Pureza de verdad


Pureza de verdad

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Pureza de verdad

Algunas personas hacen hasta lo imposible por impresionar a los demás. Desgraciadamente, estos esfuerzos a veces no funcionan. Se cuenta la historia de un hombre de Texas que visitaba a un granjero del pequeño estado de Vermont.

El de Vermont tenía una granja de algunas pocas hectáreas, como suelen ser los terrenos en aquel estado. El hombre de Texas le empezó a explicar la extensión de su inmenso territorio.

Tengo una camioneta, le dijo, a la que me puedo subir y empezar a manejar al borde de mi rancho, y en todo un día no llego al final de mi territorio. El hombre de Vermont no pareció estar muy impresionado. La razón pronto se hizo evidente. Sí, replicó, yo también he tenido camionetas que no corren.

Como este hombre de Texas, solemos como humanos depender de lo exterior para calificar lo interior en cuanto a nuestras propias vidas. Pero Jesús nos enseña que esta clase de calificación no es suficiente. El nos muestra que la validez de lo que vemos en nuestras acciones se tiene que basar en la situación interior, de nuestro corazón.

Hoy veremos cómo nuestro Señor aplica esta idea al tema de la pureza sexual.

Lectura: Mateo 5:27-30

5:27 Oísteis que fué dicho: No adulterarás:
5:28 Mas yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
5:29 Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
5:30 Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y échala de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

Recordemos que Jesús en este pasaje está dando su interpretación de la ley del Antiguo Testamento. El está explicando lo que realmente significa. Y lo hace comparando las ideas que tenían sus oyentes con la verdadera intención de Dios.

Muchos judíos habían interpretado esta norma divina de una manera superficial. Ellos sólo se fijaban, por decirlo así, en la fecha que aparece en el paquete. Pero Jesús nos dice que lo que importa también es lo que está dentro.

Es decir, Dios llama a su pueblo a mantener la pureza a nivel del corazón, no sólo del cuerpo. A Dios no sólo le interesan las apariencias. El busca algo más.

La verdadera pureza que Dios nos exige es del corazón (27-28)

Hay muy pocos lugares donde se apruebe el adulterio. Aun el mundo lo condena. Pero Jesús lleva ese valor moral mucho más allá – El aplica la pureza a ambos sexos sin distinción, y la lleva al nivel de la mente. Dios, quien ve nuestro corazón, nos exige que lo mantengamos puro.

Esto significa que no solamente el acto sexual fuera de los límites puestos por Dios, sino también los pensamientos que tienden a ella, nos hacen culpables ante Dios. Esto se llama lujuria.

¿Qué es la lujuria? Voy a hablar desde la perspectiva del hombre – las mujeres lo pueden aplicar a su situación. La lujuria no es cuando vemos una mujer atractiva caminando por la acera, y sentimos una sensación de atracción hacia ella. Esa es simplemente la reacción natural con la que Dios nos creó.

La lujuria más bien es cuando no alejamos la mirada de ella, cuando empezamos a desvestirla en la mente, y empezamos a imaginar lo que quisiéramos hacer con ella.

En ese momento en que cruzamos la línea entre una atracción normal y una fantasía voluntaria, nosotros hemos pecado. Hemos ido más allá de lo que Dios quiere para nosotros.

¿Habrá hombre en el mundo que no lo haya hecho? Lo dudo. Pero eso no lo justifica. Y aunque esas fantasías nunca se vuelvan realidad, ya hemos contaminado nuestro corazón con impureza.

Desde luego, Jesús no nos da aquí un pretexto para pecar más. Es decir, si ya caímos en la lujuría, no debemos de pensar que sería mejor entonces llevar nuestros pensamientos a la acción. Por un lado, accareamos más culpa, y por el otro, las consecuencias serán mucho más serías.

Lo central es que Dios ve nuestra mente. Y El nos exige que la mantengamos pura. Además de esto, Dios, quien nos creó a su imagen, nos llama a tratar a todos con pureza y respeto.

La fantasía sexual es, muy sencillamente, un pecado contra el amor. Es una falta de amor hacia la persona de quien tenemos estos pensamientos, y es también una falta de amor hacia nuestro cónyuge, quien tiene derechos exclusivos sobre nosotros.

Me explico: cuando empezamos a tener pensamientos lujuriosos acerca de otra persona, estamos tratando a esa persona como un objeto, que existe para nuestra satisfacción – en este caso, sexual. Obviamente, cuando pensamos así de la persona, es imposible que estemos amando a la persona. Quizás esto es lo que el mundo denomine amor, pero no es amor divino.

Jesús localiza el pecado dentro del corazón del hombre (o la mujer), y nos llama no sólo a evitar cometer pecados exteriores, sino a tratar a todos con amor y respeto. Y las fantasías y deseos sexuales nos hacen usar a otros para nuestros fines egoístas en vez de amarlos como Dios desea.

