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La misión navideña, Libro de Juan 20:21


La mision navideña

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La misión navideña, Lectura del Libro de Juan 20:21

Esta temporada del año, la temporada navideña, tiene muchos atractivos. Entre las reuniones con familiares y amigos, los intercambios de regalos, la deliciosa comida, y las bellas decoraciones, hay mucho de lo cual disfrutar.

En medio de esta cornucopia de diversiones se oye constantemente el sonido de los villancicos. Muchos de ellos tienen mensajes muy bellos, pero el otro día escuché uno – ¡y en estación cristiana! – que me pareció increíblemente inane. Luego de describir todas las cosas que ya he mencionado – las comidas familiares, el deleite de los niños cuando reciben algún regalo, las decoraciones navideñas – concluyó la canción con este mensaje: Jesús nació para que pudiéramos disfrutar así de la Navidad.

¿Qué??? ¿Jesús dejó su trono celestial, tomó forma humana, y nació de una virgen para que nosotros pudiéramos intercambiar regalos y comer pavo? ¡No lo creo! Jesús vino a este mundo con una misión – pero no fue la misión de establecer un nuevo día festivo, repleto de regalos y gorditos barbudos y canosos vestidos de rojo.

La misión de Jesús fue una que cualquier persona conociente de la revelación bíblica podrá identificar. Jesús nació para traer la salvación a cualquiera que lo aceptara. Él vino a establecer el Reino de Dios en la tierra.

Entonces nos preguntamos: ¿Ahora qué? ¿Cómo respondemos a la realidad de que Cristo nació? ¿Cuál debe ser nuestra respuesta a la realidad del nacimiento de Cristo? ¿Responderemos simplemente intercambiando regalos y disfrutando de la belleza de la temporada?

No está mal hacer estas cosas. Pero la Biblia nos indica otra manera que debemos de responder. Jesús nos llama como creyentes a ser partícipes en su misión.

Lectura: Juan 20:21

20:21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.

Este versículo, que registra una declaración de Jesús posterior a su resurrección, en realidad tiene mucho que ver con lo que celebramos en esta temporada navideña.

La verdad es que estamos celebrando el principio de una misión militar. Se trata de la invasión de este mundo rebelde con el fin de rescatar a los rehenes de un poder enemigo. Ese poder, desde luego, es Satanás; y los rehenes somos todos nosotros.

Jesús se hizo uno de nosotros, e invadió a este mundo con su mensaje de arrepentimiento y reconciliación con Dios. El hizo todo lo necesario para lanzar la misión: reclutó a los soldados, hizo el plan de guerra, y nos dio todos los armamentos necesarios para la victoria.

Ahora, él nos llama como discípulos suyos a continuar su misión. El está ahora en el cielo, sentado a la derecha del Padre; la iglesia es el ejército que se ha quedado en la tierra para completar la misión.

Si se acuerdan de la serie Misión Imposible, recordarán que cada episodio empezaba con un mensaje que decía: Su misión, si la elige aceptar, será…y seguían instrucciones acerca de la misión. Concluía diciendo esta grabación se autodestruirá un minuto después de romperse el sello.

¿Cuáles son los detalles de la misión que Cristo nos ha dejado? Podemos resumirlos bajo dos rubros.

Jesús nos envía a llevar su mensaje

Jesús les dice a sus discípulos en Juan 15:27, también ustedes darán testimonio porque han estado conmigo desde el principio. El propósito de Jesús en llamar a los doce era que aprendieran de él, no simplemente para su propio beneficio, sino para compartir con otros lo que habían conocido del Señor.

La declaración más conocida de este mandato está en la Gran Comisión. Jesús nos envió a hacer discípulos de todas las naciones. La iglesia primitiva entendía que ésta era su misión. Cuando la persecución dispersó a los miembros de la iglesia, ellos compartían el evangelio donde se encontraban.

Hoy en día, sin embargo, muchos hemos perdido la conciencia de esta misión. Estamos gozosos como creyentes, nos sentimos felices porque nuestros pecados han sido perdonados, nos alegramos por la presencia de Cristo en nuestras vidas, pero hemos olvidado que hay muchos más que aún no conocen que hay un Salvador que murió por ellos.

Lucas registra la historia del encuentro que tuvieron diez leprosos con Jesús. Los diez le pidieron sanidad, y él los mandó a que se mostraran a los sacerdotes. En el camino, fueron sanados.

Ahora, recuerda lo que significaba en la sociedad judía tener lepra. El leproso estaba excluido de la sociedad humana. Tenía que vivir fuera del pueblo, dependiendo de la caridad, y destituido del calor de la comunión con otras personas. La razón que Jesús encontró a diez leprosos juntos no era por alguna epidemia de lepra; era porque sólo se podían juntar entre sí. Seguramente habían formado un grupo para acompañarse, simplemente porque nadie más los podía acompañar.

Bueno, ¿cómo respondieron estos diez hombres al milagro que obró Jesús a su favor? Seguramente regresaron de inmediato para darle las gracias, ¿verdad? Ojalá. Pero la verdad es que sólo uno de ellos tuvo la cortesía de volver para darle las gracias a Jesús. Viéndolo, Jesús preguntó: ¿Dónde están los otros nueve?

Nosotros, amados hermanos, hemos sido librados de una enfermedad mil veces peor que la lepra. Es una enfermedad que destruye, no solamente nuestro cuerpo, sino nuestra alma. Hemos sido restaurados a una relación con Dios. Hemos sido hechos sus hijos.

