos tener más de un dios en nuestra vida.
El dinero es uno de los dioses que más llama nuestra atención. Pero si le hemos prometido nuestra lealtad al Dios que existe sobre todos los dioses, al Dios de la Biblia, el Dios que se ha dado a conocer a través de Cristo Jesús, esto se reflejará en nuestra manera de enfrentar el futuro. Y lo que nos dice nuestro Señor es esto:
El seguidor de Cristo puede enfrentar el futuro confiadamente, pues su Padre está en control.
La tentación para cada uno de nosotros es la de vivir en un mundo donde las únicas realidades son las relaciones de causa y efecto que podemos observar. Es decir, aceptamos como reales las apariencias de las cosas: el futuro es inseguro, la única manera de tener seguridad es acumulando cosas para protegerse, y no hay nadie que esté finalmente en control de la historia humana.
Jesús nos llama, en cambio, a ver las cosas de una forma radicalmente diferente: él nos llama a una vida de confianza y gozo, libre de ansiedad, pues hay alguien que está en control de todo – y ese alguien se preocupa por nosotros.
Así que, podemos enfrentar el futuro con confianza – sin llevar el peso de la ansiedad – pues nuestro Padre está en control de cada situación. Jesús habla de tres realidades que pueden librarnos de la parálisis de la ansiedad si permitimos que transformen nuestra manera de pensar.
Nuestro Dios proveerá por nosotros
Quizás esto te parezca tan obvio que no valga la pena ni decirlo, pero me pregunto cuántos de nosotros realmente hemos permitido que esta realidad llegue a nuestro corazón y cambie nuestra manera de ver las cosas.
Vemos la provisión de Dios en su cuidado por la naturaleza. Las aves, por ejemplo, no han sido dotadas con las mismas habilidades que nosotros, y sin embargo Dios cuida de ellas. ¿Cuánto más no cuidará de nosotros, que sí podemos trabajar y sembrar y hacer alguna preparación para el futuro? Dos mil años han pasado desde que Jesús dijo estas palabras, y todavía hay muchos pájaros en el mundo. Dios ha cuidado de ellos.
Dios también cuida de la vida vegetal. La belleza de la flor es incomparable; el ser humano más ataviado no se compara en belleza con un simple lirio del campo. Seguramente al decir estas palabras Jesús señaló hacia algunas de las flores que crecían cerca. Él probablemente estaba predicando en una colina, o montaña. Estas mismas flores, junto con el pasto alrededor, dentro de poco serían cortadas para usarse como combustible.
Aunque son tan fugaces, Dios se preocupa por darles vida, con el agua, el sol, y todo lo que necesitan para mantenerse vivos. ¡Cuánto más, dice Jesús, no se preocupará Dios por los seres que son la corona de su creación, que tienen una alma eterna! Si Dios pone tanto empeño en preservar una cosa cuya vida es tan pasajera, no podemos dudar que él también se empeñará en preservar nuestra vida.
Cuando veas un pájaro, recuerda que Dios cuida de él – y de ti. Cuando aprecies la belleza de una flor, recuerda quién la riega y la cuida. Tantas veces dejamos que la preocupación nos inmovilice. Sentimos la ansiedad de mirar hacia un futuro inseguro y no sabemos cómo responder. ¿Qué si tomamos una decisión equivocada? ¿Qué si no ahorramos lo suficiente? ¿Qué si nos sucede algún imprevisto? Hay personas que literalmente no se salen de la cama porque no tienen el valor para enfrentar la vida. La ansiedad los ha paralizado.
El tiempo nos lleva, como un río, irresistiblemente hacia un futuro desconocido. Nosotros no lo podemos controlar, pero hay uno que ya está en el lugar al que vamos. Cuando entendemos que el futuro ya está en manos de Dios, cuando sabemos que él nos está mirando con ojos de amor y que nos puede cuidar, podemos vivir con confianza.
Mira a tu alrededor. Si eres un hijo de Dios, ¿cómo puedes dudar que él cuidará de ti? Puedes enfrentar el futuro confiadamente, pues tu Padre proveerá por ti. Hay una segunda realidad que nos debe librar de la parálisis de la ansiedad:
La preocupación no es productiva
La primera realidad que vimos nos demuestra que la preocupación no es lógica. Esta segunda razón nos demuestra que la preocupación no es práctica.
El verso Mateo 6:27 nos dice que, cuando nos preocupamos por la vida, ¡no estamos logrando nada! El punto es muy claro: la ansiedad es inútil. Una vez, un predicador estaba exhortando a su congregación a librarse de la ansiedad, y dijo – ¡la gran mayoría de las cosas por las cuales nos preocupamos tanto ni siquiera se vuelven realidad! Y en eso, una voz del fondo del santuario dijo, ¡Eso demuestra que la preocupación sí funciona!
