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Comparte las buenas nuevas


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Comparte las buenas nuevas

Un artista había luchado por mucho tiempo sin ningún éxito en su carrera. Era pintor, y sus cuadros simplemente no se vendían. Llegó un día a la galería de arte donde se exponían sus obras, y el propietario lo saludo con una gran sonrisa. -¡Tengo muy buenas noticias! -le dijo. -¡Vendí quince cuadros tuyos! El hombre que los compró dice que van a valer muchísimo dinero cuando estés muerto.

El artista se alegró mucho, pues le urgía el dinero. El dueño de la galería se detuvo un momento, y luego dijo: También tengo malas noticias. -¿Cuáles son? -le preguntó el artista. Respondió el dueño: El hombre que compró tus cuadros es tu doctor.

Hay noticias que parecen ser buenas, pero resultan no ser tan buenas. En esta temporada navideña, sin embargo, celebramos las mejores noticias que haya recibido el mundo. Lo maravilloso de estas noticias es que no tienen pero. Sólo tenemos que aceptarlas.

Veremos en esta mañana a tres grupos de personas que recibieron y compartieron estas buenas nuevas. Empezamos con un grupo algo inusual de personas.

Lectura: Mateo 2:1-2

2:1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
2:2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.

Es extraño que los sabios, o magos, se encuentren entre los primeros en recibir las buenas noticias del nacimiento de nuestro Salvador. La forma en que las recibieron también es inusual. Llegaron a conocer acerca del nacimiento de Jesús por medio de una estrella.

¿Quiénes eran estas personas? Pertenecían a una clase de personas conocidas por sus estudios de cosas recónditas. Estudiaban la literatura de otras naciones. Estudiaban la astrología. Probablemente vivían en Persia, y eran gentiles.

Algunos de los magoi, como se llaman en griego, eran charlatanes; otros eran buscadores sinceros de la verdad. Algunos de los lugares en los que buscaban la verdad eran algo extraños. Hay personas que buscan sinceramente la verdad, que se meten en ideas raras y enseñanzas insólitas. Dios, sin embargo, desea que lleguen a conocer la verdad de su Hijo.

En el caso de estos magos, Dios usó los estudios que ellos realizaban de la literatura de otras naciones para llevarlos al conocimiento de Jesús. Durante el exilio de Judá hombres como Daniel habían llevado las Escrituras sagradas de los judíos a Babilonia. En los siglos siguientes formaron parte de la materia de estudio de los magos.

Dentro del Antiguo Testamento encontramos, en la profecía de Balán, lo siguiente: “Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca. Una estrella saldrá de Jacob; un rey surgirá en Israel” (Números 24:17) .

La Biblia condena categóricamente cualquier clase de astrología. Sin embargo, para estas personas que se encontraban afuera de la corriente de la revelación divina, Dios puso una señal especial: colocó un astro en el cielo para anunciar el nacimiento del nuevo Rey.

Al colocar su estrella en el cielo para que los magos la vieran, Dios nos muestra que las buenas nuevas vienen de El. Ya que Jesús vino del cielo para salvarnos, fue apropiado que el anuncio de su venida también se diera en el cielo, por medio de una estrella.

Sólo Dios podría poner una estrella en el cielo. Los hombres han logrado poner satélites en el espacio, y hasta visitar la luna; pero la humanidad no ha podido construir una estrella. Es algo que sólo Dios puede hacer.

El mensaje de la venida del Salvador no es un mensaje de origen humano. No es, como tantos mensajes que escuchamos hoy en día, algo que inventó alguna persona para tratar de darnos ánimo. No; este mensaje viene del cielo, y debemos entonces de prestarle atención, pues es el mensaje más importante que puede haber.

Así como el cielo cubre toda la tierra, el mensaje también es para todo aquel que lo quiera aceptar. No es sólo para los de cierto lugar o cierta nación; es un mensaje de salvación para todo el que quiera recibirlo. Dios no hace acepción de personas; acepta con amor a todo aquel que lo busque de corazón. La luz que brilló desde aquella estrella también brillará en el corazón de cualquier buscador sincero de la verdad que es Jesús.

Veamos ahora a otras personas que compartieron esta noticia.

Lectura: Lucas 1:39-45

1:39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
1:40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
1:41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
1:42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
1:43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
1:44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
1:45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.

Los magos estaban lejos de Dios, pero por medio de la estrella, llegaron a verlo. María y Elisabet, en cambio, formaban parte del pueblo de Dios. El esposo de Elisabet servía dentro del templo, y María era descendiente del rey David. Ambas ya habían recibido visitas angelicales para decirles que serían madres bajo circunstancias aparentemente imposibles.

Cuando Elisabet vio a María, se alegró – y la criatura que traía en el vientre, que era Juan el Bautista, saltó de alegría. En la escena de una sencilla visita entre dos parientes embarazadas vemos algo grandioso.

María y Elisabet compartieron la gran noticia de que nacería el Salvador, aunque no era novedad para ninguna de ellas. Sin embargo, fue ocasión de gran alegría y regocijo. Ya hemos visto las palabras de Elisabet; María también expresa su alegría en su canto. En el verso Lucas 1:47, por ejemplo, dice: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”.

