El buen siervo fiel
Quizás recordemos de nuestra niñez aquellos momentos en que la maestra tenía que dejar la clase por un momento. Invariablemente nos dejaba alguna tarea para realizar en su ausencia, e invariablemente nos poníamos a hacer travesuras tan pronto cerrara la puerta.
Recuerdo de mis días en la primaria que, en cierta ocasión, me tocó salir con la maestra a hacer algún trámite. Cuando regresábamos por el pasillo para llegar a la clase se oía desde lejos el alboroto de mis compañeros de clase. Yo le pregunté: ¿Acaso creen que usted no los puede escuchar? Ella me respondió: Creo que más bien no les importa.
Los que somos creyentes nos encontramos en la misma situación que aquellos estudiantes. Nuestro Maestro nos ha dejado por un tiempo, y también nos ha dejado una tarea que debemos realizar en su ausencia. Puede ser que algunos piensen que El no se da cuenta de lo que estamos haciendo, y a otros no les importe; pero nos debe de importar. Leamos lo que Jesús nos dice acerca del asunto.
Lectura: Mateo 25:14-30
25:14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó á sus siervos, y les entregó sus bienes.
25:15 Y á éste dió cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: á cada uno conforme á su facultad; y luego se partió lejos.
25:16 Y el que había recibido cinco talentos se fué, y granjeó con ellos, é hizo otros cinco talentos.
25:17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también Él otros dos.
25:18 Mas el que había recibido uno, fué y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
25:19 Y después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos, é hizo cuentas con ellos.
25:20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco talentos he ganado sobre ellos.
25:21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
25:22 Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí otros dos talentos he ganado sobre ellos.
25:23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.
25:24 Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste;
25:25 Y tuve miedo, y fuí, y escondí tu talento en la tierra: he aquí tienes lo que es tuyo.
25:26 Y respondiendo su señor, le dijo: Malo y negligente siervo, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí;
25:27 Por tanto te convenía dar mi dinero á los banqueros, y viniendo yo, hubiera recibido lo que es mío con usura.
25:28 Quitadle pues el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
25:29 Porque á cualquiera que tuviere, le será dado, y tendrá más; y al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado.
25:30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.
En esta parábola Cristo nos está diciendo cuál deberá ser nuestra actitud mientras vivimos esperando su regreso. El se compara aquí con un señor que sale de viaje. Es interesante notar el detalle de que el viaje es largo, que él está fuera mucho tiempo. Así Jesús nos prepara para esperarle por un buen tiempo.
Al salir de viaje, él deja sus bienes a cargo de sus siervos. Esto indica lo siguiente:
I. El Rey da a los suyos el privilegio de trabajar para El
La idea básica aquí es de alguien que deja a otro encargado de sus bienes mientras está fuera. Quizás algunos de Uds. tienen casas u otros bienes en su país. Me imagino que no simplemente los han dejado solos ahí; hay alguien que se está encargando de cuidarlos. De no ser así, esas propiedades no serán productivas, y pueden fácilmente caer en descuido y abandono.
De igual manera, Jesús nos ha dejado a nosotros, sus seguidores, a cargo de sus bienes, de su reino aquí en la tierra. Lo que El nos ha encomendado incluye nuestro conocimiento de su Palabra, las habilidades que El nos ha dado, las relaciones que podemos usar para bien o para mal y muchas otras cosas.
Nuestro conocimiento de la Palabra de Dios y su plan de la salvación es una de las riquezas que Jesús nos ha dejado. El ya no está aquí en la tierra para predicar ese mensaje. El lo ha dejado en nuestras manos.
No debemos de ignorar el gran privilegio que esto representa. En el mundo antiguo, había diferencias de rango entro los sirvientes. Algunos estaban encargados de partes importantes de los negocios de sus amos, y eran altamente honrados por su capacidad. Otros eran simples peones, que servían únicamente para el trabajo manual.
El hecho de que Jesús nos haya encomendado a nosotros, sus seguidores, la responsabilidad de ocuparnos del crecimiento de su Reino nos debe llenar de gratitud por haber recibido tan grande honor. Cristo nos ha dado la oportunidad de impactar el mundo eternamente.
¿Qué es lo que El busca a cambio de tal honor?
El Rey desea fidelidad en su servicio
Aquí en la tierra, solemos honrar al que tiene mejores resultados. La iglesia que da más dinero para las misiones recibe un premio. El pastor que pastorea la iglesia más grande es halagado. Las personas que se paran detrás del púlpito reciben los honores, mientras que los que trabajan calladamente detrás del escenario son ignorados.
Jesús nos enseña, sin embargo, que su perspectiva es otra. El no está tan interesado en los resultados, sino en la fidelidad. Notemos las respuestas que reciben los primeros dos siervos. Uno de ellos, con las cinco monedas que recibió, gano cinco más; el otro recibió dos, y ganó dos.
¿Cuál es la diferencia entre lo que el Rey le dice al uno y al otro? ¿En que difieren los encomios dados al que ganó cinco y los que recibió el que ganó dos? Ya se dieron cuenta de que no hay diferencia. A ambos se les dice exactamente lo mismo.
Jesús no está tan interesado en tus habilidades como lo está en tu fidelidad. Cada siervo recibió talentos conformes a sus habilidades; cada creyente recibe oportunidades de servicio conformes a su capacidad. Cristo quiere ver cómo vas a usar las oportunidades que tienes.
A veces pensamos: ¿Por qué no puedo ser tan famoso como Luís Palau o Billy Graham? ¿Por qué no puedo deleitar a muchos con mi música como Vicente Montaño? ¿Por qué no puedo escribir como Carlos Swindoll? Incluso nos resentimos contra Dios, y dejamos de servirle, porque deseamos dones más extravagantes o más populares.
