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Estamos dispuestos a prevalecer en la oración?


la oración

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Guerra en los cielos

En los años ochenta, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, propuso un extraordinario plan para defender al país. El temor de aquellos años de la Guerra Fría era que la Unión Soviética lograra lanzar un ataque misil contra los Estados Unidos, destruyendo por medio de las armas nucleares sus defensas.

El plan envolvía el lanzamiento de satélites que formarían una red militar capaz de detectar y destruir cualquier misil antes de que pudiera causar daño. Todo esto, por supuesto, se haría a un costo de miles de millones de dólares. El plan del presidente se llegó a conocer por el apodo “guerra de las galaxias”.

De este plan surgía la posibilidad de que las guerras futuras pudieran pelearse, no sobre la tierra o en el aire, sino en el espacio sideral. Las nuevas armas serían las satélites y los cohetes. El plan audaz del presidente nunca se realizó, y el colapso de la Unión Soviética – juntamente con las nuevas amenazas del terrorismo – la volvieron innecesaria.

Desde hace mucho, sin embargo, se viene realizando una guerra en los cielos. Es una guerra cósmica, aunque el ganador ya está determinado. Esta guerra nos afecta a todos, aunque quizás no nos hayamos dado cuenta. En la lectura de hoy, aprendemos acerca de esta guerra – y cómo salir triunfantes.

Lectura: Daniel 10:1-6

10:1 En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión.
10:2 En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas.
10:3 No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas.
10:4 Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel.
10:5 Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz.
10:6 Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.

Este episodio en la vida de Daniel empieza con una visión que él no registra completamente. Nos dice que se relacionaba con un ejército, o quizás una guerra; pero no conocemos los detalles de la visión.

De todas formas, tuvo un impacto muy profundo sobre Daniel. Por tres semanas, vivió como si estuviera de luto. Comía solamente la comida más sencilla; no disfruto de las deliciosas carnes y sabrosas bebidas que, como funcionario gubernamental, estaban a su alcance.

Los persas eran conocidos por sus lociones y perfumes; durante estas tres semanas, Daniel no los usó. Estaba tan afectado por la visión que estuvo en ayuno y, como veremos más adelante, oración.

Después de tres semanas le llegó la respuesta divina. Dios envió a un ángel para completar la revelación a Daniel. La descripción que encontramos en los versos 5 y 6 es la representación más completa que se encuentra en las páginas de la Escritura de la apariencia de un ángel.

El ángel tenía la apariencia de un hombre, pero no se parecía a ninguna persona que veríamos transitando la calle. Su cuerpo brillaba; su rostro deslumbraba a Daniel; y sus ojos parecían los faros de un carro con las luces altas encendidas. Cuando hablaba, parecía que una gran multitud de personas estaba gritando.

¿Cómo reaccionaría Daniel ante esto? Veamos.

Lectura: Daniel 10:7-9

10:7 Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron.
10:8 Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno.
10:9 Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra.

Los hombres que estaban acompañando a Daniel, aunque no alcanzaron a ver al ángel, se asustaron. Daniel mismo cayó al suelo. La reacción de los hombres que acompañaban a Daniel indica que no se trató de algo que él se imaginó, o que sólo existía en su mente; había una realidad que los espantó.

Sin embargo, ellos no podían ver al ángel. De igual modo, el siervo de Eliseo no pudo ver las huestes del Señor acampadas alrededor de su pueblo hasta que el profeta oró para que sus ojos fueran abiertos. De una forma similar, los hombres que acompañaban a Pablo no vieron al Señor Jesús cuando se le apareció, pero sabían que algo estaba pasando.

¿Qué le diría el ángel a Daniel? Veamos.

Lectura: Daniel 10:10-14

10:10 Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos.
10:11 Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando.
10:12 Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.
10:13 Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia.
10:14 He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días.

En estos versos se mencionan varias cosas acerca de las cuales quisiéramos saber mucho más. Dios nos revela sólo lo que nos hace falta saber. Sin embargo, podemos ver una gran realidad aquí:

Las huestes de Dios pelean a favor de sus escogidos

Como hemos mencionado en otras ocasiones, la apariencia de un ángel casi siempre causa espanto. Aunque Daniel había tenido antes la oportunidad de ver ángeles, no dejaban de causarle temor. Lo más increíble, sin embargo, es que este ser celeste fue enviado para iluminar a Daniel.

Aunque los ángeles son seres cuyo poder y cuya inteligencia superan los nuestros, la Biblia nos dice una cosa muy extraordinaria. En Hebreos 1:14 leemos lo siguiente: “¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?”

Daniel se cayó de cara frente al ángel, y sin embargo era éste el que había sido enviado para ministrarle a aquél. La Biblia nos asegura que los ángeles del Señor acampan alrededor de los suyos. Dios tiene ángeles que están a su servicio, a nuestro favor. Esta es una gran seguridad en un mundo inseguro.

