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Las bestias y el Hijo del Hombre


Las bestias y el Hijo del Hombre

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Las bestias y el Hijo del Hombre

Para la mayoría de los estudiantes de colegio, las clases de historia cuentan entre las más aburridas. A algunos pocos, la historia les fascina; para la mayoría, sin embargo, los chismes de la vida de Shakira o Ivy Queen son mucho más interesantes que los detalles de alguna cultura o nación que dejó de existir hace muchos siglos.

El estudio de la historia, sin embargo, tiene mucho que enseñarnos. Por una parte, notamos a través de la historia humana la repetición de las mismas historias con diferentes actores; esto nos enseña que el problema primordial del ser humano es un problema del corazón, no de alguna raza, cultura o contorno en particular.

Se ha dicho que los que no quieren saber de la historia están destinados a repetir sus errores. La Biblia, la Palabra de Dios, es un libro netamente histórico. El hilo que une toda la Biblia es la historia de la acción de Dios para redimir para sí un pueblo de toda la humanidad. Lo realmente emocionante es que, por medio de la fe en Cristo Jesús, cada uno de nosotros llega a ser parte de la historia bíblica.

Por medio de un sueño, Dios le reveló a Daniel cómo continuaría esa historia a partir del momento en que él vivió y hasta la consumación de los siglos. En una visión, Daniel vio todo el trayecto de la historia humana hasta que llegue el fin. En la enseñanza de hoy, entenderemos – con la ayuda de Dios – el significado de su visión.

Leamos primeramente la visión.

Lectura: Daniel 7:1-15

7:1 En el primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto.
7:2 Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del cielo combatían en el gran mar.
7:3 Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar.
7:4 La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre.
7:5 Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne.
7:6 Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; tenía tembién esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio.
7:7 Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos.
7:8 Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas.
7:9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.
7:10 Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.
7:11 Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego.
7:12 Habían también quitado a las otras bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo.
7:13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.
7:14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.
7:15 Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron.

¡Podemos entender por qué Daniel se quedó aterrorizado por la visión! Se quedaría con estas imágenes grabadas en la mente por toda la vida. Sin embargo, el mensaje del sueño es un mensaje de aliento, si lo alcanzamos a comprender.

Daniel se halló frente al mar, con sus olas agitadas por los cuatro vientos, cuando vio cuatro bestias sucesivas que subían del mar. Cada bestia tenía un aspecto distinto. Daniel, como nosotros, quiso entender cuál sería el significado de cada una de las bestias. Los versos 16 y 17 nos dicen lo que hizo Daniel para averiguarlo:

7:16 Me acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas.
7:17 Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra.

Había ángeles presentes, y Daniel se acercó a uno de ellos para preguntarle acerca del significado del sueño. Cada una de las cuatro bestias que se presentan en el sueño representa un imperio sucesivo que reinaría sobre la tierra. El aspecto y las características de cada bestia representan cualidades de cada imperio.

Estos son los mismos cuatro imperios que aparecen en el capítulo dos, bajo la imagen de los diferentes materiales que vio Nabucodonosor en su sueño de la figura gigante. En el sueño de Nabucodonosor, Dios le presentó la visión según la perspectiva de Nabucodonosor. Para él, estos imperios representaban lo máximo de la raza humana, y por este motivo, Dios le mostró una figura de un hombre.

En la visión de Daniel, en cambio, Dios le mostró estos cuatro imperios desde la perspectiva divina. Para Dios, estos imperios no representan más que la humanidad en su degeneración, hecha como las bestias. Salen del mar, que representa la humanidad en su desorden, caos y rebelión.

A pesar de su estado caótico, sin embargo, la humanidad no se escapa de la influencia y el poder de Dios. Por este motivo, se nos dice que los cuatro vientos del cielo soplaban sobre el mar. A pesar de su rebelión, la humanidad aún está bajo la autoridad de Dios.

