Guerra en los cielos



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Guerra en los cielos

¿Se han fijado en la cantidad de guerras que se pelean en el mundo actual? Vi recientemente un titular que proclamaba que la actuales guerras en el medio oriente ya han superado en duración a la Segunda Guerra Mundial.

En 1964, el entonces presidente de los Estados Unidos, Lyndon Johnson, proclamó una guerra contra la pobreza. Más de sesenta años después, la pobreza no ha desaparecido – aun en uno de los países más avanzados del mundo.

En 1971, otro presidente declaró la guerra contra el cáncer. Prometió al pueblo americano que habría una cura dentro del espacio de una década – muy conveniente, ya que para esa fecha él no ocuparía el oficio de presidente. Sesenta años después, se han visto grandes avances, pero el cáncer sigue matando a muchos.

Muchas guerras – y pocas de ellas parecen ser ganables. Sin embargo, existe otra guerra – la guerra más importante de todas – y esta guerra ya ha sido ganada. Es una guerra cuyo alcance abarca todo el universo. Es una guerra en los cielos.

Hemos llegado a una visión crucial en el libro de Apocalipsis. Aquí el Espíritu Santo le abrió la cortina del cielo a Juan para que él pudiera ver lo que sucede detrás del escenario de este mundo. El registró esta visión para nuestro beneficio también.

Mientras leemos el pasaje, les invito a usar la imaginación para ver las imágenes que se describen.

Lectura: Apocalipsis 12:1-17

12:1 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
12:2 Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.
12:3 También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;
12:4 y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
12:5 Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
12:6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.
12:7 Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
12:8 pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
12:9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
12:10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
12:11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
12:12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.
12:13 Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
12:14 Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
12:15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.
12:16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca.
12:17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

Como hemos mencionado, esta visión nos revela el significado espiritual de los eventos terrenales. La señal de la mujer representa al pueblo de Dios. Su corona de doce estrellas indica esto, pues doce es el número tanto de las tribus de Israel como de los apóstoles de la Iglesia. La mujer está revestida del sol, que es la justicia de Cristo – el Sol de justicia, según Malaquías 4:2: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”. Está parada sobre la luna, que indica su permanencia y seguridad.

De ella, en la visión, está a punto de surgir algo – o mejor dicho, Alguien – grandioso. Pero hay quien se opone: el dragón rojo, la serpiente antigua, el Diablo, Satanás. Aquí vemos que

Dios enfrentó una insurrección celestial

El dragón, Satanás, es el mismo que tentó a Eva para que la humanidad se metiera en el lío en el que nos encontramos. Él se rebeló contra Dios, queriendo usurpar el lugar que no le correspondía, y desde entonces ha estado peleando en contra del plan divino. Tomó para sí autoridad y fuerza, representados por sus cabezas, cuernos y coronas. Es el “dios de este mundo”.

Nos dice que con la cola el dragón arrastró a tierra la tercera parte de las estrellas del cielo. Esto indica que él no está solo en su rebelión contra Dios. Las estrellas a veces representan a los ángeles, y este pasaje parece indicar que la tercera parte de los ángeles cayeron con Satanás. Estos ángeles caídos son ahora demonios.

Satanás siempre se opone a los propósitos divinos dentro de la historia humana. Se opone a la libre expresión de la imagen divina en el ser humano. Se opone a la prosperidad y el bienestar del hombre. Cuando él te ve a ti, lo que más quiere es que vivas lejos de Dios, en pecado y en miseria.

Cuando Satanás se dio cuenta de que Dios tenía un plan para rescatar de la humanidad rebelde a un pueblo para sí mismo, se opuso con todas sus fuerzas. Hizo hasta lo imposible para detener el avance de este plan redentor de Dios.

Se opuso al nacimiento de Jesús por medio del ataque de Herodes a los niños de Belén. Cuando Jesús nació, Satanás utilizó la envidia y la inseguridad de Herodes para que éste, al oír que había nacido un rey que podría hacerle competencia, mandara matar a todos los niños en la región de Belén que posiblemente podrían ser este rey. Pero Dios libró a su Hijo de este intento.

En otra ocasión, cuando Jesús era adulto, una multitud de personas del pueblo en el que se había criado pretendieron matarlo, tirándolo por un precipicio. De seguro un espíritu diabólico los animaba en este intento también. Pero Jesús pasó por en medio de ellos, sin que lo pudieran tocar.

Por fin, llegó el momento. Utilizando sus instrumentos humanos, Satanás logró que Jesús fuera clavado en una cruz romana. Mirando los sufrimientos del único hombre justo, nos podemos imaginar al enemigo riéndose de júbilo. Cuando Jesús gritó: “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46) -el enemigo seguramente no podía contener su felicidad. ¡Por fin había ganado!

Pero fue en ese preciso momento que él recibió la sorpresa más desagradable de su miserable vida. Porque

Dios ha ganado la victoria por medio del sacrificio de Jesucristo

El hijo varón que la mujer dio a luz, que pastoreará a las naciones con puño de hierro, es Jesucristo. A pesar de los intentos por parte del enemigo de destruirlo, él fue llevado al cielo, tras su resurrección. Fue librado de la muerte que parecía segura.

Vemos entonces que se desata una guerra en el cielo, entre los ángeles de Dios y el dragón y sus ángeles caídos. El dragón es expulsado del cielo, y es arrojado a la tierra. Satanás es el acusador de los hermanos. El busca la forma de condenar a todos al mismo destino que él tiene.