¿Cuál es el agradecimiento que Jesús nos pide? Nos pide que le demos las gracias compartiendo con otros que ellos también pueden ser salvos. Pero de cada diez personas salvas, quizás sólo una toma en serio su responsabilidad de compartir las Buenas Nuevas. Me pregunto si Jesús mira a su iglesia y dice: ¿Dónde están los otros nueve?

Compartir el evangelio no tiene que ser trabajoso. Simplemente cuenta lo que Dios ha hecho por ti. Invita a un amigo a la iglesia. Sal a visitar cuando tienes la oportunidad de hacerlo. Cristo dejó la comodidad del cielo para nacer en un humilde establo. ¿No puedes dejar la comodidad de tu sillón reclinable por un rato para compartir el evangelio con alguien que no lo conoce?

Jesús nos envía a continuar esa misión por la cual él vino desde el cielo, y la primera manera es llevando su mensaje. ¿Con quién puedes compartir el evangelio esta semana? ¿Cómo puedes continuar con esta misión? Pídele al Señor que ponga a alguna persona en tu corazón.

Pero hay algo más que simplemente llevar el mensaje de salvación.

Jesús nos envía a hacer sus obras

En Juan 14:12, Jesús dice: Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también el las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Nos está diciendo que él deja en manos de sus seguidores su misión de seguir haciendo las cosas que él hizo, porque había de regresar a su Padre.

¿Cuáles son las cosas que hizo Jesús? Jesús ayudó a las personas en su punto de necesidad. Cuando la necesidad era de salud, él sanaba; cuando era hambre, él daba comida; cuando era una necesidad emocional, él mostraba compasión. El hoy nos invita a seguir haciendo sus obras, y nos promete el poder del Espíritu Santo para hacerlo.

No estaba hablando necesariamente de tener un ministerio de sanidad, o distribuir grandes cantidades de dinero, o dar consejería; podemos orar con las personas que tienen necesidades, podemos compartir con ellos nuestros bienes, y podemos mostrar amistad a los que la necesitan. Al hacer así, estamos haciendo las obras que Jesús mismo hizo.

Pero surge una pregunta: ¿En qué sentido son estas obras mayores que las que hizo Jesús? Es improbable que se refiera a obras más sobrenaturales. Es imposible imaginar algo más increíble que la resurrección de Lázaro, por ejemplo. Jesús no nos está llamando a hacer obras más asombrosas de las que hizo él.

Más bien, son obras mayores porque señalan hacia algo mayor. Las obras que hacemos como creyentes señalan hacia la realidad de la victoria que ha ganado Cristo sobre la muerte y dan testimonio de su poder resucitado. Cuando Jesús anduvo en la tierra, sus obras sólo podían anticipar esto. Las obras son mayores porque pertenecen a una etapa mayor dentro del plan de Dios, la etapa de la realización de su plan de que toda nación lo conozca.

Las obras que nosotros hacemos son señales para un mundo que busca el verdadero amor. Son señales de que tal amor sí existe, que nosotros lo hemos encontrado en Cristo, y que su amor rebosa en nuestras vidas. Estas obras, estas señales, pueden bien abrir puertas que nuestras palabras no pueden.

La organización que ha sido más usada por Dios en estas últimas décadas para traducir su Palabra a cientos de lenguas es Wycliffe Bible Translators. En los primeros días de la obra de esta organización en México su fundador, Cameron Townsend, intentó recibir permiso del gobierno mexicano para traducir las Escrituras a los idiomas de los indígenas. El gobierno se rehusaba a dar tal permiso.

Townsend buscó a cada oficial que pudiera encontrar, pidió a todos sus amigos que oraran, e hizo todo cuanto se le ocurriera, pero la puerta quedaba cerrada. Finalmente, decidió dejar de empujar. El y su esposa se fueron a vivir a un pequeño pueblo indígena, aprendiendo el idioma y ministrando lo mejor posible a la gente, mientras esperaban para ver qué haría Dios.

Un día, Townsend se dio cuenta de que había un bello manantial en la plaza del pueblo que brotaba agua límpida y pura, pero esta agua discurría por una colina y se desperdiciaba. El recomendó a los indígenas que sembraran en un área a la cual el agua pudiera ser desviada, para así aprovechar el agua que se estaba desperdiciando.

Ellos aceptaron su recomendación, y pronto sus campos producían el doble de lo que se había cosechado en años anteriores. Los indígenas estaban agradecidos, y apareció un artículo en un periódico acerca de este suceso.

Ese artículo llegó a manos del entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas. El presidente se maravilló de que un gringo quisiera vivir en un pequeño pueblo indígena en el cual pocos mexicanos se dignaran a residir. Decidió visitar a Townsend, así que llegó en su limosina a la plaza de ese pequeño pueblo.

Cuando Townsend vio que había llegado el presidente, fue a presentarse. El presidente le dijo: «¡Es a usted que vengo a ver! Cuénteme de su trabajo.» Cuando oyó lo que quería hacer, dijo: «¡Por supuesto que puede traducir la Biblia a los idiomas de los indígenas!»

Así empezó una amistad que duró toda la vida del Presidente Cárdenas. Dios usó su poder y autoridad para abrir puertas a través de México. Todo empezó con la disposición de Cameron Townsend por ayudar a un pequeño pueblo indígena de una manera práctica. Estaba haciendo las obras de Jesucristo.

Déjame hacerte una pregunta. ¿Estás en misión? Jesucristo quiere que tú estés en misión con él haciendo sus obras y llevando su mensaje.

Ora acerca de tu papel en la misión de Dios. Busca maneras de envolverte. Acepta la misión que Cristo te encomienda. Nunca te arrepentirás.

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