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Claridad en la confusión


Claridad en la confusión

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Claridad en la confusión

Vivimos en un mundo caracterizado por la confusión. En medio del sinfín de ideas, de religiones y de filosofías que presentan las personas, es muy fácil sentirse frustrado y decidir simplemente vivir para el momento, sin considerar lo que realmente importa en la vida.

El valor más importante del mundo actual es el de la tolerancia. Se nos dice que debemos de tolerar estilos de vida que han sido rechazadas por cada civilización. Un líder cristiano cuenta de una conversación que tuvo con una feminista. De alguna forma él llegó a usar la palabra “prostituta”, a lo que la feminista respondió: No use la palabra “prostituta”; más bien, diga: “trabajadora sexual”.

Cuando los límites y las barreras de lo que es bueno y malo quedan desenfocados, cuando todo es relativo, nos quedamos en la confusión. Se cuenta la historia de dos hombres que fueron a un juez para que decidiera un conflicto entre ellos.

El primero presentó su caso, y al terminar, el juez dijo: Tiene razón, tiene razón. Siguió el segundo, y presentó lo opuesto; y cuando terminó su presentación, el juez dijo: Tiene razón, tiene razón. En eso, el secretario de la corte le dijo al juez: Su señoría, los dos no pueden tener razón. ¡Están diciendo lo opuesto! El juez le respondió: Tiene razón, tiene razón.

¡Vivimos en un mundo en el que la única respuesta válida es tiene razón! Cada persona vive buscando su propia verdad, sin preguntarse si habrá una verdad trascendente ante la cual deberá someterse.

¿Cómo podemos saber la verdad? ¿Cómo podemos escaparnos de la neblina de confusión que existe en el mundo actual? ¿Cómo podemos encontrar una base sólida para nuestra vida? Encontramos la respuesta en la Palabra de Dios.

Lectura: Mateo 11:25-30

11:25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
11:26 Sí, Padre, porque así te agradó.
11:27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
11:28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
11:29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
11:30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

¿Sabías? El ser humano naturalmente camina con un paso más largo con una pierna que con la otra, lo cual resulta en andar en círculos si no se tiene una meta fija. Cuando las personas se pierden en el bosque, si no tienen brújula, suelen andar en círculos entre los árboles.

Lo mismo sucede en la vida. Si no tenemos una brújula, andaremos dando vueltas sin conocer lo verdadero, lo significativo y real. Estaremos perdidos, aunque andemos con mucha confianza y seguridad. Seremos como quienes traen la calcomanía que dice: No me sigas, yo también ando perdido.

Si queremos encontrar claridad en la confusión, sólo hay una persona que nos puede ayudar. Esa persona es Cristo. Sólo podemos conocer a Dios por medio de Cristo. Vamos a encontrar en este pasaje tres consiguientes de esta realidad.

Sólo podemos conocer a Dios por medio de Cristo, no por nuestra propia cuenta

Jesús alaba a su Padre por haber escondido las realidades más importantes de la vida de los sabios, y habérselos revelado a los más humildes. Esto significa que la inteligencia humana no sirve para conocer a Dios.

La filosofía humana no es suficiente para conocer a Dios. Más bien, la filosofía humana ha resultado en el estado de confusión que vivimos actualmente. El estudioso cristiano Francis Schaeffer comparó los movimientos filosóficos de los últimos siglos con hombres que dibujan líneas en la arena. Llega uno y hace su línea, y dice: Ésta es la raya de la realidad. Llega el siguiente, borra aquella línea, y dibuja otra; y dice: No, ésta es la raya.

Por mucho tiempo las personas creían que estaban progresando, que mediante la astucia humana se descubriría al fin la verdad; pero finalmente se empezaron a dar cuenta que no era más que dibujar rayas en la arena. Los grandes movimientos filosóficos del siglo pasado no son más que recuerdos; el existencialismo, el marxismo y el positivismo lógico han sido suplantados por nuevas rayas en la arena, conocidos colectivamente como postmodernismo.

¿Dónde quedamos nosotros? ¿Nos dejaremos guiar por las rayas dibujadas en la arena? Más bien, si somos inteligentes, reconoceremos que el conocimiento de Dios sólo viene por revelación. En otras palabras, sólo podremos conocer a Dios si él se da a conocer a nosotros.

Se cuenta la historia de tres ciegos que conocieron por primera vez un elefante. El primer ciego se acercó al animal y agarró la cola. Luego de tenerla entre las manos por un momento, declaró: El elefante es como una soga.

El segundo se acercó al costado del animal y lo palpó. Después de unos momentos, declaró: El elefante se parece a una pared. Finalmente llegó el tercero y tomó el tronco, que en ese momento estaba recogiendo su comida del suelo. Después de unos momentos, llegó a su conclusión: El elefante se parece a una aspiradora, declaró con seguridad.

