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Esfuérzate en defender la verdad


defender la verdad

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Esfuérzate en defender la verdad

Un día en el circo, un elefante se sentó sobre el auto rojo de una señora y lo machucó. Los dueños del circo se disculparon, explicando que el animal, por quién sabe qué razón, tenía la manía de sentarse sobre los autos rojos. A pesar del daño, el auto de la señora aún se podía manejar, y ella partió para el taller para que se lo compusieran.

Rumbo al taller, se detuvo a causa de un choque entre dos carros. Cuando la ambulancia llegó, los médicos miraron su carro aplastado y corrieron para ayudarla. “Yo no estuve involucrada en el accidente“, dijo la señora. “Un elefante se sentó sobre mi carro”. De inmediato los médicos la llevaron al hospital para revisarla por el shock y posible trauma a la cabeza, a pesar de las protestas de la dama.

Esta pobre señora estaba diciendo la verdad, y a pesar de eso, nadie la creía. Me parece muy similar la reacción actual cuando anunciamos la verdad del evangelio. Muchos creen que estamos locos o que tenemos algún trauma que nos hace creer tales cosas, a pesar de estar anunciando la verdad de Dios.

En semanas pasadas, hemos visto la necesidad de esforzarnos por conocer la verdad, para estar plenamente convencidos de lo que creemos; la necesidad de vivir la verdad, y la necesidad de servir según la verdad.

Hoy hablaremos de la necesidad que tenemos de poder defender la verdad. La verdad está bajo ataque. El mundo actual ha creído tanto las mentiras que, cuando le decimos la verdad, nos creerá locos. Si queremos que algunos nos escuchen, tenemos que saber darles razón para considerar la verdad divina.

Lectura: 2 Timoteo 1:13-14, 3:6-9

1:13 Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.
1:14 Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.
2 Timoteo 3:6-9
3:6 Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias.
3:7 Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.
3:8 Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe.
3:9 Mas no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquéllos.

Pablo le exige a Timoteo que guarde el depósito sagrado de la enseñanza que había recibido. El apóstol sabía que pronto pasaría a su morada eterna, y quería estar seguro de que no se perdiera la verdad que él había peleado con tanto esmero por divulgar.

La verdad del evangelio y del camino que Dios nos enseña siempre está a sólo una generación de la extinción. Si nosotros no logramos comunicar esa verdad a otros, pasando la batuta, esta verdad se podrá extinguir – así como sucedió, en gran medida, durante la Edad Media.

Cuidar el depósito no significa esconderlo en algún lado para que nadie se lo robe; significa protegerlo de las añadiduras, de las perversiones, de las ideas extrañas que le roban el poder. Significa tener la capacidad suficiente para defenderlo en el mercado de ideas que es nuestra cultura actual.

Por esto, Dios nos dice:

Ármate para defender la sana doctrina

¿Cómo podemos armarnos para defender la sana doctrina? Antes que nada, tenemos que darnos cuenta de que, sin el Espíritu Santo, no podemos hacer nada. Por esto, Pablo le dice a Timoteo: Con el poder del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida la preciosa enseñanza que se te ha confiado.

No podremos entender la Biblia correctamente sin la iluminación del Espíritu Santo, y tampoco podremos convencer a otros de su verdad sin que el Espíritu Santo los ilumine. Nunca podemos abandonar nuestra confianza en el Espíritu Santo y empezar a depender de argumentos, por más convincentes que sean.

Sin embargo, los argumentos – es decir, las razones – sí tienen su lugar. Debemos de armarnos de razones y de entendimiento para defender la sana doctrina. En otras palabras, debemos de entender lo que creemos, por qué lo creemos, y por qué no creemos algo distinto.

Para esto, tenemos que empezar con un buen conocimiento de la Biblia. Debemos también de conocer algo de la teología sistemática, pues ella nos ayuda a combinar todas las enseñanzas bíblicas en una totalidad. Debemos además de conocer algo de la razón y de la lógica, para poder defender lo que creemos.

Puede ser útil también conocer un poco acerca de las diversas doctrinas falsas que se enseñan, pero es más necesario entender lo que creemos y por qué lo creemos.

Podemos clasificar a las personas no creyentes en dos grupos; con uno de ellos es útil dialogar, y con el otro no. Jesús nos enseñó a no tirar nuestras perlas delante de los puercos, y este grupo se describe en los versos 6 al 9 del capítulo 3.

Ésta es la clase de persona que activamente enseña doctrinas falsas, muchas veces cobrando dinero por hacerlo. Pablo los compara a Janes y Jambres. Estos hombres no se mencionan en la Biblia, pero según la tradición, eran magos que se habían opuesto a Moisés y Aarón cuando éstos se presentaron ante el Faraón.

Si recordamos la historia, Dios envió a Moisés al Faraón para que éste permitiera salir al pueblo de Israel. Dios le había dado a Moisés ciertas señales milagrosas que podría hacer ante el Faraón para convencerlo, pero los magos egipcios lograron copiar los milagros.

Esta clase de persona, entonces, se opone a la verdad divina y activamente busca convertir a las personas a su punto de vista equivocado. Muchas veces, sus audiencias consisten en mujeres sin mucho conocimiento que constantemente buscan lo novedoso.