Nosotros no somos más que siervos, y no nos toca determinar cuáles dones recibiremos. Más bien, lo que nos corresponde es usar al máximo los dones que el Señor nos ha dado. Es en base a esto que seremos juzgados.
No te compares con la persona a tu derecha o a tu izquierda. Pregúntate solamente qué es lo que Dios quiere que tú hagas. El está interesado en tu fidelidad, no en tu capacidad. Si eres fiel, El te recompensará.
Notemos también la recompensa que recibiremos. La recompensa mayor para el creyente es oír estas palabras: «¡Hiciste bien, buen siervo y fiel! ¡Ven a compartir la felicidad de tu Señor!» Si realmente amamos a Cristo, el gozo de haberle complacido será más que cualquier cantidad de dinero.
El servicio que rendimos al Señor aquí en la tierra es sólo una preparación para el cielo. Allá, tendremos mayores responsabilidades y mayor gozo. Algunos se imaginan al cielo como un lugar aburrido, porque no haremos nada.
Aquí vemos que este concepto está errado. En el cielo, no seremos ociosos; más bien, el trabajo será un gozo para nosotros. Ya no será un peso, como lo es aquí en la tierra. Y nuestro nivel de utilidad en el cielo se relaciona directamente con nuestra fidelidad aquí en la tierra.
Pero, ¿qué si escogemos otra opción? ¿Qué si preferimos no pagar el precio por servir al Señor?
El Rey reconoce a los suyos en base a su servicio
Llegamos a la acción del último siervo. En vez de ponerse a trabajar con lo que se le había encomendado, él lo esconde. Cuando llega el señor, tiene solamente lo original para entregarle. Según él, la razón es que le tenía miedo al amo.
Ahora bien, tenemos que preguntarnos cómo era el amo en realidad. Si tomamos en cuenta su acción con los otros siervos, tenemos que concluir que el amo realmente no era como el siervo lo pintaba. Era su propia irresponsabilidad, su falta de amor por él, que había sido el problema.
Pero es interesante que el siervo trate de culpar al amo. Así es que muchos responden y responderán. Dicen, bueno, si sólo tuviera esto, o si estuviera en tal lugar, o si hubiera tenido tal ventaja, entonces podría seguir y servir a Dios. Cuando decimos eso, realmente le estamos echando la culpa a Dios, porque El está en control de todas esas cosas.
De igual manera, el siervo dice básicamente, Tuve miedo de ti, y por eso no hice nada. Es decir, No es mi culpa. La culpa fue tuya. Así demostró su falta de confianza, su falta de amor para su amo. Podríamos decir que en realidad con esta acción mostró que él no era ningún siervo del amo, aunque fingía serlo.
Y el resultado es serio. Se le quitan las monedas, y se le echa fuera, al sufrimiento y a la oscuridad. Cuando Jesús usa esta expresión de la oscuridad donde habrá llanto y rechinar de dientes, siempre es una imagen de castigo eterno. La conclusión es que el creyente que pretende vivir sin servir a su Señor, sin usar lo que se le ha dado, realmente no es ningún creyente y tendrá el mismo destino que cualquier persona del mundo.
No debemos de caer en el error de pensar que recibimos la salvación por fe, pero luego tenemos que hacer obras para guardarla. Más bien, las obras son la muestra de que la fe y el amor son reales. Si nosotros decimos creer en Jesús, pero no le servimos, entonces realmente nuestra fe es totalmente inútil.
Tengo que ser muy claro aquí, porque muchas veces nos confundimos en este aspecto. La fuente de todo es el corazón. Los siervos buenos hicieron buen negocio con el dinero de su amo precisamente porque eran siervos buenos y fieles. No dijeron: a ese tipo horrible le vamos a engañar aparentando algo. Su buen comportamiento nació de su respeto y amor por su amo.
Por el otro lado, el siervo que no respondió lo hizo porque despreciaba a su amo. Lo importante de esto es que Jesús no nos está diciendo que tratemos de hacer cosas para que El nos acepte; El nos está diciendo que, si de veras lo conocemos y lo amamos, entonces vamos a ser fieles. Si no somos fieles, debemos de examinar nuestro corazón y arrepentirnos, no tratar de hacer más cosas.
Es como si tuviéramos un jardín que se estaba secando. Vemos en las plantas que las hojas se están marchitando y poniendo color café. Ahora, no va a servir de nada que salgamos con una pintura verde y pintemos todas las hojas de verde. Quizás el jardín se vea bonito de lejos, pero no va a rendir nada de cosecha. Lo que tenemos que hacer es ir a la raíz del problema; preguntarnos si necesita más agua, más abono, o algún pesticida.
Y de igual manera, si nosotros nos examinamos honestamente, y nos damos cuenta de que no estamos usando lo que Dios nos ha dado, no estamos aprovechando las oportunidades para compartir el evangelio, para servir las necesidades de la gente, para extender el reino de Cristo y darle algún interés en su inversión en nosotros, entonces tenemos que ir a la raíz del problema – a nuestro corazón desagradecido que no ha respondido adecuadamente a sus bendiciones, y tenemos que arrepentirnos.
Y tú: ¿Qué clase de siervo eres? ¿Qué dirá el Señor de ti cuando regrese? ¿Estás viviendo a la expectativa de su venida? ¿Te das cuenta de que lo que haces ahora tendrá significado eterno?
No lo olvides. Registra tu corazón y pregúntate cómo estás. Sólo así podrás estar preparado para ese día, y poder entrar al gozo del Señor.