La luz y la oscuridad


La luz y la oscuridad

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La luz y la oscuridad

Cuando yo era niño en mi pais, una realidad constante de la vida eran los apagones. A los terroristas les encantaba dinamitar las torres de alta tensión que traían la luz eléctrica a la ciudad, logrando así bañar en oscuridad a grandes secciones de la capital. Los apagones eran inesperados, y podían durar varios días.

En una visita reciente, descubrí que mis anfitriones habían recibido un aviso escrito algunos días antes. Habría reparaciones del sistema eléctrico, y la luz estaría apagada desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Para mi gran sorpresa, fue precisamente así. La luz se apagó a la hora señalada, y se volvió a prender un poco antes de las 3.

Claramente, las cosas habían mejorado, por lo menos en este aspecto. De todas formas, recuerdo de las experiencias de mi niñez esa sensación de temor que surgía cuando se apagaban las luces repentinamente de noche. Había que buscar velas para tratar de alumbrar un poco la casa; se vivía con la inseguridad de cuándo regresaría la luz.

Si han vivido alguna experiencia similar, recordarán esas sensaciones de inseguridad, de temor, de peligro. La oscuridad es algo que tememos, y con buena razón. La Biblia nos enseña que muchas personas viven en la oscuridad; no en un sentido físico, sino en un sentido espiritual.

Cuando Jesús dio inicio a su ministerio público, la Biblia señala que él había venido para traer luz a la oscuridad.

Lectura: Mateo 4:12-17

4:12 Mas oyendo Jesús que Juan era preso, se volvió á Galilea;
4:13 Y dejando á Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Nephtalim:
4:14 Para que se cumpliese lo que fué dicho por el profeta Isaías, que dijo:
4:15 La tierra de Zabulón, y la tierra de Nephtalim, Camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los Gentiles;
4:16 El pueblo asentado en tinieblas, Vió gran luz; Y á los sentados en región y sombra de muerte, Luz les esclareció.
4:17 Desde entonces comenzó Jesús á predicar, y á decir: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado.

La tierra de Galilea no era muy bien vista por los líderes religiosos de Jerusalén. Dentro del ambiente cultural de la tierra prometida, era considerado un lugar en el que las ideas paganas tenían demasiada influencia.

Isaías el profeta anunció cientos de años antes que estas mismas regiones, que eran consideradas religiosamente retrasadas y oscuras, serían las que verían la gran luz de la revelación de Dios. Jesús empezó su predicación en estos lugares en lugar de dirigirse al centro religioso de Jerusalén para señalar su cumplimiento de esta profecía.

Señala también algo más profundo; Jesús vino a traer luz a todos los que andan en la oscuridad. Él no vino sólo para alumbrar a los eruditos, a los estudiosos, a los religiosos o a los espirituales. Todo ser humano camina en la oscuridad, y Jesús vino para traer luz a todos.

¿En qué sentido podemos decir que el ser humano camina en oscuridad? ¿Cuál es esa oscuridad que Jesús vino a dispersar? Podemos ver tres clases de oscuridad que afectan a nuestro mundo hoy en día.

Hay muchos que andan en la oscuridad de la distorsión. Tienen algunos conceptos acerca de Dios, pero están muy equivocados en cuanto a cómo llegar a él, o cómo vivir de la forma que él desea. Esta situación se presentó en el día de Jesús; él pasó gran parte de su ministerio corrigiendo los conceptos errados que tenía la gente de su día acerca de Dios.

De igual manera, hay muchos errores que ciegan a las personas en el mundo actual y los mantienen cautivos a la distorsión. Recuerdo la ocasión en que alguien me dijo: Tengo una pregunta. ¿Es cierto que, si uno lee la Biblia completa, se vuelve loco?

Yo le respondí que esperaba que no, porque entonces yo estaría loco varias veces. Esta clase de pregunta revela la distorsión que oscurece la percepción de muchas personas. Sabemos que la verdad de Dios está en la Biblia. Si Satanás les puede convencer de que no les conviene leerla, los puede mantener bajo su control.

Otras personas dicen que creen en Jesús, pero cuando se les pregunta si entrarán en el cielo cuando mueran, dicen que no están seguros, que esperan que sí, que esperan haber hecho suficientes cosas buenas como para entrar al cielo. De esta forma demuestran que su confianza no está puesta en Jesús para salvarles, sino que está puesta en sus propias obras – que nunca pueden proporcionar una fundación segura para la confianza de la salvación.

Otros creen que el bautismo lava los pecados. Confían en el agua, en lugar de la sangre de Cristo, para lavar sus pecados y limpiar su corazón. Piensan que algún rito o alguna observancia religiosa los puede salvar.

