El universo de la profecía bíblica puede parecer un lugar extraño. Está lleno de animales feroces y a veces sobrenaturales, de visitantes angelicales y de símbolos extraños y misteriosos. Es muy fácil, frente a la dificultad que enfrentamos al interpretar estos pasajes, desanimarnos y buscar las secciones más sencillas.
Sin embargo, si queremos progresar y crecer en nuestra fe cristiana, tenemos que llegar a conocer toda la verdad que Dios nos ha revelado en su Palabra. Está bien que un bebé tome solamente leche, pero a un niño le conviene una alimentación más amplia. El adulto debe comer una variedad de alimentos.
En esta mañana regresamos a nuestro estudio del libro de Daniel. La segunda parte de este libro consiste en las visiones que Dios le dio a su profeta Daniel. Por medio de estos mensajes Dios le reveló a Daniel muchas cosas que sucederían en el futuro. Algunas de ellas eran futuras para Daniel, pero para nosotros pertenecen al pasado. Otras de ellas aún quedan en el futuro.
El capítulo que estudiaremos hoy contiene profecías que eran futuras para Daniel, pero que ya han sucedido. De hecho, los eventos profetizados tuvieron lugar antes del nacimiento de Jesús. Pertenecen al tiempo intertestamentario, es decir, los años después de que se terminó de escribir el Antiguo Testamento y antes del Nuevo.
Leamos primeramente la visión que Dios le dio a Daniel.
Lectura: Daniel 8:1-14
8:1 En el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes.
8:2 Vi en visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai.
8:3 Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después.
8:4 Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía.
8:5 Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos.v 8:6 Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza.
8:7 Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder.
8:8 Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo.
8:9 Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa.
8:10 Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó.
8:11 Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra.
8:12 Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó.
8:13 Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?
8:14 Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.
Recordaremos del capítulo siete que los imperios del mundo se representan como animales en las visiones de Daniel. Sin Dios, el hombre es como un animal; los imperios de este mundo viven como animales, mordiendo y devorándose unos a otros, en lugar de mostrar la imagen de Dios en nuestra humanidad.
Esta visión vino a Daniel durante los últimos años del imperio babilónico, durante el reinado de Belsasar. En la visión, Daniel se encontraba en la ciudadela de Susa. La historia secular nos dice que Susa estaba cayendo ante la invasión de Ciro el persa alrededor del tiempo en que Daniel recibió esta visión. El carnero de su visión era el imperio medo-persa que se estaba extendiendo en ese momento, así que Dios llevó a Daniel, por decirlo así, al lugar de los hechos en su visión.
Ahora bien, cuando Daniel recibió esta visión, no la entendió de inmediato. No nos tenemos que sentir mal, entonces, si no la entendemos de inmediato tampoco. Dios envió a un ángel para darle una explicación. Veamos lo que le dijo el ángel.
Lectura: Daniel 8:15-19
8:15 Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre.
8:16 Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a éste la visión.
8:17 Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin.
8:18 Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo estar en pie.
8:19 Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin.
La cultura popular se ha alejado mucho de la verdad de Dios. Para verlo, simplemente comparemos el concepto que tienen las personas hoy en día de los ángeles con la reacción que tuvo Daniel al ángel que se le presentó.
Los ángeles hoy en día se presentan como figuras femeninas, plumadas y blancas. Serían incapaces de espantar a una mosca. Cuando Gabriel se acercó a Daniel, tal fue su temor que cayó al suelo. De hecho, en la mayoría de los casos, cuando un ángel se aparece a una persona, la primera cosa que le dice es: No tengas miedo.
Los ángeles inspiran temor, pues son seres sumamente poderosos. Gabriel tranquilizó a Daniel y le infundió fuerzas al levantarlo del suelo donde se había caído. También le aseguró que las cosas que él había visto pertenecían al futuro.
En estas primeras palabras de Gabriel encontramos una realidad muy importante. Es ésta:
Gabriel le dijo a Daniel que el fin llegaría en el momento señalado. Los imperios humanos, como animales, corren de un lado a otro, derrotando y siendo derrotados. Dios, en el cielo, tiene señalado el momento en que cada uno llega a su tope.
Además de esto, Dios ya sabe cuál será el transcurso de la historia humana. Uno de los imperios que describió Daniel se estaba levantando; el otro aún no existía. Dios, sin embargo, ya conocía cada detalle de lo que sucedería con los imperios.
No tenemos por qué temer, entonces, si el mundo se alborota, si las naciones hacen guerra, si los líderes políticos suenan las espadas y lanzan amenazas al aire. Dios ya sabe todo lo que sucederá, y El sigue estando en control de todo.
Cada era tiene sus preocupaciones. Cuando yo era niño, vivíamos aterrorizados de que se desenlazara una guerra nuclear entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Sabíamos que ambos tenían armas suficientes para destruir la tierra muchas veces, y observábamos cómo el comunismo avanzaba paulatinamente en su aparente conquista mundial.
La Unión Soviética ya no existe, y los temores de hoy son otros. Hoy enfrentamos al terrorismo radical motivado por la ideología religiosa. Enfrentamos un clima que produce tormentas cada vez más peligrosas y destructivas. Enfrentamos la inestabilidad política en muchas partes.