Cuando se trata de Dios, somos como aquellos ciegos. Por nuestro propio conocimiento, llegaremos a conclusiones tan incompletas y erróneas como aquellos ciegos. Sólo podemos conocer a Dios cuando él se nos da a conocer. Él se nos ha dado a conocer, por medio de Cristo. Por eso,

Sólo podemos conocer a Dios por medio de Cristo, y ningún otro nos puede llevar al Padre

Esto lo encontramos en el verso 27. Es muy limitante. No dice: Pocos conocen al Padre. No dice, Es difícil conocer al Padre. Dice: Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.

En nuestro mundo actual, las personas no aceptan la exclusividad. Se acepta cualquier religión o doctrina, con tal de que no presuma declarar que es la única. Podemos declarar que Jesús fue un buen hombre, y todos estarán de acuerdo. Podemos declarar que Jesús enseñó cosas buenas, y nadie se quejará. Pero el momento en que declaremos que Jesús es el único camino al cielo, que los que siguen a otros maestros o líderes están en peligro del castigo eterno, encontraremos un rechazo total.

Si embargo, Jesús mismo hizo esta declaración en el verso que acabamos de leer. Es ridículo, entonces, tratar de tomar a Jesús como un buen maestro religioso – y nada más. Él mismo no nos permite hacer esto. Podríamos concluir que estaba equivocado, o podemos postrarnos ante él y adorarlo como Dios y Salvador; pero no podemos decir que fue sólo un buen maestro. Un buen maestro no diría las cosas que Jesús dijo. Sólo el Señor del universo, o un loco, las podrías decir.

Jesús no es como Confucio, como Mahoma, como Buda – no es uno entre varios. Es el único, según su propio testimonio, que nos puede llevar al conocimiento verdadero de Dios. Ningún otro “líder” religioso lo puede hacer. Si queremos conocer a Dios, tiene que ser por medio de Cristo.

Tocante a esto, sin embargo, hay buenas noticias: Sólo podemos conocer a Dios por medio de Cristo, pero sus exigencias son livianas

Nosotros sabemos que cuando un producto sólo está disponible en un lugar, los precios suelen ser muy altos. Cuando escasea la gasolina, el precio sube. La persona que tiene un producto deseable que no se puede conseguir en otro lugar básicamente pone su propio precio.

Podríamos pensar que Jesús se aprovecharía de su monopolio sobre el conocimiento de Dios para poner muchos requisitos para que compartamos ese conocimiento. Sería lógico pensar que él nos exigiría mucho para poder conocer a su Padre.

Sin embargo, así no es que funciona Cristo. Al contrario, como dice él, su yugo es suave y su carga es liviana. Él nos invita a encontrar en él descanso de nuestras cargas. Él nos invita a aprender de él a vivir en relación con Dios. Nos invita a seguirle a él, para encontrar que sus enseñanzas son convenientes y llevaderas.

Cristo no nos invita, como muchas religiones lo hacen, a una vida dominada por reglas y leyes difíciles y complicadas. No nos está invitando a una vida de afán, de preocupación o de inseguridad. Más bien, él nos llama a encontrar dentro de una relación con él la paz, el gozo y el propósito que siempre anhelamos.

Él nos invita a encontrar lo que ninguna religión, ninguna filosofía, ningún gurú nos puede proporcionar – la verdadera paz y el verdadero descanso del alma. Cristo vino para abrir el camino al Padre. Por él, podemos entrar en relación con Dios. Por fe en él, conocemos lo que nuestra alma anhelaba.

Si nunca has llegado a conocer a Cristo, puedes empezar esa relación con él en esta mañana. Él te invita a dejar tus propios esfuerzos para salvarte y confiar en lo que él ya hizo en la cruz por ti. Te invita a empezar a aprender de él, conociendo su voluntad para tu vida. Te invita a encontrar el verdadero descanso.

Si ya eres creyente, Cristo te invita a recobrar ese descanso que alguna vez conociste. La vida se vuelve tan frenética, y el enemigo nos tienta a regresar a las antiguas formas de pensar. Cristo te invita a volver a él, y recobrar el descanso del alma que es tu derecho como seguidor suyo.

Quizás has perdido esa simple confianza en Cristo. Quizás has dejado de caminar tomado de la mano con él. Quizás has vuelto a tomar el yugo de tratar de agradar a Dios por tus propios esfuerzos. Vuelve a Cristo. Él te aceptará. Carga con su yugo – es liviano. Sólo en Cristo hallarás claridad en la confusión.

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