Pero la realidad es, por supuesto, que no funciona. Al contrario, el resultado de la preocupación es totalmente negativo. En vez de alargar la vida, la preocupación la acorta; en vez de mejorar la salud, resulta en úlceras y canas; en vez de llevarnos a tomar buenas decisiones, nos paraliza y nos detiene.
Una vida de ansiedad y de preocupación simplemente no es práctica. La persona del mundo, que pasa su tiempo preocupándose de sus inversiones, de su trabajo, de su salud, está haciendo algo que es netamente contraproducente.
Pero tú, como hijo de Dios, puedes librarte de este patrón de pensar que no es productivo. La próxima vez que te sientas tentado a preocuparte, a rendirte a la ansiedad, recuerda que la preocupación no es productiva. Recuerda que tú puedes confiar en tu Padre celestial, pues él está en control y te ama.
Pero hay una tercera realidad que nos puede librar de la ansiedad, y ésta es la más penetrante. Vimos ya que la preocupación no es lógica, ni es práctica. Ahora veremos que la preocupación nos distrae de nuestro verdadero propósito en la vida.
Nuestro propósito es perseguir el Reino
Jesús indica muy claramente que la energía que hubiéramos usado para preocuparnos y estar ansiosos la debemos de usar para otro propósito.
Los versos Mateo 6:31-32 nos dicen que los que estamos dentro del pueblo de Dios debemos de ser distintos a los de afuera. Jesús hablaba dentro del contexto del pueblo de Dios como la nación israelita, y para referirse a los de afuera usó la palabra paganos, que literalmente se refiere a las naciones no judías.
Hoy en día, el pueblo de Dios incluye personas de toda nación, y la distinción no es una de nacionalidad sino de fe. La gente del mundo se preocupa por su vida, por el futuro, por lo que vestirán y comerán. El pueblo de Dios, en cambio, no deberá ser así. Los que somos hijos del Rey de toda la tierra no tenemos razón de preocuparnos de estas cosas.
Pero la idea no es que simplemente vivamos despreocupados, optimistamente diciendo, que será, será. Esa atención que le hubiéramos dado a la preocupación la debemos de gastar en algo diferente, según el verso 33.
¿Qué significa buscar el reino de Dios? ¿Significa que vamos a tomar viajes alrededor del mundo, para ver donde podemos encontrar este Reino de Dios, quizás entre el Reino de Gran Bretaña y el Reino de Bélgica? ¿Significa que vamos a consultar mapas y obras geográficas para ver donde está localizado?
El reino es una realidad invisible, que algún día se establecerá visiblemente con la venida de Cristo en gloria, pero ahora se extiende de una manera secreta y escondida – dondequiera que las personas reconocen el señorío de Dios en sus vidas y se esfuerzan por honrarlo.
Buscar, o podríamos decir perseguir, el reino es trabajar para su venida, compartiendo las buenas nuevas de Cristo, sometiéndonos a la soberanía de Dios, honrándole en todo lo que hacemos. Cristo nos está llamando a vivir como extranjeros, miembros del Reino de Dios que vivimos por ahora en medio del reino de tinieblas.
Él nos llama a ser como los mexicanos que vienen a los EE.UU. pero preservan su cultura mexicana, hablando español y comiendo tortillas y celebrando las fiestas mexicanas. Sus diferencias de cultura los distinguen de los que les rodean, y aunque viven en este país, es claro que su corazón y su amor están en otra parte.
Si nosotros estamos buscando el reino de Dios, seremos diferentes de los que nos rodean. Nuestras vidas mostrarán que nuestro corazón está en otra parte, y que no nos llama la atención la manera de vivir de los demás. Las cosas que les importan a ellos – el prestigio, el dinero, el placer – ya no nos interesan, porque buscamos más bien lo que le agrada a Dios – la humildad, el servicio, la santidad.
Cuando vivimos así, Cristo nos da una tremenda promesa: si buscamos vivir para agradar a Dios, él se encargará de proveer por nosotros. El verso 34 nos dice que podremos vivir cada día, disfrutando de lo bueno que Dios nos da, y dejando los problemas en manos de él: “Así que, no os congojéis por el día de mañana; que el día de mañana traerá su fatiga: basta al día su afán.
¿Qué pasos deberás de tomar para que tu vida se viva buscando el reino de Dios? ¿Qué puedes hacer para buscar más activamente su reino? ¿Cuáles actitudes deberán de cambiar en tu corazón para dejar la preocupación? Podemos enfrentar el futuro confiadamente, pues nuestro Padre está en control – y él nos ha dado un propósito distinto a la preocupación, el propósito de perseguir su reino.
La ansiedad puede ser como una enfermedad que nos paraliza. Puede destruirnos el corazón, el alma, el espíritu. Esta no es la voluntad de Dios para sus hijos. Mira el cuidado que Dios tiene de la naturaleza, y deja que él se preocupe de tu futuro. Recuerda lo inútil que es la preocupación, y vuelve tu atención más bien a las cosas que son de importancia eterna. Interésate por encontrar la voluntad de Dios, y vivir de una manera que le agrada.