Esto es lo que sucedió con Job. Satanás apareció ante Dios para acusar a Job, para ponerlo a prueba. En aquellos tiempos, antes de la venida de Jesús, Satanás todavía tenía acceso al cielo. Él aún podía acusar a los justos ante Dios. Pero ahora, en base a la victoria de Cristo, ya no puede lanzar ninguna acusación contra los santos de Dios.

Esto queda claro en el himno que se registra en los versos 10-12. El acusador, Satanás, fue vencido “por medio de la sangre del Cordero”. ¡Qué ironía! En el preciso momento en que él pensaba haber ganado la victoria sobre Aquel que vino para salvarnos, fue que él más bien fue derrotado.

Ahora la sangre de Cristo aparece ante el trono de Dios, habiendo sido aplicada al altar celestial; y nadie puede acusar a los que son de Cristo, porque su sangre los defiende. El poder que el acusador tenía sobre nosotros era nuestro pecado; pero cuando la culpa de nuestro pecado fue pagada por Cristo, se quedó desarmado.

Tradicionalmente, algunas iglesias usaban el día después del domingo de resurrección para contar chistes o bromas. Es muy apropiado, porque al diablo se le jugó una broma cósmica. En su aparente victoria sobre Cristo en la cruz está su total derrota.

Pero ahora nos toca a nosotros recibir en nuestras propias vidas es victoria. Es por esto que el verso 11 continúa: “y por el mensaje del cual dieron testimonio”. La palabra dice que es necesario confesar a Cristo con la boca para ser salvos. Tenemos que reconocerle ante las personas como nuestro Señor y Salvador. No basta con simplemente creer mentalmente; tenemos que identificarnos verbalmente con El.

De esta forma, llegamos a compartir la victoria de Cristo. ¡Qué grandes noticias! Por más que el diablo lo haya intentado, no ha podido detener el avance del programa liberador de Dios. Su acceso al cielo para acusarnos ha sido cerrada. La sangre de Cristo nos defiende.

Por este motivo, él anda ahora sobre la tierra con más furia, causando todos los desastres posibles. Esto lo vemos en el verso 12, y lo vemos en los eventos que hacen titulares en el periódico todos los días. Lo vemos en las vidas de los que nos rodean. Sin embargo, hay un mensaje de protección para nosotros.

Dios preserva a su pueblo ahora mientras la victoria se revela

Dos veces en el capítulo – en el verso 6 y en el verso 14 – se menciona la huida de la mujer al desierto. Recordarán que fue precisamente al desierto que el pueblo de Israel huyó después de su salida milagrosa del cautiverio en Egipto. El desierto es el lugar de prueba, de disciplina y de seguridad. Jesús también fue probado en el desierto, cuando fue tentado por Satanás.

Ahora el pueblo de Dios se encuentra en el desierto, porque aún no hemos llegado a la tierra prometida. Sin embargo, estamos protegidos por el Señor. Aunque la serpiente desea con todas sus fuerzas destruir al pueblo de Dios, no lo puede hacer. Los ríos de agua que arroja por las fauces tratan de ahogar al pueblo de Dios, pero aun la misma tierra coopera para que sea imposible.

Jesús mismo dijo que ni las puertas del Hades – es decir, la muerte – podrían prevalecer contra su Iglesia. Como miembros de la Iglesia, podemos estar seguros de que Dios nos preservará. Aun en la peor persecución, hay aparentes coincidencias que ayudan al pueblo de Dios.

Es cierto que, como dice el verso 17, el dragón está haciendo guerra enfurecida contra los descendientes de la mujer – es decir, él trata con todas sus fuerzas de destruirnos. Somos “el resto” de sus descendientes, porque el primogénito es Jesús. Pero si obedecemos a Dios y nos mantenemos fieles al testimonio de Jesús, sabemos que seremos librados.

El dragón hace la guerra de muchas formas. A veces, como matón, trata de alejarnos de la fe por medio del temor. La persecución es una de sus armas. En otras ocasiones, como prostituta, nos pretende seducir con la comodidad, con el placer, con la aceptación de los demás. Esta segunda arma puede ser más peligrosa que la primera.

Sin embargo, si somos fieles, sabemos que Dios nos preservará. Un día, esa victoria será final; mientras tanto, podemos vivir en victoria por medio de Cristo. No nos debe de sorprender cuando enfrentamos la oposición del enemigo. Muchas personas se sorprenden cuando se acercan a Jesús, y luego enfrentan batallas. De alguna forma, pensamos que todo nos tiene que ir bien, si estamos en Cristo.

La seguridad que podemos tener es que Dios nos preservará y nos dará la victoria, si estamos en la fe.

La guerra en los cielos ya fue ganada, pero ahora ruge la guerra en la tierra. Es una guerra por las almas de la gente. ¿De qué lado estás tú en esta guerra? Tienes que entender que sólo hay dos ejércitos. Si no eres parte del ejército de Dios, entonces estás del lado del enemigo. No hay tercera opción.

Cristo te invita a unirte a El en su victoria. Te invita a recibir su perdón, arrepintiéndote de tus pecados y viniendo a El para recibir la salvación. El te invita ahora, antes de que sea muy tarde.

Cristo también te llama a ti, que ya lo conoces, a vivir como miembro de su ejército. Te llama a ponerte la armadura que El te da. Te llama a mantenerte fiel al testimonio de Jesús, llevando ese mensaje de salvación a quienes te rodean. Vive en esa victoria.

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