Jesús vino para librarnos de la oscuridad de la distorsión. En su lugar, el nos ofrece la luz de la verdad. Jesús les dijo a sus discípulos: Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. La verdad nos trae libertad. Cuando entendemos que la Biblia es luz para nuestro camino, que sus principios nos pueden guiar, nos libramos de la superstición y la ignorancia.

Cuando entendemos que Jesús murió para salvarnos, y que podemos ser salvos por medio de la fe en él, somos libres del temor que trae el error. Cuando entendemos que el bautismo es un acto de obediencia que da testimonio de la transformación que Cristo ha hecho en nuestra vida, somos libres para caminar en la verdad de Cristo.

La luz de Cristo dispersa la oscuridad de la distorsión. Existe otra clase de oscuridad que envuelve a muchos. Se trata de la oscuridad de la desobediencia. El mundo está lleno de personas que viven vidas muy alejadas del plan de Dios.

Lo más triste es que muchas veces vivimos de esta manera, pensando que hacemos bien. Hemos llegado a creer que nuestro camino es el mejor, o se nos ha criado para pensar de cierta forma, y estamos convencidos de que estamos viviendo bien – cuando en realidad estamos muy lejos de la voluntad de Dios.

Muchas veces esto se expresa en un desprecio hacia el pecado. No tomamos en cuenta la su seriedad. Parecemos niños jugando con alacranes. Pensamos que todo es muy divertido, pero no nos damos cuenta del gran costo del pecado para nuestras vidas y las vidas de quienes nos rodean.

No poco después de que un contratista adinerado terminó de construir una cárcel en el estado de Nueva York, fue encontrado culpable de falsificación y encerrado en la prisión que él mismo había construido. Él declaró: Jamás soñé, cuando construí esta cárcel, que algún día sería recluso de ella.

Muchas personas viven también en cárceles que sus propias manos han creado – cárceles de alcoholismo, de alejamiento familiar, de infidelidad, de deshonestidad y de problemas económicos. El pecado nos presenta una cara muy bonita, pero su fin es la muerte.

Frente a esta oscuridad, Cristo viene con la luz de la vida verdadera que él nos vino a compartir. Él mismo dijo: Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Cuando aprendemos a vivir la vida como Cristo nos enseña a vivirla, nos escapamos de esa prisión que nuestras propias manos han construido y encontramos una vida de satisfacción, una vida con futuro.

La vida en Cristo no es una vida de mera religión. Si alguna vez probaste la religión y no te gustó, te aseguro que no conociste la vida de Cristo. Su vida no trae culpabilidad, sino libertad; no trae opresión, sino seguridad; no es una vida imposible, sino llevadera. Él mismo dijo: Mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

La tercera forma de oscuridad que abruma a muchos es la oscuridad de la desesperación. Tantas personas que nos rodean viven vidas de desesperación silenciosa. Tienen que llenar sus vidas de ruido para esconder el inmenso silencio que aprisiona su alma.

Hacen todo lo posible por olvidar que algún día morirán, pues no están preparados para ese día. Trabajan incansablemente, pues no tienen la seguridad de que alguien está velando por sus necesidades. Se preocupan y se afligen, y no descansan por estar pensando en el futuro.

Cristo nos ofrece la luz de la verdadera esperanza. Hay esperanzas efímeras, ilusiones que nos parecen ofrecer seguridad, pero que sólo traen desilusión. Quienes ponen su esperanza en el dinero, en el gobierno o en cualquier otro poder de este mundo se encontrarán desilusionados.

Cristo, en cambio, nos hace varias promesas que él es muy capaz de guardar. Nos promete que, si buscamos primero el Reino de Dios, nuestras necesidades serán llenas por añadidura. Nos promete que él ha ido a prepararnos un lugar de vida eterna, y que regresará para llevarnos a vivir allí.

Cuando hemos visto la luz de la esperanza que nos trae Cristo, podemos sobrellevar los problemas de esta vida y saber que saldremos triunfadores. Sólo en él encontramos el triunfo verdadero.

¿Te encuentras caminando en la oscuridad? Cristo te invita a su luz. Yo soy la luz del mundo, dijo él. Quiere llenar tu vida y tu corazón de luz, y disipar las tinieblas que te rodean. Déjale entrar.

Reconoce que el camino que has seguido no te ha llevado a ningún lugar bueno, y deja tus propios intentos. Acepta su muerte en la cruz como el pago de tus pecados, y entrégale el control de tu vida para que él te guíe y dirija.

La luz resplandece en las tinieblas, la Biblia nos dice, y las tinieblas no la han comprendido. Tú puedes tener la luz de Cristo brillando en ti, una luz que nadie podrá apagar. No te quedes más en la oscuridad. Ven hoy a Cristo.

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