El ángel empieza a hablarle a Daniel, y levanta una esquina del velo que oculta de nuestra vista el mundo espiritual. Menciona al príncipe de Persía, quien lo había detenido y causado que llegara retrasado. Este príncipe no es una persona de carne y sangre, sino más bien un espíritu maligno a servicio del enemigo.

Según lo que vemos aquí, hay rangos de poderes angelicales, algunos al servicio de Dios, y otros al servicio del enemigo. El ángel que le habló a Daniel, quien queda en el anonimato, menciona a Miguel, uno de los príncipes de primer rango. No sabemos cuántos son estos arcángeles, pero obviamente son varios.

Creo que Dios, con buena razón, no nos da a conocer todos los detalles acerca de la organización de los ejércitos celestiales, pues sabe que enfrentaríamos la tentación de fascinarnos con los ángeles y hasta adorarnos.

No es necesario que conozcamos todos los detalles. Basta con saber que Dios tiene siervos mucho más poderosos que nosotros, que El envía a nuestro favor. Sigamos leyendo ahora.

Lectura: Daniel 10:15-21

10:15 Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido.
10:16 Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza.
10:17 ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento.
10:18 Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció,
10:19 y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido.
10:20 El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a tí? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá.
10:21 Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.

Nuevamente vemos aquí la deferencia y el temor que muestra Daniel para el ángel. Tan grande es el respeto que Daniel le muestra que algunos se han preguntado si realmente se trata de un simple ángel. La palabra “ángel” no se usa en el pasaje, después de todo. Algunos comentaristas consideran que se trata de una aparición de nuestro Señor Jesús antes de su encarnación.

Esta posibilidad es atractiva, pero – con todo respeto – creo que no es sostenible. Podemos comparar la experiencia de Josué, cuando él se encontró con el capitán de los ejércitos del Señor. También le llamó “Señor”, así como lo hace Daniel aquí, en señal de respeto.

Aunque Daniel cayó de frente ante el ángel, no fue para adorarlo. El apóstol Juan, según Apocalipsis 19:10, cayó ante el ángel revelador – según el texto – para adorarlo, y el ángel lo levantó: ” Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. Estas consideraciones me llevan a concluir que aquí se trata de un ángel, quizás el mismo capitán de los ejércitos del Señor que se menciona en Josué 5:14.

También aprendemos que Miguel es capitán asignado al pueblo del Señor, el pueblo de Israel. Junto con el ángel que se le apareció a Daniel, hacía guerra contra el príncipe de Persia, el ángel caído que influía en los asuntos del imperio persa. Cuando se terminara esta lucha, surgiría otro enemigo: el príncipe de Grecia.

¿Podemos nosotros tener alguna influencia en esta guerra galáctica? Creo que sí. Volvamos a leer el verso 12. Aquí descubrimos que

Las oraciones de los escogidos tienen gran poder

Parece increíble pensar que nosotros pudiéramos tener alguna influencia sobre estos asuntos celestiales, pero la Biblia nos lo asegura. Pablo también nos dice que “nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”. (Efesios 6:12)

Después de mencionar la armadura que debe de ponerse el creyente, Pablo menciona la oración. La oración es nuestra arma para la victoria en esta guerra espiritual. Nos sorprenderíamos si pudiéramos ver el impacto de nuestras oraciones en el mundo espiritual.

Si el enemigo puede convencernos de que nuestras oraciones no importan mucho, que no tiene caso perder el tiempo en la oración, que de todas formas somos pocos, habrá ganado la batalla.

Los grandes avivamientos siempre han empezado con movimientos de oración. Allá por 1857 se desenlazó un gran avivamiento en los Estados Unidos. La población se había vuelto materialista. Sólo se pensaba en el dinero y la prosperidad. ¿Notan algún parecido al día actual?

El Espíritu de Dios se movió, y en ciudad tras ciudad se formaron grupos de oración. Miles de personas se reconciliaron con Dios. Las reuniones de oración duraban horas, y el Espíritu Santo se manifestaba profundamente en arrepentimiento y restauración.

Todo esto empezó con la oración. Empezó porque el pueblo de Dios empezó a orar, y no dejó de orar hasta traspasar el cielo. Como Daniel, tuvieron victoria y recibieron grandes revelaciones del poder de Dios gracias a sus oraciones.

¿Podría volver a suceder? ¡Claro que sí! Nuestro Dios no ha perdido su poder. Su poder no caduca. El puede hacer hoy lo que hizo en 1857. La pregunta es ésta: ¿queremos que lo haga? ¿Estamos dispuestos, como Daniel, a prevalecer en la oración? ¿Estamos dispuestos a privarnos de placeres mundanos para orar?

La oración es una arma mucho más poderosa que cualquier cosa que haya soñado el Presidente Reagan. Hermanos, no dejemos de orar. No nos cansemos de orar. No nos desanimemos en la oración. Dios tiene una gran victoria guardada para nosotros si perseveramos en la oración. No la perdamos.

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