Los cuatro imperios que surgen, en su momento, del mar de la humanidad se identifican por diferentes cualidades. Para comprender lo realmente asombroso que es el sueño de Daniel, tenemos que recordar que, cuando él tuvo este sueño en el primer año de Belsasar de Babilonia, tres de los cuatro imperios quedaban aún en el futuro. Ni siquiera el observador más perspicaz de la política podría predecir con detalle cómo serían los imperios que surgirían cientos de años en el futuro.

Sólo nuestro Dios es capaz de dar tal conocimiento a sus siervos, porque sólo él es Señor de la historia. El curso de las naciones está en sus manos. Ninguna nación se levanta sin que Dios lo permita, ni hay evento histórico fuera de su control. Ésta es una gran seguridad para nosotros, su pueblo.

Consideremos brevemente los cuatro imperios. El primero es el babilónico, el de Nabucodonosor y Belsasar, acerca de quienes ya hemos leído. El arrancamiento de sus alas que describe el verso 4 representa la humillación de Nabucodonosor, cuando Dios le hizo vivir como animal del campo hasta reconocer la autoridad de Dios.

El segundo imperio es el medo-persa. El oso levantado sobre un costado representa la dominancia de los persas sobre los medos. Muchos, incluso, simplemente lo llaman el imperio persa. Las tres costillas que tenía entre sus fauces representan las tres grandes conquistas del imperio persa: el de Lidia, de Caldea y de Egipto.

El tercer imperio es el griego bajo Alejandro Magno. Éste gran conquistador dominó rápidamente una gran porción del mundo entonces conocido, con la velocidad de un leopardo; después de su muerte, el imperio fue dividido en cuatro partes, representadas por las cuatro cabezas.

La cuarta bestia, distinta a todas las demás y como ninguna otra bestia conocida en la tierra, es el imperio romano. Este imperio fue cruel y poderoso; fue mediante su gran poder militar que dominó a sus enemigos. Es durante el tiempo de este último imperio que suceden los eventos celestiales que consideraremos más tarde. Leamos la explicación del cuarto reino.

Lectura: Daniel 7:19-25

7:19 Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies;
7:20 asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros.
7:21 Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía,
7:22 hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.
7:23 Dijo así: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará.
7:24 Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará.
7:25 Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo.

El cuarto imperio, el romano, da lugar a diez reyes, representados por los diez cuernos. Éstos dan eco a los diez dedos de los pies de la estatua en el sueño de Nabucodonosor. Ahora bien, es necesario entender una característica de la profecía bíblica para captar lo que sigue.

Cuando estamos en la sierra, podemos mirar a la distancia y ver pico tras pico, extendiéndose hacia el horizonte. No vemos, sin embargo, los valles que dividen los picos – sobre todo los que quedan a la distancia.

De igual forma, los profetas muchas veces omiten de sus profecías grandes lapsos de tiempo. Dios les muestra eventos futuros, pero a veces sólo ven los picos e ignoran los valles. Así es en esta profecía. Resulta que hay un lapso de tiempo entre el establecimiento del cuatro imperio, el surgimiento de los diez cuernos y el levantamiento del cuerno pequeño.

El imperio romano pasó a la historia hace muchos siglos; se levantará en el futuro, sin embargo, un resurgimiento de este imperio, tomando la forma de diez reyes o líderes políticos. De entre estos diez surgirá el pequeño cuerno.

Este es el mismo al que Pablo, cientos de años después de Daniel, llama “el hombre de maldad” (2 Tesalonicenses 2:3), y a quien Juan llama el Anticristo. Es el último rey de la historia humana, el que representa todo lo peor que hay en la humanidad caída. Nos dice Daniel que tratará de cambiar las festividades y también las leyes. Esto indica que establecerá su propia religión en torno a sí mismo.

A través de la historia las personas han pensado identificar a esta figura. Algunos creían que era Hitler, otros Bill Clinton. Lo que podemos saber con seguridad es que vendrá, pero su influencia sobre el mundo no durará mucho tiempo. Sólo tendrá poder sobre los santos, dice el texto, por tres años y medio.

