El misionero


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El misionero más grande

A través de la historia del cristianismo se han levantado grandes hombres y mujeres para servir como misioneros a tierras lejanas. Tomás, el discípulo que dudó, posteriormente hizo un viaje a la India para sembrar iglesias.

Durante la época de la Conquista, Bartolomé de las Casas fue reconocido por defender los derechos de los indígenas frente a los abusos de los conquistadores.

Guillermo Carey es reconocido como el padre de las misiones protestantes; enfrentando la resistencia de las fuerzas colonizadoras comerciales, fue a la India para llevar el evangelio.

Hudson Taylor llevó el mensaje a China durante el siglo XIX, adoptando la vestimenta china para mejor comunicar el mensaje a sus oyentes. Nuestra propia Lottie Moon también sirvió en aquel enorme país.

Durante el siglo XX, cinco misioneros dieron sus vidas en el esfuerzo de llevar el evangelio a los indígenas aucas de Ecuador. Cuando las noticias de su muerte llegaron al mundo, cientos de personas se dedicaron a la obra misionera para tomar su lugar.

La lista podría alargarse al considerar a las muchas personas que se han sacrificado por llevar el mensaje del evangelio, pero me pregunto: ¿quién fue el misionero más grande de todos? ¿?

Hoy veremos precisamente quién fue esa persona.

Lectura: Juan 1:1-5, 14

1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
1:2 Este era en el principio con Dios.
1:3 Todas las cosas por Él fueron hechas; y sin Él nada de lo que es hecho, fué hecho.
1:4 En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
1:5 Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron.

1:14 Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Durante esta temporada navideña solemos enfocarnos en el recuento del nacimiento de Jesús que encontramos en los evangelios de Mateo y de Lucas. Nos encanta oír acerca del nacimiento en el establo, de las visitas de los pastores y de los magos, de los coros angelicales.

Muchas veces no consideramos, sin embargo, que Juan también nos cuenta acerca del nacimiento de Jesús. Su perspectiva, sin embargo, es otra. El nos presenta la venida de Cristo desde una perspectiva celestial. Nos muestra lo que sucedía en el ámbito espiritual cuando nació ese bebé hace más de 2.000 años.

Podemos declarar que Jesucristo es el misionero más grande de todos, pues El hizo el sacrificio más grande, y ha tenido los mayores logros en base a su servicio misionero. Juan nos hace ver que

Cristo nos ha mostrado el amor misionero de Dios

Notemos las cosas que nos dice aquí Juan acerca del Verbo. Dice que existía desde el principio, que estaba en la misma presencia de Dios, y que era Dios. Disfrutaba de todos los privilegios que el ser Dios conlleva.

El participó en la creación de todas las cosas. Cuando los ángeles fueron creados, El estuvo allí. El colgó en su lugar cada estrella. El determinó los límites del mar. El formó el pétalo de cada flor, pintó los colores de las aves más exóticas e impartió a las fieras su temible fuerza.

La vida misma consiste en El. Sin El, nada de lo que existe tendría forma. Sin El, la vida cesaría en un instante. Tan grandioso es este ser que Juan nombra el Verbo, y que nosotros conocemos como Cristo, el Hijo de Dios.

El verso 14, sin embargo, trae una tremenda sorpresa. Este ser, que es Dios y que reina sobre los ángeles, se hizo hombre. Tomó forma humana. Se vistió de carne y nació del vientre de una mujer.

Para ti y para mí, el ser hombre no es nada malo. Al contrario; lo consideramos mucho mejor que ser perro, gusano o árbol. Tratemos de imaginar, sin embargo, lo que significó para Cristo rebajarse hasta el punto de tomar nuestra humanidad. Dejó atrás sus privilegios como Dios.

Cuando fue capturado para ser condenado, declaró que El podría llamar a diez legiones de ángeles, y vendrían para socorrerle. Tales eran su derecho y su autoridad como Dios. Sin embargo, El no se valió de este privilegio. Más bien, vivió con las limitaciones y los sufrimientos que todos enfrentamos en este mundo caído.

Si pudiéramos imaginar lo que sería de repente convertirnos en un gusano o en una babosa, quizás tendríamos un pequeño concepto de lo que le costó a Cristo hacerse hombre. El lo dejó todo atrás para hacerse uno de nosotros.

Éste es el verdadero amor misionero de Dios. Cristo nos demuestra lo que significa ser misionero. El amor que El mostró es la única razón suficiente para las misiones. Las misiones nacen del corazón del Dios que nos amó tanto que envió a su único Hijo para nuestra salvación. Ésta es la base de lo que Dios está haciendo en el mundo.

Una vez que hayamos entendido esto, podemos pasar a una segunda realidad.