Podemos estar seguros, sin embargo, que el fin llegará en el momento señalado, como nos dice el texto. Así como Dios predijo con absoluta precisión el levantamiento y la caída de los dos imperios que aparecen en la visión de Daniel, El también conoce perfectamente lo que sucederá en nuestro tiempo. El es capaz de proteger a los suyos, y de darnos un lugar en su reino celestial cuando llegue el momento que El ha determinado.
Sigamos leyendo.
Lectura: Daniel 8:20-24
8:20 En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia.
8:21 El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero.
8:22 Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él.
8:23 Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas.
8:24 Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos.
Aquí vemos la explicación de los animales que había visto Daniel. El carnero de dos cuernos era el imperio medo-persa. Ya que los persas se levantaron después de los medos, uno de los cuernos sale después del otro. Vemos la precisión histórica de la visión divina.
De repente surge otro, que es un macho cabrío. Este es Alejandro Magno, el joven macedonio que lloró porque ya no había más tierras que conquistar. Sus conquistas fueron tan rápidas que parecía no tocar tierra. Sin embargo, cuando murió a la edad de 33 años, su imperio se dividió en cuatro partes debido a las ambiciones de sus generales.
Esta es la explicación de los cuatro cuernos que surgen del lugar del cuerno que se rompe en su apogeo. En la Biblia, el cuerno frecuentemente es un símbolo de poder y autoridad. Frecuentemente, como aquí, se usa como símbolo de un rey o gobernador.
De uno de estos cuatro cuernos – es decir, de una de las cuatro divisiones del imperio de Alejandro – surge un cuerno pequeño. Es importante entender que éste cuerno pequeño no es el mismo que el del capítulo 7. El capítulo siete, que estudiamos algunas semanas atrás, nos habla del Anticristo, la figura que surgirá al final de este siglo presente.
El pequeño cuerno del capítulo 8, en cambio, es una prefiguración del Anticristo. Es una figura histórica que se levanto unos 170 años antes del nacimiento de Cristo. Sin entrar en mucho detalle, en muchas ocasiones los eventos de la era del Nuevo Testamento repiten los eventos del Antiguo.
En este caso, hay dos figuras representadas por el pequeño cuerno. Para entender que son personajes distintos nos basta con notar que el pequeño cuerno del capítulo 7 surge del cuarto imperio, mientras que el cuerno pequeño del capítulo 8 surge del tercero.
El cuerno pequeño de nuestro pasaje se cumplió en el personaje de Antioco Epifanio, un rey que surgió dentro de una de las cuatro divisiones del imperio griego. Fue un rey maléfico, maestro de la intriga. Conquistó a varias regiones, incluyendo Palestina – aquí llamada la tierra hermosa.
¿Por qué permitió Dios que este rey conquistara a su pueblo? La respuesta está en el verso 12. Fue por la rebeldía del pueblo de Dios. Aquí aprendemos otra lección importante:
No me malentiendan. El sufrimiento no siempre viene como resultado de la desobediencia. Los amigos de Job creían que así era, y estaban equivocados. Sin embargo, podemos estar seguros de que, si el pueblo de Dios persiste en vivir en desobediencia y rebelión, el castigo divino vendrá.
El pueblo de Dios se había vuelto corrupto y desidioso. Los sacrificios se les hacían muy pesados. Finalmente Dios se vio sin alternativa, y tuvo que permitir un castigo muy severo. Antioco invadió Jerusalén y mató a muchos de los judíos. Finalmente prohibió el sacrificio que se hacía en el templo, y luego erigió en el templo un ídolo e hizo sacrificios de marranos a este ídolo.
Este evento se conoce como la abominación que causa desolación, y representaba para el pueblo judío la más grande humillación que podría sufrir su fe. Que Dios permitiera que su templo fuera profanado de tal forma señalaba la profundidad de su ira contra su pueblo.
Cuando observo el estado de la Iglesia en este país, me pregunto cuánto tiempo más esperará Dios para disciplinarnos. Si continuamos en nuestra indolencia, fijándonos más en las cosas de este mundo que las de Dios, podemos estar seguros que el castigo de Dios vendrá.
Esforcémonos para que esto no suceda. Caminemos firmes en la fe. Vale la pena, pues Dios nos muestra algo más:
Lectura: Daniel 8:25-27
8:25 Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no por mano humana.
8:26 La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días.
8:27 Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía.
Dios le dijo a Daniel que este rey infame, el pequeño cuerno, sería destruido sin la intervención humana. Así sucedió. Antioco Epifanio murió repentinamente. Los historiadores no concuerdan en sus explicaciones de lo que sucedió, pero sí concuerdan en que no sucedió por agencia humana. Ningún ser humano mató a Antioco. Dios lo hizo.
Dios destruirá a todos sus enemigos. Si estamos con El, podemos saber que nuestro triunfo será total. Aunque quizás, como Daniel, no entendamos todos los detalles de la profecía divina, podemos estar seguros de que Dios triunfará al final. Esta es la seguridad con la que podemos vivir y triunfar: aunque el hombre se oponga a Dios, nunca podrá resistirlo. Cuando Dios se levanté, sus enemigos caerán.
Y tú, ¿dónde estarás en aquel día? ¿Te encontrarás entre los enemigos de Dios, objeto de su ira? ¿O vivirás para siempre con El? Tu destino eterno depende solamente de la decisión que hayas tomado en cuanto a Cristo. ¿Lo has aceptado como tu Señor y Salvador?