Relación exclusiva con Dios


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Relación exclusiva con Dios

El huracán devastador que ha hecho titulares esta semana trae a nuestro corazón una pregunta: ¿Dónde podemos estar seguros? Todo el control que pensamos tener como seres humanos se vuelven inútiles ante el poder de la creación. El radar nos puede decir exactamente dónde se encuentra la tormenta, pero no existe manera de detenerla. Es en tales situaciones que podemos detenernos para examinar nuestro propio corazón y nuestra propia situación emocional. Son las situaciones inseguras que realmente nos demuestran dónde está nuestra confianza.

Frente a las imágenes que parecían de película, podríamos preguntarnos: ¿qué haría yo, si estuviera en esa situación? ¿Qué seguridad tendría? Vamos a ver en la Biblia cómo podemos tener una seguridad verdadera y firme, que no tambalea en la prueba.

Lectura: Salmo 16

16:1 Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
16:2 Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; No hay para mí bien fuera de ti.
16:3 Para los santos que están en la tierra, Y para los íntegros, es toda mi complacencia.
16:4 Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, Ni en mis labios tomaré sus nombres.
16:5 Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte.
16:6 Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, Y es hermosa la heredad que me ha tocado.
16:7 Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia.
16:8 A Jehová he puesto siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
16:9 Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente;
16:10 Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción.
16:11 Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.

Hay muchas maneras de tener seguridad. Hay muchas formas que la gente busca tenerla. Sin embargo, hay solamente una manera de tener verdadera seguridad. Aquí vemos lo siguiente: Si tenemos una relación exclusiva con Dios, podemos tener verdadera paz en cualquier situación.

Vamos a enfocarnos primero en esa primera parte de la oración. ¿Qué significa tener una relación exclusiva con Dios? Vemos en los primeros 4 versos que

Si tenemos una relación exclusiva con Dios, reconoceremos que ninguna otra fuente de seguridad es suficiente (1-4)

Sólo Dios es digno de nuestra confianza. Podemos buscar protección en Dios. El es un albergue contra las tempestades de la vida. Es un lugar seguro al cual podemos acudir. Es más seguro que cualquier caja fuerte. Es más confiable que cualquier banco. Si conocemos a Dios, podemos estar confiados en El en cualquier momento.

Dios es personal. No es como una máquina celestial, a la que tenemos que meter la cantidad correcta de fe, oprimir los botones, y sale lo que queremos. Es, más bien, como un Padre. Un padre bueno no le da a su hijo todo lo que quiere, ni lo que el hijo piensa que es bueno para él. El buen padre tiene como meta para su hijo, no que viva una vida fácil, sino que llegue a la madurez. Si nuestra fe se convierte en una manera de escaparnos de los problemas, pronto se acabará porque Dios no nos saca de todos nuestros problemas. A veces nos pide que esperemos hasta el cielo para ver la razón.

En nuestra impaciencia, sin embargo, muchas veces queremos encontrar algo o alguien que si nos va a dar lo que deseamos. Es por esto que el Salmista también nos presenta el otro lado. Ningún otro nos puede dar verdadera protección.

En el día del escritor, había muchos ídolos. En cada bosque había un altar a algún dios diferente. La gente ofrendaba a estos dioses para tener una buena cosecha, para tener un hijo, para ser curado de alguna enfermedad, y para muchas otras cosas. Era una manera de tratar de controlar las circunstancias.

Por supuesto, ¡las cosas son muy diferentes hoy en día! ¿lo son? Hay muchas personas que ignoran el claro mandato de Dios en contra de reverenciar a las imágenes (Exodo 20:4-5: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás”) y buscan lo que desean en otras partes. Pero para los más modernos, la tecnología puede convertirse en un dios.

Quizás nos sentimos más confiados con el televisor, la radio, el automóvil, y otros aparatos que de alguna manera nos permiten conquistar la naturaleza. No hay nada de malo en ellos, hasta que llegan a ser nuestra seguridad. Cuando nos sentimos seguros porque tenemos una alarma, buena aseguranza, o cualquier otra cosa, hemos hallado un nuevo dios. No es que no los debamos de tener; más bien, no deben de ser nuestra seguridad final. A veces un desastre natural nos permite ver dónde está nuestra seguridad.

Vemos en este pasaje un resultado de esa vida de confianza total y única en Dios:

Si tenemos una relación exclusiva con Dios, conoceremos su bendición en nuestra vida presente. (5-9a)

Nuestra relación con Dios no es solamente para los momentos catastróficos. El nos bendice en nuestro diario vivir. Dios nos da contentamiento y seguridad en esta vida. A veces Dios cambia nuestras circunstancias, y a veces El cambia nuestro corazón; a veces calma la tempestad, y a veces calma nuestra alma.

De cualquier manera, llegamos a reconocer, como el salmista, que Dios nos ha dado una buena herencia. Esta nueva perspectiva es como la pieza que falta en el rompecabezas. Cuando la ponemos, todo tiene sentido.

