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Nuestros pecados, el poder del ejemplo


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Nuestros pecados, el poder del ejemplo

Al principio del 1900, el mundo se estremeció cuando recibió la noticia. Bill Borden, nacido en el seno de una prominente y acaudalada familia de Illinois, donaría un millón de dólares a las misiones y se iría de misionero a Egipto. Aún más estremecedora fue la noticia que llegó un mes después: con pocas semanas en el campo misionero, Borden había muerto de una enfermedad tropical.

¡Qué desperdicio de una vida joven! diríamos. Pero consideremos lo que sucedió después: en los meses siguientes, la historia de su sacrificio se contó en miles de iglesias, y decenas de jóvenes se dedicaron al servicio misionero.

¿Por qué? Por el poder del ejemplo.

Muchos siguen malos ejemplos. Vemos en la televisión a las estrellas que viven vidas desenfrenadas; algunos tuvieron padres que fueron alcohólicos o dieron algún otro mal ejemplo; tenemos amigos que nos llaman a la maldad. Los que somos creyentes, sin embargo, tenemos otro ejemplo a seguir, y si queremos seguir este ejemplo, tenemos que considerar su vida y amoldar la nuestra a la suya.

Lectura: 1 Pedro 2:21-25

2:21 Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas:
2:22 El cual no hizo pecado; ni fué hallado engaño en su boca:
2:23 Quien cuando le maldecían no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente:
2:24 El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos á los pecados, vivamos á la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados.
2:25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas; mas ahora habéis vuelto al Padre y Obispo de vuestras almas.

Este pasaje destaca dos aspectos de la obra de Jesús: su sacrificio por nosotros, y su ejemplo para nosotros. Podríamos resumirlo así:

Cristo llevó nuestros pecados a la cruz, para que nosotros siguiéramos su ejemplo de justicia.

Este pasaje presenta varios aspectos de la obra de Cristo, como las facetas de una piedra preciosa: podemos apreciarla más si la miramos de diferentes ángulos. Queremos también sus consecuencias para nosotros. No sirve de nada sólo saber detalles; si no se aplica a nuestra vida, es como el vendaje que queda limpio en el gabinete de medicinas mientras nos morimos sangrando.

La obra de Jesucristo tiene tres aspectos.

Primero, consideremos sus sufrimientos (vs. 21-22):

Los sufrimientos de Cristo sirven específicamente para darnos un ejemplo. Algunos piensan, erróneamente, que eso es todo – que es sólo un ejemplo. Dicen, Cristo vino a enseñarnos a morir. Ignoran el aspecto salvador de la obra de Cristo, que veremos después; cometen un gran error si piensan que es todo lo que Cristo vino a hacer.

Sin embargo, la Biblia dice que ésta es una de las razones por las que Cristo vino – para darnos un ejemplo a seguir. Pero, ¿qué clase de ejemplo es? ¿Un ejemplo de pureza? ¿Un ejemplo de poder? ¿Un ejemplo de paz? Cristo es todo esto – pero aquí, se destaca su ejemplo de sufrimiento.

Cristo sufrió para que no tuviéramos que sufrir la condena de Dios, la pena de nuestro pecado, la muerte eterna. Pero también sufrió para que supiéramos cómo sufrir el rechazo del mundo, los insultos de los incrédulos, todo lo que sufrirá la persona que vive bien en un mundo malo.

Si vamos a derrotar las tentaciones que nos vienen de rendirnos ante la presión del mundo en vez de resistirla, tenemos que mantener ante nuestros ojos el ejemplo de nuestro Señor, quien sufrió para darnos un ejemplo.

Recientemente armaba un mueble. Aquí están las instrucciones de ensamblaje: “Para facilitar la montura de los soportes de la esquina 1 sobre el tornillo 9, alinear con los agujeros, y fijar a la partición 1 como está mostrado. Bajar el soporte de esquina 1 sobre el tornillo 9, alinear con los agujeros, y fijar a la partición 1. Los tableros por el derecho son ajustables. Debe escoger los dos agujeros superiores o inferiores. No apretar completamente los tornillos . Etc.” ¿Se pueden imaginar el proceso?

La verdad es que, sin el dibujo, es casi imposible. De igual forma, Dios nos dio un ejemplo en carne y sangre de cómo superar al mundo. En la persona de Cristo, nos mostró que es a través del sufrimiento.

Ahora nos llama a seguir en sus pisadas – yendo en la misma dirección que él siguió. Esto significa creer que Dios es bueno y hacer el sacrificio necesario para obedecerlo. Lo vemos en el v. 22. Este verso no habla del valor del sufrimiento en sí, sino del sufrimiento al vivir en justicia.

