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Servicio a Dios del corazón o por compulsión


Servicio a Dios

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Servicio a Dios del corazón

En algunas comunidades, a los delincuentes que han cometido ciertos crímenes de baja categoría se les ofrece la opción de hacer servicio a la comunidad en vez de estar encerrados en la cárcel o pagar una multa. Puede ser, por ejemplo, que tengan que recoger basura a la orilla de la carretera, servir en alguna agencia pública haciendo limpieza, o lavar los vehículos de los sirvientes públicos.

En las ocasiones que me ha tocado observar a las personas que hacen su servicio a la comunidad, jamás he visto caras radiantes de alegría. Nunca he visto personas gozosas de tener la oportunidad de hacer algo para beneficiar a la comunidad.

¿Por qué será esto? ¿Por qué no se regocijan en la oportunidad que tiene de ser útiles y mejor la vida en su comunidad? Hay una razón muy sencilla: hacen el servicio por compulsión, no de corazón.

Desgraciadamente, cuando observo la forma en que muchas personas sirven dentro de la iglesia veo el mismo efecto. En vez de mostrar gozo y alegría por la oportunidad que tienen, su semblante refleja aburrimiento, preocupación o resentimiento.

Mi propósito en este sermón no es el de animar a todos a llevar una sonrisa artificial cuando hagan algo en la iglesia. Más bien, quiero que consideremos a fondo estas dos maneras de servir a Dios, para que podamos elegir la forma en la que le queremos servir.

Lectura: Romanos 12:11
“En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”

En esta sección de instrucciones básicas para el creyente Pablo nos insta a tener cuidado de que nuestro fervor por el Señor no flaquee. Es muy fácil caer en la trampa de servir por compromiso u obligación, o simplemente no servir. Pero

Dios desea que le sirvamos con alegría de corazón

Antes de hablar de las razones, debemos de aclarar lo que es servir a Dios. ¿.

Criar a nuestros hijos puede ser servicio a Dios, si lo hacemos para su gloria, enseñándoles a conocerle a El. Nuestro trabajo puede ser un servicio a Dios, si lo hacemos para él y no para los hombres, buscando glorificarle siempre en todo.

Lo que Dios desea es que aprendamos a ver cada cosa que hacemos como un servicio a El, y que lo hagamos con alegría para El. La verdad es que esto le complace. La Biblia dice que Dios ama al dador alegre, y este principio no sólo se aplica a las ofrendas; todo lo que le damos a Dios deberá ser dado con alegría.

Díganme, ustedes que son padres, ¿cuál es mejor: que su hijo le dé un regalo porque su mamá le dio el dinero y le dijo que lo comprara, o que su hijo ahorre de su propina para comprarle un regalo porque quiere hacerlo? Creo que la respuesta es obvia. El mejor regalo es el regalo del corazón.

De la misma manera, Dios se complace cuando le servimos de corazón. Es más, esto nos trae satisfacción a nosotros también. Muchos creyentes no se sienten realizados en su fe y en su vida personal porque nunca han aprendido a servir a Dios de corazón. Su servicio nace de una sensación de obligación o de culpabilidad. Piensan que si no sirven a Dios podrán ser castigados o rechazados.

Cada uno de nosotros tiene uno papel que Dios nos ha dado. Hay algo que él quiere que hagamos en su servicio. Cuando encontramos ese lugar de servicio y empezamos a servir de corazón, hallamos una satisfacción y un gozo inigualables.

Las alternativas al servicio de corazón son el servicio legalista, o el no servir. Para el creyente, bajo condiciones normales, no es opción no servir al Señor. Hemos sido llamados para servir. Algunas veces no servimos porque estamos enfocados en lo que la iglesia puede hacer por nosotros, en vez de preguntarnos qué podemos hacer para Dios.

Si pensamos de esa manera, nunca estaremos contentos – porque nunca encontraremos esa iglesia perfecta que llena todas nuestras necesidades. Más bien, seremos como la muchacha que a cada rato se enamora pero nunca se casa – y a fin de cuentas, queda solterona. Es menester que encontremos un lugar en el que podamos servir a Dios.

De hecho, ésta es la razón que fuimos salvados. Muchas veces citamos Efesios 2:8-9Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Estos versos son fundamentales para nuestra fe, pues vemos que la salvación no es algo que se gana, sino que se acepta.

Pero muchas veces no seguimos leyendo. El verso 10 nos dice: Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.

Hacer obras en servicio a Dios de un corazón agradecido es la meta de nuestra salvación aquí en esta tierra. Si eres creyente, pero no estás viviendo una vida de servicio a Dios, te sentirás frustrado. Te sentirás como un perro con un bozal en el hocico que quiere ladrar.