Lectura: Mateo 28:18-20

28:18 Y llegando Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
28:19 Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo:
28:20 Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Al final de su ministerio, Jesús dejó con sus discípulos estas palabras. Eran sus instrucciones finales antes de ser llevado al cielo. Forman la declaración de la misión evangelizadora de la Iglesia, hasta que Cristo vuelva. Aquí vemos que

Cristo nos ha mandado a llevar el mensaje al mundo

Ésta es la misión que Jesús ha dejado a la Iglesia. Nos ha dejado la responsabilidad de llevar el mensaje a cada nación y tierra, a cada pueblo y lengua. Jesucristo no tiene una segunda opción; nos ha dejado como sus embajadores para llevar el mensaje a todo el mundo.

Cada empresa tiene su razón para existir, una misión que busca cumplir. La empresa Coca-Cola, por ejemplo, busca vender su producto a cada persona. Según las cifras, el 97% del mundo conoce la marca Coca-Cola. El 72% del mundo ha visto una Coca-Cola, y el 51% de la población mundial ha saboreado una Coca-Cola. La empresa Coca-Cola tiene alrededor de 100 años de existencia. Si esta empresa ha logrado tal penetración del mercado en tan poco tiempo, ¿por qué será que la Iglesia de Cristo no ha logrado aún evangelizar al mundo?

Se podría nombrar varias razones por esta falla. En algunos casos, por ejemplo, los gobiernos están más abiertos a la Coca-Cola que al evangelio. Ante todo, sin embargo, tenemos que reconocer que la Iglesia no ha estado dispuesta a sacrificar para que se logre esta meta.

Estamos dispuestos a echar algunas monedas al plato de la ofrenda, pero no estamos dispuestos a dar con sacrificio. Estamos dispuestos a orar por los misioneros que van a otros países, pero no estamos dispuestos a permitir que nuestros propios hijos vayan. Estamos dispuestos a escuchar historias inspiradoras de vez en cuando, pero no estamos dispuestos a estudiar a fondo la historia de las misiones.

Consideremos el gran amor que Dios nos ha mostrado, enviando a su Hijo; y consideremos la necesidad abrumadora. Actualmente, hay aproximadamente 6,5 mil millones de personas en el mundo. De ellos, aproximadamente 3,3 mil millones de personas no tienen una oportunidad adecuada de responder al evangelio.

Más de la mitad de la población mundial no ha oído el evangelio de una forma culturalmente apropiada, de una forma que pueda entender, y a la que pueda responder. Esto significa que nos queda mucho trabajo por hacer.

Antes de desesperarnos, sin embargo, consideremos un detalle más.

Cristo nos ha manifestado que El estará con nosotros en nuestra misión

Al final del pasaje que hemos leído en Mateo encontramos estas alentadoras palabras: Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. Muchos creyentes han tomado estas palabras como una promesa personal de confianza en medio de las tribulaciones.

Notemos, sin embargo, que el contexto de la promesa es el mandato divino de ir. Jesús promete estar con nosotros en nuestro cumplimiento de la tarea que El nos ha dado de llevar el mensaje. Si decidimos no obedecerle, quizás no experimentemos la bendición de su presencia.

Cuando vayamos en obediencia al mandato de Cristo, El estará con nosotros para bendecir, para animar, para apoyar y para dar fruto. Cuando el apóstol Pablo perseguía a la Iglesia primitiva, Jesús se identificó con su Iglesia de tal forma que pudo decirle: ¿Pablo, por qué me persigues?

De igual modo, Jesús estará con nosotros cuando, en obediencia a su Palabra e impulsados por su amor, sigamos sus órdenes y trabajemos para llevar el mensaje a quienes no lo han oído.

C.T. Studd escribió lo siguiente: Yo sabía que Cristo había muerto por mí, pero no había entendido que, si El murió por mí, yo ya no me pertenecía a mí mismo. La redención significa una compra, así que si yo le pertenecía a El, tendría que ser un ladrón, haciéndome de lo que no me pertenecía, o si no, tendría que entregarle todo a Dios. Cuando llegué a ver que Jesús murió por mí, no me pareció difícil entregarlo todo por El.

Si vamos a unirnos a la misión divina, tenemos que reconocer que pertenecemos a Cristo. La única decisión que nos corresponde es determinar cómo quiere El que usemos nuestros dones, talentos y recursos para que se extienda su Reino.

Quizás Dios te esté llamando a dedicarte a las misiones. Hay una ola creciente de misioneros hispanos que están descubriendo que su cultura y su nacionalidad les abren la puerta a lugares que los misioneros occidentales no penetran. Considera esta posibilidad.

Puedes tener la seguridad de que Dios te está llamando a usar tus recursos para apoyar la extensión de su Reino. Considera cómo podrás poner tus asuntos en orden para tener más recursos para dedicarle al Señor.

Dios también nos llama a apoyar en oración a quienes le sirven. Usa la información que se proporciona para orar por las personas que trabajan en lugares lejanos.

Finalmente, considera que hay muchas personas a tu alrededor que nunca han entendido lo que significa la muerte y la resurrección de Cristo. Comparte con ellos tu fe. Busca la oportunidad de predicar el mensaje allí donde te encuentras, y únete a la misión más grande de la historia.

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