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Pertenecer a la iglesia


Pertenecer a la iglesia

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Pertenecer a la iglesia

¿Qué es la iglesia? Y ¿qué significa pertenecer a ella? Si realizáramos una encuesta acerca del significado de la palabra “iglesia”, seguramente encontraríamos una gran variedad de respuestas. Para algunos, la iglesia es un edificio grande e imponente en el centro del pueblo.

Para otros, la iglesia es una organización. Dependiendo de su perspectiva, podría ser una organización benevolente, o una organización malévola y misteriosa, o una organización irrelevante para la sociedad actual. En esta perspectiva, la iglesia es una organización o institución, quizás con un enfoque religioso, pero muy parecido al club de leones.

Si consideramos la iglesia a la luz de la Biblia, sin embargo, no es ni un edificio ni una organización o institución. Es algo mucho más grande y mucho más importante, pues tanto los edificios como las instituciones son productos humanos. La iglesia, en cambio, tiene su origen en la mente de Dios.

Desde antes de la creación del mundo, la iglesia ya era parte del plan y el propósito de Dios en Cristo Jesús. Por este motivo, la iglesia es mucho más importante que cualquier nación del mundo, por más poderosa o importante que sea.

El poder militar y económico de los Estados Unidos es insignificante a comparación con la importancia de la iglesia. La gloria cultural y natural de México o del Perú es transitoria a comparación con la gloria eterna de la iglesia de Cristo.

No hemos respondido, sin embargo, a la pregunta: ¿qué es la iglesia? En esta mañana, veremos algo de lo mucho que la Biblia nos dice acerca de la iglesia. Tras entender lo que es la iglesia, veremos también lo que significa pertenecer a la iglesia.

¿Qué es la iglesia?

Lectura: Efesios 5:25-27

5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
5:26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
5:27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

Estos versículos nos dicen varias cosas muy importantes acerca de la iglesia. Para empezar, nos demuestran lo que es la iglesia. La iglesia es la comunidad de todos los creyentes de todas las edades. Es una comunidad de personas que han sido salvadas por la fe en Jesús.

En otras palabras, todas las personas que han recibido por fe la salvación que está en Cristo Jesús pertenecen a la iglesia. Esta es la identidad de la iglesia: la asamblea de los redimidos por Cristo Jesús.

Vemos aquí también el destino de la iglesia. La iglesia ha sido destinada a pertenecer para siempre a Cristo Jesús. Como dice nuestro pasaje, Cristo purificó a la iglesia mediante la purificación espiritual que viene por la Palabra – ¿con qué fin? – con el fin de presentarla a sí mismo.

Envuelto en esto está cualquier cantidad de grandiosas realidades. Consideremos un ejemplo. Ustedes saben que hay muchas mujeres que se tratan de casar con el mejor hombre posible. Incluso salen en las revistas populares listas de los solteros más codiciados.

¿En qué se basan estas ideas? Se basan simplemente en la idea de que, si la mujer se logra casar con un hombre apuesto, rico y educado, su felicidad en la vida estará garantizada. No le faltarán bienes, tendrá un esposo atento y decente y vivirá feliz.

Ahora bien, no sé si esto funcione en la realidad. Francamente lo dudo. Creo que la base para un buen matrimonio es otro; a saber, la fe en el Señor Jesús y un corazón entregado a él. Sin embargo, podemos hacer una comparación. La iglesia, que es la esposa de Cristo, lo tiene todo en la realidad. Si Cristo nos compró para sí mismo, entonces lo tenemos todo. Tenemos un futuro glorioso en el cielo. Tenemos su presencia aquí y ahora. Tenemos todas sus promesas y todo su poder a nuestro alcance.

El destino de la iglesia es estar con Cristo para toda la eternidad. Si pertenecemos a la iglesia, habiendo aceptado a Cristo como Señor y Salvador, ése ha llegado a ser nuestro destino también.

Ahora bien, hay algo muy importante que debemos de entender. Es la diferencia entre la iglesia universal y la iglesia local. La iglesia universal, la iglesia invisible, es la iglesia que Dios ve. Nos dice 2 Timoteo 2:19: “A pesar de todo, el fundamento de Dios es sólido y se mantiene firme, pues está sellado con esta inscripción: “El Señor conoce a los suyos””.

En el contexto, Pablo está hablando de la presencia de falsos maestros en la iglesia; luego comenta que “El Señor conoce a los suyos”. Dios sabe quiénes pertenecen a la iglesia verdadera porque han recibido de corazón a Cristo, y son de él. Dios conoce el corazón.

La iglesia local, en cambio, es la iglesia como la ve el creyente. La iglesia local es la expresión imperfecta y humana en cada lugar de la iglesia universal. Por ejemplo, cuando Pablo escribe 1 Corintios, empieza así: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros”. (1 Corintios 1:2)

En este versículo se distingue entre la iglesia de Dios que está en Corinto, la congregación local de creyentes, y “todos los que… invocan el nombre de… Jesucristo”. La iglesia local es la congregación a la que pertenecemos, el grupo con el que nos reunimos semanalmente, nuestra familia inmediata en la fe. Aunque imperfecta, es la forma en que participamos en la vida de la iglesia universal, la esposa de Cristo.