El otro día, tuve una experiencia extraña en una gasolinera. De repente había descendido sobre mí la decepción. Me sentía perdido en un mundo vacío, sin sentido, plástico. Empecé a orar y a meditar en el Señor, y era como si me hubiera cambiado de lentes. Veía la misma gasolinera, la misma gente, el mismo día, pero ahora me sentía totalmente distinto. Veía que la vida tiene razón y tiene sentido, y me sentía contento de ser quien soy, y estar donde estoy.

Además del contentamiento y la seguridad, Dios también nos da dirección y compañía en esta vida. Nuestra vida en este mundo es como un viaje por tierra desconocida. Si fuésemos a emprender un viaje al árctico, ¿se nos ocurriría salir sin guía? ¡Por supuesto que no! Y sin embargo, ¿cuántas personas hay que viajan por este mundo sin guía? Mas cuando estamos en una relación exclusiva con Dios, El nos guía.

El lo hace a través de su Palabra. Cuando llegamos a conocer la Biblia, cuando la estudiamos y encontramos en sus páginas las mismas palabras de Dios, entonces el Espíritu Santo trae a nuestro recuerdo pasajes, ideas, y verdades que nos hacen falta. ¡Aún en esos momentos de meditación silenciosa por la noche encontramos la dirección de Dios! Y de tal manera, siempre tenemos alguien que nos acompaña, que nos dirige, y que nos ama. Nunca tenemos que sentirnos solos. Nunca tenemos que sentirnos abandonados. Podemos estar seguros de que Dios está con nosotros.

¿Tienes esa seguridad de que Dios está contigo en cada situación de la vida? Si tu confianza está puesta en El, la puedes tener. La clave está en el verso 8. Cuando no nos detenemos para meditar en Dios, cuando no oramos, cuando nunca pensamos en El, no podremos experimentar estas bendiciones. Tenemos que tomar una decisión consciente de que Dios será lo más importante en nuestra vida, y luego tenemos que decidir cada día que vamos a respetar esa decisión.

El resultado, se nos dice, es un gozo que nada nos puede quitar. Es la alegría de conocer a Dios. Existe un vacío en nuestro ser, y sólo Dios lo puede llenar. Y sin embargo, esta bendición no es sólo para la vida presente. También vemos que

Si tenemos una relación exclusiva con Dios, estaremos con El en la vida futura. (9b-11)

El escritor aquí expresa su convicción de que esta vida de dicha nunca se acabará. Podemos tener seguridad de la resurrección (9b-10)

Aquí se puede poner un poco difícil. Para entender mejor lo que el escritor nos está diciendo, comparemos Hechos 13:35-36: “35 Por eso dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo vea corrupción. Hechos 13:36 Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción.”. En este pasaje, el apóstol Pablo nos está explicando el salmo.

Tenemos que entender que el Rey David, presunto autor del salmo, es una figura del gran Rey Jesús. Muchos de los salmos de David, en cierta manera, apuntan hacia la mayor realidad de Jesús. Este es tal caso; en cierto sentido, David tenía confianza de que su muerte no sería el fin. Pero en otro sentido, el sí murió. Fue Jesús el que no se quedó en la tumba. Fue Jesús el que no fue abandonado al sepulcro. Y a través de la fe en El, todo creyente de toda era (inclusive el Rey David) resucitará con él también.

Es a través de Jesús que nosotros podemos tener esta misma confianza. Podemos saber que la tumba no será el fin. Podemos saber que esta vida de dicha que hemos empezado con Dios nunca se acabará, sino que más bien seguirá por siempre.

Pero la Biblia pone mucho énfasis en esto: es solamente a través de Jesús que podemos tener esta seguridad. No hay ninguna otra cosa que podamos hacer para merecer la entrada en el cielo. Es solamente a través del lavamiento y la transformación que Cristo trae a nuestras vidas que podemos entrar. Es sólo por medio de la fe en su sangre que podemos ser limpios y entrar en la presencia de Dios.

Cuando estamos en una relación exclusiva con Dios, caminamos sobre un camino que se extiende hacia el horizonte donde vemos que sale el sol. Podemos mirar a la distancia un gran momento de reunión con nuestro Señor. Quizás tendremos que pasar por algunos lugares áridos para llegar hasta ese momento. Quizás el camino nos llevará por valles oscuros. Sin embargo, el fin del camino para el creyente es la presencia de Dios. El fin del camino es el gozo de su presencia.

En este camino que es la vida, tratar de hacer el viaje sin Dios es como viajar por un callejón oscuro de noche sin luz. En cambio, si nos hemos comprometido con Dios de una manera exclusiva, podemos disfrutar de plena seguridad en cualquier situación. Quizás Ud. nunca se ha comprometido con Dios de una manera exclusiva. Lo puede hacer hoy.

El mandó a su Hijo Cristo Jesús para que, al morir en la cruz, su ira justa hacia nuestro pecado pudiera quedar satisfecho. Dios sólo le exige que se arrepienta de sus pecados y acepte por fe el sacrificio que Cristo hizo por Ud. Cristo es el único camino para llegar a Dios.

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