Pero entonces, ¿cómo podemos evitar el caer en esta trampa?

La verdadera pureza se vive con un esfuerzo radical (29-30)

Con estas frases directas y chocantes Jesús nos está diciendo que el pecado es una cosa seria. Con el pecado no se juega, porque el pecado es precisamente lo que condena a una persona al castigo eterno.

Hay que esforzarnos hasta lo sumo para quitar de nuestra vida cualquier cosa que nos podría llevar a pecar de esta manera, cueste lo que cueste, así como nos cortaríamos la mano o nos quitaríamos el ojo.

Déjenme mencionar tres maneras de tener victoria sobre la lujuria en nuestras vidas. Esta lista no pretende ser completa.

A. Deja de alimentar la lujuria

En ocasiones he visto personas que se quejan de las cucarachas que viven en sus casas, pero dejan comida y desperdicios tirados por todos lados. Realmente no es ninguna sorpresa que tengan problemas con los bichos.

De igual manera, si no quieres que la lujuria te controle, debes de estar seguro que no la estés alimentando. Y esto es como quitarse un ojo. Porque puede significar no ir a ciertos lugares, o no ver ciertas películas – ¡y no sólo me refiero a las pornográficas! – o desviar la mirada cuando vemos a un miembro atractivo del sexo opuesto.

La idea es que nos alejemos de la causa de la tentación. Muchas veces queremos acercarnos lo más cerca posible a la barranca sin caer al cañón – pero ese no es el camino de la sabiduría. Más bien, deja de alimentar la lujuria. Quita de tu vida cualquier cosa que la alimente.

B. Analiza sus causas en tu corazón

Con el pecado, casi siempre estamos tratando de satisfacer una necesidad legítima de una manera ilegítima. En un sentido, somos como hombres que se mueren de sed en el desierto, y sólo encuentran para tomar agua salada.

Cuando nos sentimos tentados a pecar, generalmente es porque hay alguna necesidad que no estamos satisfaciendo. No vamos a satisfacer esa sed realmente con el pecado; pero siempre lo queremos intentar.

Es bueno, entonces, aprender a ser conscientes de nuestro propio estado mental. Puede ser, por ejemplo, que nos sentimos atraídos a otra persona porque no estamos trabajando suficiente en nuestro matrimonio. Entonces la respuesta no es que nos entreguemos a esos pensamientos, sino que nos esforcemos en acercarnos a nuestra pareja.

O puede ser simplemente que estemos cansados, o tengamos hambre, u otra cosa. Así que busquemos la razón, lo que realmente nos hace falta. Detrás de este pecado siempre hay algo más.

C. Reconoce que es idolatría, y reemplázala con la adoración

La realidad es que los pensamientos lujuriosos realmente son idólatras. Es decir, estamos tratando de llenar el lugar que sólo Dios debe de ocupar en nuestro corazón con la imagen de otra persona. Estamos tratando de encontrar la satisfacción que sólo El nos puede dar con una imagen mental.

Leamos 1 Corintios 10:7-8:

10:7 Ni seáis honradores de ídolos, como algunos de ellos, según está escrito: Sentóse el pueblo á comer y á beber, y se levantaron á jugar.
10:8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veinte y tres mil.

Aquí Pablo hace referencia al pueblo de Israel durante sus vagancias en el desierto, y conecta el desenfreno de ellos con la idolatría. O sea que cuando empezamos a buscar satisfacción y significado en el sexo fuera de los límites que Dios ha puesto, entonces estamos dejando de adorar a Dios así como El merece que lo adoremos.

Y este es el punto básico. Si nosotros no dedicamos todo nuestro ser a Dios, incluyendo nuestra mente y nuestro corazón, no podemos decir que lo estamos adorando. Porque El lo quiere todo, no sólo una parte – y no sólo un espectáculo exterior.

Por supuesto, todos hemos fallado en esta área. Ninguno de nosotros es perfecto. Y al ver lo que Dios exige, tenemos que ir corriendo a la cruz. Porque es allí en la cruz donde todas nuestras fallas son cubiertas, donde todos nuestros pecados son perdonados, y donde encontramos poder para seguir caminando hacia la meta de perfección a la cual Dios nos llama.

Si tú eres creyente, no dejes de tus fallas anteriores te estorben. Confiésalos, y recibe el perdón de Dios. Luego, empieza a tomar las decisiones difíciles para vivir en la pureza que Dios desea.

Pero quizás este mensaje te ha hecho ver que realmente estás muy lejos de la voluntad de Dios, y nunca has recibido su perdón. Hoy lo puedes recibir. Cristo murió por comprártelo, y todo lo que tienes que hacer es recibirlo por fe, entregándote a El.

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