El evangelio


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El evangelio

Existen muchos proverbios y refranes que usamos para dar color y chispa a nuestras conversaciones. El idioma español es particularmente rico en proverbios, y siempre me gusta conocer proverbios que me son nuevos.

En inglés también existen los refranes, aunque desgraciadamente no son tan usados como en español. Uno de los dichos que comúnmente se usa tiene que ver con la información que viene de primera mano o de buena tinta. Se dice que viene directamente de la boca del caballo.

Este dicho nos puede parecer un poco extraño. ¿En qué sentido se puede decir que hablan los caballos? Y aunque hablaran, ¿por qué se creería que más lo que dicen los caballos que lo que dice una persona?

La explicación es algo interesante. Este proverbio encuentra su origen en el mundo del hipódromo. Quienes antes de conocer al Señor apostaban en las carreras de caballos saben que los consejos acerca de probables ganadores para las diferentes carreras son muy comunes. Algún amigo quizás conoce a un jinete, o tiene alguna otra información supuestamente segura.

Desde luego, muchos de estos consejos no dan resultado. Sin embargo, se llegaba a decir de algún dato especialmente caliente que venía directamente de la boca del caballo. Es decir, no se trataba de algún cuidador o algún jinete, sino que el caballo mismo aseguraba el resultado de la carrera.

Con cualquier información que recibamos, nos conviene conocer su origen. ¿Se trata de algo de primera mano, o es algo más dudoso? Hacemos bien si cuestionamos lo que escuchamos, y no lo tomamos todo como nos llega.

Esto es aun más cierto en el ámbito espiritual. Podemos encontrar personas que nos dirán lo que nosotros queramos oír. Cualquier cantidad de personas dirán que conocen el camino a Dios, la forma de vivir con bendición, la manera de tener éxito en todo.

Surge la pregunta, sin embargo: ¿de dónde consiguen su información? ¿Viene de sus propias impresiones, sus propias experiencias, sus propios razonamientos? ¿O viene, cómo hemos dicho, directamente de la boca del caballo?

Hay sólo uno que nos pueda decir en realidad cómo conocer a Dios, y ése es Dios mismo. Veamos lo que nos dice en conexión con esto el apóstol Pablo.

Lectura: Gálatas 1:11-24

1:11 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio que ha sido anunciado por mí, no es según hombre;
1:12 Pues ni yo lo recibí, ni lo aprendí de hombre, sino por revelación de Jesucristo.
1:13 Porque ya habéis oído acerca de mi conducta otro tiempo en el Judaismo, que perseguía sobremanera la iglesia de Dios, y la destruía;
1:14 Y aprovechaba en el Judaismo sobre muchos de mis iguales en mi nación, siendo muy más celador que todos de las tradiciones de mis padres.
1:15 Mas cuando plugo á Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,
1:16 Revelar á su Hijo en mí, para que le predicase entre los Gentiles, luego no conferí con carne y sangre;
1:17 Ni fuí á Jerusalem á los que eran apóstoles antes que yo; sino que me fuí á la Arabia, y volví de nuevo á Damasco.
1:18 Después, pasados tres años, fuí á Jerusalem á ver á Pedro, y estuve con él quince días.
1:19 Mas á ningún otro de los apóstoles vi, sino á Jacobo el hermano del Señor.
1:20 Y en esto que os escribo, he aquí delante de Dios, no miento.
1:21 Después fuí á las partes de Siria y de Cilicia;
1:22 Y no era conocido de vista á las iglesias de Judea, que eran en Cristo;
1:23 Solamente habían oído decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que en otro tiempo destruía.
1:24 Y glorificaban á Dios en mí.

Al leer estas palabras, recordemos que Pablo escribía para corregir los errores que habían entrado a las iglesias de Galacia. Habían llegado maestros falsos que mezclaban la religiosidad judía con el evangelio de Cristo. El resultado fue un evangelio cambiado.

Una de las armas que usaban los falsos maestros era atacar la autoridad de Pablo mismo. Decían que Pablo había inventado su evangelio, o que alguien más se lo había dado. Insistían en que el evangelio de la salvación por medio de la fe en Cristo era un invento humano, y que Pablo no tenía ninguna autoridad.

En respuesta a esto, Pablo dedica casi dos capítulos de esta carta – aunque dicho sea de paso que él no lo dividió en capítulos, sino que fue un redactor posterior quien lo hizo – a mostrar que no era así, que Pablo había recibido el evangelio directamente de Dios. El evangelio que él predicaba, el evangelio que encontramos vez tras vez en la Biblia, es de origen divino, no de origen humano.

En los primeros dos versos que leímos esto se declara claramente. Pablo no invento el evangelio, ni se le enseñó, ni lo recibió por tradición, sino que fue una revelación de Jesucristo. Fue algo que vino directamente de Dios.

En los próximos versículos vamos a ver lo que esto implica, pero pausemos por un momento para considerar esta realidad. El mundo actual trata de poner todas las religiones al mismo nivel. Se dice, por ejemplo, que todos los caminos llevan a Dios.

Las personas incluso buscan la iglesia o el grupo que más les guste, basándose en lo que se le prometa o lo que se le exija. Se dejan llevar por sus gustos o su razón. Este es un gran error. Las religiones nacen de la tradición humana; el evangelio viene por revelación de Dios. Lo que debemos de preguntarnos, entonces, es lo que Dios realmente dice, que lo tenemos en su Palabra, y no lo que nos gusta o nos parece conveniente.

La razón de esto la encontramos en los versos 13-17. Lo que notamos aquí es que

El evangelio es expresión de la gracia de Dios, no del esfuerzo religioso

Noten el cambio de enfoque que sucede entre los versos Gálatas 1:14-15. En la primera sección Pablo detalla su esmero en avanzar dentro de la religión judía. No confundamos – y esto es muy importante – no confundamos la religión judía con la revelación que Dios había dado a la nación judía.