Es por esto que nos dice Hebreos 10:25: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.

Por ende, la iglesia es mucho más que un lugar social. Desde luego, el compañerismo es parte esencial de la vida de la iglesia, pero la iglesia es muchísimo más que esto. Quizás algunos de ustedes fueron atraídos a la iglesia por la comunión y la unión que sienten en ella.

Esto no es malo. Al contrario; es parte de nuestro testimonio al mundo. Tenemos que entender, sin embargo, que esto no lo es todo en la vida de la iglesia. La iglesia es mucho más que un grupo de personas que se reúne para tener compañerismo. La iglesia tiene como finalidad exaltar a Cristo, proclamar su evangelio y servir al mundo en su nombre.

Ahora bien, si ésta es la iglesia, surge otra pregunta.

¿Qué significa pertenecer a la iglesia?

Ya hemos mencionado que la forma de ingresar a la iglesia universal es por medio de la fe en Jesucristo. La iglesia universal, la iglesia como Dios la ve, consiste en todos los que han sido salvados por la fe en su nombre. Jesucristo mismo dio a la iglesia local una ordenanza que marca el ingreso formal del nuevo creyente a la iglesia. Esta ordenanza es el bautismo.

Como hemos aclarado en otro mensaje, el bautismo no salva a la persona; somos salvos por la fe en Cristo. El bautismo, sin embargo, es algo sumamente importante; da testimonio de la fe salvadora que hemos llegado a tener en Cristo Jesús, y marca nuestra entrada oficial en la iglesia local.

Cada iglesia local consiste, entonces, en los que han sido bautizados como declaración de su fe en Cristo Jesús, y también en los que se han unido a la membresía por traslado de otra congregación. Los niños de creyentes y otras personas que asisten sin haberse bautizado participan en la iglesia, y reciben algunas de sus bendiciones; pero el ser miembro está reservado para los que se han unido mediante el bautismo.

Este es el patrón que vemos en el libro de Hechos. Leemos en Hechos 2:41, por ejemplo: “Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas”.

Este verso registra el origen de la iglesia en su forma neotestamentaria. Nos da una secuencia clara de eventos. Primero, recibir el mensaje con fe; segundo, ser bautizado; al ser bautizado, unirse a la iglesia. Ingresaron a la iglesia universal al recibir el mensaje; ingresaron a la iglesia local de Jerusalén al ser bautizados.

Ahora bien, hay algunas cosas en el libro de Hechos que se refieren a la situación de transición que describe este libro, la transición entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Pacto. Podemos identificar estas cosas por las instrucciones subsiguientes que recibimos en las epístolas.

Este pasaje no describe una de estas realidades transitorias, pues no hay nada en las epístolas que nos haría pensar que las cosas han cambiado desde aquellos inicios de la iglesia. ¿Por qué habrían de cambiar? Desde un principio, Dios mostró cómo él desea que ingresemos a la iglesia, y de quiénes desea él que consista la iglesia. La iglesia local consiste en todos los que han sido bautizados tras confesar a Cristo como Señor y Salvador.

Si tú has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, entonces, perteneces a ese grupo de millones de personas que conforman la iglesia de Cristo alrededor del mundo. Desde los desiertos de África hasta las ciudades inmensas de la China, desde Australia hasta Alaska, desde Tierra del Fuego hasta Tijuana se extiende el pueblo de Dios.

Cristo te llama a vivir tu membresía en la iglesia universal dentro de una iglesia local. La próxima semana hablaremos acerca de las diferentes clases de iglesias que existen, y cómo saber si estamos en la iglesia correcta.

Hermanos, no menospreciemos el gran privilegio que tenemos de pertenecer a la iglesia. Cada iglesia local tiene sus imperfecciones, pues consiste en personas humanas imperfectas. La iglesia perfecta que todos anhelamos será establecida cuando Jesús vuelva.

Ahora, sin embargo, tenemos esta gran oportunidad de servir a Dios en su iglesia, dentro de la iglesia local en la que él nos ha puesto. La iglesia local es como el arca de Noé. Está llena de seres muy diferentes de nosotros, a veces el ambiente es incómodo y hay roces; pero es mucho mejor estar adentro que afuera.

De igual manera, hermanos, valoremos nuestra membresía en la iglesia. ¿Cómo? Déjenme mencionar tres formas.

Primeramente, seamos fieles a las reuniones de la iglesia. Ya hemos citado Hebreos 10:25. Si la iglesia es nuestra prioridad, estaremos con nuestros hermanos en cada oportunidad.

Segundo, apoyemos el avance de la iglesia con nuestro tiempo, nuestras oraciones y nuestras ofrendas. Lo que le damos al Señor es de valor eterno. El servicio a la iglesia – en las muchas formas en que se puede ofrecer – es la inversión más importante que podemos hacer.

Tercero, invitemos a la mayor cantidad de personas posible a que se unan con nosotros en esta misión. Dios desea una iglesia universal que está en constante crecimiento. Una iglesia que no crece empieza a morir. No podemos quedarnos estancados en un lugar. Tenemos que seguir creciendo, aunque sea incómodo. Es lo que Dios desea para su pueblo. No nos conformemos con menos.

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