Esta frase, incidentalmente, demuestra el error de un concepto muy común. Algunas personas piensan que María es como una diosa. Le llaman la madre de Dios, y piensan que tiene poderes muy especiales. Vemos aquí que María misma también fue salvada por su Hijo. Aunque fue una mujer humilde y pura, también tuvo pecado – al igual que todos nosotros – y tuvo que ser salvada y perdonada.

La escena que vemos entre María y Elisabet, entonces, es la alegría mutua de dos hermanas en el Señor que comparten la misma esperanza y la misma fe en el Salvador que pronto nacería. Aunque una de ellas sería madre de Jesús en su naturaleza humana, ambas se gozaban en la esperanza de lo que El vendría a hacer.

Durante estos días en que celebramos la venida del Salvador al mundo – y todo el año también – nos hace falta compartir con nuestros hermanos el gozo de lo que Cristo ha venido a hacer por nosotros. Nos hacen falta el ánimo mutuo y la alegría que podemos compartir. No nos llenará la vacía celebración que el mundo nos ofrece. Sólo la venida de Cristo lo hace.

No nos dé pena compartir lo que Cristo significa para nosotros. No nos debe de parecer extraño compartir con un hermano o una hermana lo que estamos aprendiendo del Señor. Cuando convivimos como hermanos, no hablemos sólo del trabajo, del clima, de la familia – hablemos también de la Palabra de Dios, de lo que El nos está enseñando.

La iglesia no es el único lugar para compartir testimonios. Podemos también compartir con nuestros hermanos cuando conversamos con ellos. Cuando estamos con nuestros hermanos y hablamos del Señor, es como si pusiéramos leña sobre una fogata.

Varios de ustedes recuerdan el día en que estuvimos quemando ramas aquí afuera de la iglesia. Se amontonaron las ramas y el heno, y prendiendo un fósforo, subieron las llamas hacia el cielo. ¡Casi se nos escapó el fuego! La gran cantidad de ramas hizo que creciera mucho.

Algo similar sucede cuando compartimos con nuestros hermanos. Cada uno puede compartir algo que el Señor le está enseñando, y es como ponerle leña al fuego. Este fuego no quema; caliente y trae gozo al alma. Compartamos las buenas nuevas con nuestros hermanos.

Veamos ahora el grupo final de personas que compartieron el mensaje.

Lectura: Lucas 2:8-20

2:8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
2:9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
2:10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
2:11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
2:12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
2:13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
2:14 ¡Gloria a Dios en las alturas,  Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
2:15 Sucedió que cuando los ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
2:16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
2:17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
2:18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
2:19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
2:20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.

Si fue extraño que los magos recibieran el mensaje del nacimiento del Salvador, fue igualmente extraño que lo recibieran los pastores. Eran personas de poca posición social, personas sencillas y sin influencia ni reconocimiento. Sin embargo, fue a ellos – y no a los líderes religiosos en Jerusalén, que sólo se enteraron cuando llegaron los magos – que Dios envió a sus ángeles para dar el mensaje.

El ángel les dijo que el mensaje de salvación era para todos, dando eco a una idea que vimos con los magos. Los pastores fueron, entonces, para ver si era cierto lo que se les había dicho. Encontraron al niño, tal como se les había dicho, y alabaron y glorificaron a Dios.

¿Qué notamos en estos pastores? Notamos que tuvieron un encuentro personal con Cristo, y que luego compartieron el mensaje con todos los que encontraron. Nos dice el texto que cuantos oyeron el mensaje de los pastores se maravillaron.

Si has tenido una experiencia con Cristo, compártela. Hay muchas personas en este mundo que no saben que Cristo es una realidad viva, una persona que desea tener una relación personal con ellos. Si has llegado a experimentar en tu corazón la presencia del Salvador, comparte con otros lo que El significa para ti.

Muchas veces nos asustamos ante la idea de compartir a Cristo con otros. Pensamos que no vamos a poder contestar todas sus preguntas acerca de la Biblia. No tenemos que poseer todas las respuestas. Podemos compartir sencillamente lo que hemos visto y experimentado. Podemos contarles cómo Cristo ha traído esperanza y paz a nuestro corazón.

Se cuenta del gran pintor Miguel Ángel que, cierto día, se encontró parado afuera de una ventana. Adentro se veían un lienzo, algunos pinceles y varias pinturas. ¡Ay! – exclamó – ¡qué glorioso cuadro podría pintar, si sólo estuviera adentro!

El mensaje para nosotros en esta Navidad es la misma. ¡Qué glorioso cuadro puede pintar Cristo en nuestras vidas, si tan solamente le permitimos que entre en nuestro corazón! Compartamos estas grandiosas noticias con todos los que conocemos.

Recordemos que éste es un mensaje que Dios mismo nos ha dado. Animemos a nuestros hermanos con la llegada de Cristo, y compartámosle con los que no lo conocen. El quiere transformar nuestra vida y nuestro corazón.

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