Esa frustración se puede expresar de varias formas. Algunas personas se vuelven criticonas. No están sirviendo a Dios, pero para sentirse mejor, critican el servicio o la fe de otros. De este modo, se sienten mejores. Otras personas simplemente se deprimen. Pierden el gozo de la salvación, pues no están realizando su meta. Otras personas dejan la iglesia. De cualquier modo, el no servir a Dios tendrá efectos negativos para tu bienestar espiritual.

Pero esto nos lleva a la otra trampa, que es el servicio por obligación. Desgraciadamente, hay muchas iglesias que utilizan los sentimientos de culpabilidad para obligar a sus miembros a servir. En vez de habilitar a cada miembro para que descubra su don, manipulan a los miembros mediante la consciencia para llevar a cabo los programas que el liderazgo propone – no los que el Espíritu Santo dispone.

Lo que resulta es un ambiente de presión, de manipulación y de menosprecio que crea agotamiento y desilusión. Muchas veces, los pastores podemos crear este ambiente sin estar conscientes de hacerlo cuando nos enfocamos en lo que consideramos ser el progreso y buen funcionamiento de la iglesia como institución, en vez de buscar el crecimiento íntegro del cuerpo, que consiste en sus miembros.

¿Cuál es la respuesta a esta trágica situación? Como siempre, la respuesta es Jesús.

Cristo nos muestra cómo resistir la compulsión y servir de corazón

Si examinamos el testimonio bíblico acerca del ministerio de Jesús, podemos descubrir varias cosas muy interesantes. En primer lugar, nos damos cuenta de que Cristo basó su ministerio en el gozo. Leamos Hebreos 12:2: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”

¿Cuál nos dice que fue la motivación del ministerio de Jesús? ¿Un sentir de obligación a su Padre? ¿El qué dirán los ángeles si no salvaba el mundo? No, el pasaje nos dice que Jesús soportó la cruz por el gozo que le esperaba.

En otras palabras, la motivación de Jesús fue sencillamente el gozo. Él sabía que iba a recibir inmensa satisfacción si obedecía a su Padre para salvarnos de nuestra condenación. Aunque no quería sufrir, se armó de paciencia porque sabía que valía la pena.

La otra noche, cuando salimos a visitar, los que salimos fuimos pocos. Yo comentaba con alguien que me pareció muy triste, pues es un gozo visitar. Es bello poder conversar con la gente, conocer sus necesidades, e invitarles a venir a la iglesia.

Algunos de ustedes quizás tenían cosas urgentes que hacer. No los estoy regañando. Pero de veras se pierde un gran gozo el que no toma las oportunidades que Dios ofrece. Y ésta debe ser nuestra motivación, así como fue la de Jesús. Si estamos sirviendo a Dios de corazón, siempre habrá gozo.

Otra cosa que descubrimos al observar el ministerio de Jesús es que él buscó el lugar que sólo él podía llenar. Leamos Hebreos 10:5-7:

10:5 Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo.
10:6 Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
10:7 Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí.

Aquí vemos que Jesús vino al mundo con la conciencia de que venía a hacer una obra que sólo él podía hacer, una obra que había sido profetizada de antemano y que era la voluntad de su Padre. De igual modo, Dios nos llama a realizar una obra que él ha preparado para nosotros. Cada uno de nosotros ha recibido por lo menos un don para usar dentro de la iglesia. Cada uno de nosotros tiene un papel que jugar.

El gozo en el servicio al Señor vendrá cuando encuentres ese lugar para el cual Dios te ha preparado y para el cual el Espíritu Santo te ha dotado. Empieza pidiéndole que te muestre el lugar donde quiere que estés. Busca oportunidades de servicio, puertas abiertas que puedan ser tuyas. Confía en que Dios te ayudará, y empieza a servir. Así encontrarás la satisfacción.

Hace algunos años, dos hombres se graduaron con títulos en leyes de cierta universidad. Uno de ellos se encontraba entre los primeros en la clase, y cuando lo llamaron para reconocerlo, insistió en compartir el reconocimiento con su amigo. Lo interesante del caso es que el estudiante premiado estaba ciego, y su amigo era manco. Durante sus años de estudio, el ciego le llevaba los libros al manco, y el manco se los leía al ciego. De tal modo, ambos terminaron sus estudios.

Así es que funciona la iglesia también. Cada uno de nosotros tiene un lugar de servicio preparado por Dios. Cuando lo encontremos, podremos servir de corazón con gozo. Si te sientes culpable por no servir a Dios, proponte esta semana el proyecto de descubrir el lugar de servicio que él te tiene preparado, y comprométete con él en servir de un corazón gozoso, y no por compromiso u obligación. Encontrarás gran satisfacción al hacerlo.

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