Cuando nos topamos con esta clase de persona, es mejor no perder el tiempo con ellos. No los vamos a convencer. En la gran mayoría de los casos, debemos de enfocar nuestra atención en la persona que está buscando respuestas.

Esta clase de persona se describe en 1 Pedro 3:15-16:

3:15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;
3:16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.

Pedro nos dice que estemos siempre listos para explicar la razón de nuestra esperanza. En otras palabras, debemos de tener la capacidad de dar una explicación del evangelio a las personas que se muestran interesadas.

¿Significa esto que no debemos de salir a visitar a las personas, o buscar la forma de testificar? No, no significa eso. Lo que significa es que debemos de buscar a las personas que tengan alguna clase de interés, e incluso tratar de despertar ese interés, pero no simplemente balacear con el evangelio.

Esto lo vemos, por ejemplo, en el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Antes de hablarle de su necesidad de la salvación, él la llevó al punto en que ella le pidió una explicación. El interés estuvo presente antes de la presentación.

Tenemos, entonces, que armarnos para defender la sana doctrina. Dependiendo del lugar en el que te encuentres en tu jornada espiritual, esto puede significar varias cosas. Quizás necesites hojear alguna teología sistemática para conocer más a fondo las doctrinas de la fe. Quizás te haga falta estudiar algún libro de apologética para conocer algunos de los argumentos a favor de la fe cristiana. Quizás necesites conocer algo acerca de lo que creen los que te rodean.

Lo importante es que tomes en serio tu responsabilidad de armarte para defender la sana doctrina. Es un tesoro precioso, y por lo tanto, el enemigo siempre trata de tergiversarlo. Tenemos que estar preparados para defender la verdad.

Pero hay algo más:

Cuídate de no perder la fe y el amor

Esto lo vemos en 2 Timoteo 1:13: dice Pablo, con fe y amor en Cristo Jesús, sigue el ejemplo de sana doctrina que de mí aprendiste. La sana doctrina no es un fin en sí misma. De los varios grupos que existían en el día de Jesús, el que tenía la doctrina más sana era el de los fariseos; y fue el grupo más criticado por nuestro Señor.

Espero que, a estas alturas de nuestra serie, estén convencidos de la necesidad de pelear por la verdad. Pero tenemos que reconocer que la verdad doctrinal sola no es suficiente, y en realidad, puede ser nociva. Pablo dice que el conocimiento envanece, mientras que el amor edifica (1 Corintios 8:1).

Por eso, tenemos que cuidarnos de no perder la fe – esa relación viva y activa con el Señor Jesús – y el amor. La realidad es que la doctrina sin fe es estéril. En otras palabras, una “fe” que sólo consiste en conocimiento de las verdades doctrinales, pero no consiste en una confianza viva en el Señor, no logrará nada.

No debemos de conformarnos con saber cosas acerca de Dios solamente; tenemos que conocerle en verdad. Dijo Tomás Carlyle: El hombre vive porque cree en una cosa, no por debatir y argumentar sobre muchas cosas. Podemos convertirnos en personas que defienden la verdad bíblica con mucho esmero, pero que no viven esa verdad.

No te enfoques tanto en conocer la verdad que no la vives. No seas como el doctor que cura perfectamente los males de otros pero no se da cuenta de su propia enfermedad. Pon en práctica lo que sabes, y cuida tu relación con Cristo.

Dijo Juan Calvino: La fe no es una vista lejana, sino un cálido abrazo con Cristo. Si no tenemos fe, la doctrina se vuelve estéril; y si no tenemos amor, la doctrina se vuelve cruel. Si no nos duele, por ejemplo, el hecho de que muchas personas pasarán la eternidad sin Dios, nos volveremos crueles y desalmados. El amor a veces duele.

Alguien ha dicho que no le importará a la gente lo que sepamos, hasta que sepan que ellos nos importan. Si nuestro conocimiento de la doctrina no resulta en amor hacia Dios y hacia los demás, será infructuosa y se volverá cruel. El sacerdote en la historia del buen samaritano seguramente sabía mucha teología, pero como no la expresó en amor, se volvió una persona cruel. No pudo ver la necesidad que tenía frente a los ojos.

Termino con estas palabras de A. W. Tozer: Nos hemos acostumbrado a las bocanadas borrosas de niebla gris que se hacen pasar por doctrina dentro de las iglesias y no esperamos nada mejor. De algunas fuentes anteriormente intachables ahora salen declaraciones imprecisas que consisten en una mezcla aguada de las Escrituras, la ciencia y los sentimientos humanos que no es fiel a ninguno de sus ingredientes porque cada uno cancela a los otros. Poco a poco se les está lavando el cerebro a los cristianos de hoy.

Una evidencia es que muchos de ellos se están avergonzando de salir claramente a favor de la verdad. Dicen creer, pero sus creencias se han diluido al punto de no poderse definir con claridad. El poder moral siempre ha acompañado a las creencias definidas. Los grandes santos siempre fueron dogmáticos. Necesitamos regresar a un suave dogmatismo que sonríe mientras se para firme y tenazmente sobre la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Hermanos, no nos conformemos. Esforcémonos en defender la verdad, armándonos con el conocimiento necesario, peleando con fe y amor para ganar la batalla. Dios lo espera. El mundo lo necesita.

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