Justo después de su apogeo sucederá el evento más glorioso de la historia humana.

Lectura: Daniel 7:26-28

7:26 Pero se sentará el Juez, y le quitarán su dominio para que sea destruido y arruinado hasta el fin,
7:27 y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán.
7:28 Aquí fue el fin de sus palabras. En cuanto a mí, Daniel, mis pensamientos me turbaron y mi rostro se demudó; pero guardé el asunto en mi corazón. 

Cuando la maldad humana haya llegado a su mayor auge en la persona del cuerno pequeño, es decir del Anticristo, éste será derrotado por el poder de Dios, y se establecerá el reino del Altísimo. Cuando esto suceda, los santos, todos los que formamos parte de su pueblo, recibiremos la gloria que antes pertenecía a los imperios de este mundo.

Aunque ahora vivamos olvidados e ignorados por los grandes y poderosos de este mundo, llegará el día en que Dios nos coronará de gloria y honra. El Nuevo Testamento nos dice lo mismo; nos enseña que nosotros reinaremos con Cristo. Incluso nos dice Pablo que juzgaremos a los ángeles.

Sin embargo, no podemos comprender este evento si no lo relacionamos con los versos 13 y 14. En estos versos, alguien con aspecto humano – el Hijo del Hombre – recibe autoridad, poder y majestad del Anciano de Días, Dios mismo.

¿Quién es este Hijo del Hombre? Primeramente, notamos que es alguien con orígenes celestiales. Se nos dice que viene entre las nubes del cielo. Esto significa que no es un simple mortal que ha sido elevado para ocupar una posición exaltada, sino que es uno que viene con derecho a recibir este honor.

La Biblia describe a Dios en muchos pasajes como el que camina o cabalga sobre las nubes. El Salmo 104:3 es un buen ejemplo: ” Que establece sus aposentos entre las aguas, El que pone las nubes por su carroza, El que anda sobre las alas del viento; “. Si el Hijo del Hombre viene sobre las nubes, entonces, tiene que ser divino. No solamente es divino, sin embargo, sino que también tiene aspecto humano.

El Nuevo Testamento nos dice que Jesús fue hecho en todo semejante a nosotros, aparte del pecado. Aquella figura misteriosa y gloriosa que vio Daniel en su visión, entonces, es nuestro Señor Jesús mismo. Daniel vio en visión el momento en que Dios el Padre encomendó a su Hijo, Dios también, la autoridad para establecer su reino.

Es por medio de su fe en Jesús, entonces, que el pueblo del Altísimo, los santos mencionados en el verso Daniel 7:27, recibe su victoria. No existe reino sin rey, y el Rey del reino eterno es Jesucristo mismo. Es él quien se hizo hombre para derrotar, por medio de su muerte, a Satanás, y quien regresará por segunda vez para derrotar a los que persisten en su rebelión contra él.

Ahora bien, ¿qué quiere nuestro rey que hagamos? Es una cuestión muy interesante. Recordemos que Jesús mismo prefirió el título “Hijo del Hombre” para referirse a sí mismo. En otras palabras, él mismo se definía por lo que nos dicen los versos Daniel 7:13-14.

Cuando él dice en Mateo 28:18, “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”, hace referencia a ese momento cuando Daniel vio la autoridad y el poder que el Padre le dio a Jesús. Pero, ¿qué es lo que sigue? Sigue la gran comisión: “Por tanto, vayan y hagan discípulos a todas las naciones”.

Durante este tiempo, en el que aguardamos el regreso de Cristo para derrotar a sus enemigos y observamos las señales de los tiempos, nuestra tarea – respaldada por la autoridad que recibió Cristo de su Padre – es la de llevar el mensaje de salvación a toda criatura. Si formamos parte de esa nación redimida, ésta es nuestra misión.

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