La revelación que Dios dio a la nación judía se encuentra en lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento. Es parte de la Palabra de Dios. Con el correr de los años, sin embargo, se había construido toda una tradición alrededor de esta revelación, a tal grado que se ocultaba su verdadero significado.

Corremos el riesgo de caer en la misma trampa hoy en día cuando prestamos más atención a las tradiciones religiosas que a la revelación divina. Seríamos como quienes construyen un monumento en honor de una persona y luego se olvidan del por qué del monumento.

Pablo, entonces, se esforzaba por avanzar dentro de la religión judía, pero llegó un momento en el que Dios lo agarró y le dio una vuelta total. En el verso 15, el enfoque cambia de Pablo a Dios. Pablo era el que trataba de avanzar en el judaísmo, invocando sin duda el nombre de Dios; Dios es quien lo transforma por su gracia, y le revela su Hijo para poderlo predicar.

Por esto decimos que el evangelio es expresión de la gracia de Dios, no del esfuerzo religioso. No importa cuánto tratemos de ser buenas personas, de avanzar en la “religión” o de complacer a Dios con nuestras acciones, no lo podremos lograr. Sólo Dios puede salvarnos, y tenemos que recibir su salvación por fe.

Aun dentro de las Iglesias Evangélicas, iglesias que afirman doctrinalmente esta verdad, hay muchas personas que aún tratan de agradar a Dios con sus obras. Todavía se están esforzando para poder ser aceptables ante El. Se nota en su frustración, su amargura y su orgullo.

La única cosa que tenemos que hacer para ser aceptables ante Dios es confiar en Cristo para recibir la salvación. La única cosa que Dios nos exige es creer que Cristo murió para pagar por nuestros pecados y entregarnos a El. Dios está buscando personas que lo amen y lo acepten de corazón; no le interesan las personas que sólo tienen religión.

Si hemos llegado a entender que el evangelio es la expresión de la gracia de Dios, y no tiene nada que ver con el esfuerzo religioso, entonces entenderemos que:

El evangelio lleva a la gloria de Dios, no a la exaltación humana

En los versos 18-24 Pablo detalla los eventos que tuvieron lugar varios años después de su conversión, cuando fue a Jerusalén para conocer a algunos de los apóstoles por primera vez. Lo que él nos demuestra es que no hubo tiempo durante este encuentro con Pedro y con Jacobo para que ellos le instruyeran, sino que más bien ya había recibido en Arabia el evangelio que predicó.

Su encuentro con Pedro fue una conferencia entre iguales, y no una oportunidad para que Pablo fuera discipulado. Más bien, durante los tres años precedentes, él había estado con Jesús, siendo discipulado por El. Por esto, en otro lugar, el se refiere a sí mismo como un aborto, un niño que nació fuera de tiempo; porque él recibió su instrucción como apóstol en un momento distinto a los otros once apóstoles.

Luego, Pablo sirvió por mucho tiempo lejos de lo que entonces era el centro del nuevo movimiento cristiano, Jerusalén; estuvo en su ciudad natal de Tarso, en Cilicia, y luego en Antioquia de Siria, adonde lo llevó Bernabé. Durante todo este tiempo, las iglesias más antiguas, las de Judea, no lo conocían personalmente. Sólo llegaba el rumor de que el antiguo perseguidor de la Iglesia se había convertido en un gran predicador.

¿Cuál fue el resultado de esta noticia? Nos dice Pablo que por causa suya glorificaban al Señor. Ahora me pregunto: cuando Pablo, antes de ser convertido, perseguía a la Iglesia y ascendía dentro del judaísmo, ¿a quién glorificaba? ¿A Dios? ¡No! Glorificaba a Pablo. Se glorificaba a sí mismo.

Ahora que había sido transformado, sin embargo, las cosas se ponen de cabeza. En lugar de glorificarse a sí mismo, su vida y su testimonio glorifican a Dios. Sólo Dios pudo hacer un cambio tan radical en la vida de una persona como Pablo. Sólo Dios pudo mostrarle el error de su camino.

Como resultado, los creyentes glorificaban a Dios cuando sabían de Pablo. ¿A quién glorifica la gente cuando se enteran de tu ejemplo? ¿Glorifican a Dios? ¿Te glorifican a ti? ¿O le dan el crédito al diablo por lo que tú eres?

Hermanos, me temo que muchos de nosotros no glorificamos a Dios con nuestras vidas, sino que – muy aparte de lo que digamos con la boca – nuestra vida sirve para glorificarnos solamente a nosotros.

Se ve cuando damos más importancia a las cosas del mundo que a las de Dios. Se ve cuando buscamos el aplauso de los demás. Se ve cuando nos ofendemos con facilidad, cuando lo tomamos todo como una ofensa personal, cuando nos importa más nuestro prestigio personal que el avance del reino de Dios.

¿Podrías tú decir, como dice Pablo, por causa mía glorificaban a Dios? Qué gloriosa meta, poder decir, al final de nuestra vida, que hemos mostrado al mundo la gloria de Dios.

Sólo un evangelio cuyo origen es celestial podría lograr tales efectos en nosotros. Hermanos, no cambiemos este evangelio por otro. No lo diluyamos. Nuestra meta principal, nuestro propósito primordial sobre esta tierra, es conocer a Cristo y la salvación que El nos ofrece.

El verdadero evangelio es de origen divino. No aceptes imitaciones. Busca el original, y encuentra en Cristo tu verdad, tu perdón, tu esperanza y su salvación.

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