El pecado no es divertido, excitante, o inocuo; es destructivo, deshumanizante, denigrante. Si vamos a seguir el ejemplo de Cristo, nos despojaremos de la maldad que nos asedia para ser puros como él.

Ademas de los sufrimientos de Cristo, vemos también su mansedumbre (v. 23):

Ante los abusos de sus perseguidores, Jesús no respondió de la misma forma en que ellos lo atacaron. Su mansedumbre nació de una confianza en Dios. No hablamos de simple resignación estoica; hablamos de una seguridad de que Dios hará lo justo.

Lo que significa es que, en vez de decir: Un día van a ver, un día Dios los va a castigar, guardó silencio. Bien podría haber dicho: Mi padre tiene el poder para echarles al infierno, y lo va a hacer. Era cierto; pero Jesús no se desahogó diciéndoles esto. Dejó abierta la posibilidad de que sus perseguidores se arrepintieran, y dejó la justicia en manos de Dios.

Algunos de ustedes sufren de las críticas, las burlas, los desprecios de otros que no comparten nuestra fe. Consideren el ejemplo de Jesús, y sepan que Dios ve y que él hará la justicia. Entrégale la situación, sabiendo que esta es la manera de tener victoria.

Dios nos llama a cambiar de actitud hacia los derechos personales. Jesús no se fijó en lo que él merecía, en la injusticia que le estaban haciendo, en su dignidad o sus derechos personales. Algunos dicen: respeto a otros si me respetan. Esta es una actitud legalista y no cristiana. Jesús no insistió en sus derechos, y llama a sus seguidores a mostrar la misma clase de humidad.

Esto sólo es posible cuando Dios está al centro de nuestro universo, en vez de nosotros ocupar ese lugar.

Ahora bien, si queremos seguir este ejemplo, hay algo más que tenemos que entender. Se trata de su muerte por nuestro pecado (v. 24):

La muerte de Cristo no fue sólo un ejemplo; fue la manera en que Dios nos provee el perdón. El llevó nuestros pecados, pagando en su mismo cuerpo y en su misma experiencia la deuda de pecado que nosotros debemos.

Imagina que estás de pie ante Dios. Todo tu pecado se ha descrito, tu desobediencia, tu rebelión, las veces que lo bueno no te importó, y las veces que preferiste la maldad, y Dios está sentado en su trono. Majestuoso, poderoso, los cielos y la tierra fugan ante su presencia, y tú sólo puedes hincarte aterrorizado ante él. Levanta el brazo para lanzar sobre ti el horrible castigo que tu pecado merece, y…al último momento lo lanza sobre Jesús.

Esto es lo que sucedió cuando Jesús murió – y es nuestra única esperanza. Él tomó sobre sí nuestros pecados, para que fuéramos sanados de la enfermedad del pecado.

Es esta realidad la que da significado a lo anterior. Si Jesús no hubiera muerto a nuestro favor, ¿qué razón tendríamos para seguir su ejemplo? No habría razón, ni esperanza para nosotros. Pero nosotros fuimos llamados, por medio del evangelio, a conocer la paz con Dios; al creer el mensaje, arrepintiéndonos del pecado, y aceptando el perdón de Cristo, llegamos a tener esa seguridad y esa razón de vencer al mundo.

Si eres creyente, recuerda esta gran realidad. Piensa en lo que Cristo ha hecho por ti, y comprométete en seguir su ejemplo.

Pero si no has aceptado todavía el perdón que Cristo te ofrece, él te está llamando. Él te invita a venir en humildad a sus pies – y mira lo que recibirás:

Perdón de pecados (v. 24a). Cristo te ofrece quitarte todos tus pecados y lanzarlos al fondo del mar. Tan lejos como el este del oeste remueve Dios nuestros pecados de nosotros. En vez de sentirte sucio, puedes conocer la limpieza.

El también ofrece curación (v. 24b). Él promete que, al venir a él, sanará nuestras heridas. La sanidad física en esta vida no será completa, aunque Dios muchas veces sana en respuesta a nuestra oración. Sí nos da la seguridad de vencer la muerte. Sobre todo, nos da la sanidad espiritual. Nos ofrece una vida sana, tal como Dios la diseñó.

También nos da su cuidado tierno (v. 25). No tenemos que vivir en un mundo frío, oscuro, vacío; podemos saber que nos cuida y ama el que puso los planetas en su lugar. Nos guía. Nos da poder para vivir. Nos da seguridad en cualquier situación de la vida.

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