El Verbo se hizo carne


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El Verbo se hizo carne

Muchas iglesias tienen la costumbre de publicar boletines semanales con los anuncios y otra información acerca de la iglesia. Generalmente también se incluyen los títulos de los sermones para la semana. En algunos casos, la combinación de títulos puede ser cómica.

Uno de mis ejemplos favoritos ocurrió en una iglesia que anunció la siguiente combinación de mensajes en cierto domingo. En la mañana, Jesús camina sobre el agua; en la noche, Buscando a Jesús. Nos preguntamos: ¿habrá alguna relación entre las dos cosas?

En realidad, esta segunda frase – buscando a Jesús – me parece muy apropiada para esta temporada del año. En medio de tanta celebración navideña – de los árboles, de los regalos, de las fiestas, del gordito canoso vestido de rojo, uno puede quedarse buscando a Jesús.

Sin embargo, hay una gloriosa realidad en esta Navidad. No nos tenemos que quedar buscando a Jesús, como si se hubiera hundido en el mar, porque ¡Jesús nos busca a nosotros! Su Palabra dice que “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

Hoy vamos a considerar lo que realmente sucedió en aquel día hace más de dos mil años cuando lloró un bebé recién nacido entre los bramidos de los animales en un establo en Belén. Conocemos los detalles de esa historia – del pesebre, de los pastores, de los sabios – pero hoy lo veremos desde otra perspectiva. Veremos quién era ese bebé.

Lectura: Juan 1:1-5, 10-14

1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
1:2 Este era en el principio con Dios.
1:3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
1:4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
1:5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

1:10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
1:11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Juan fue el último de los cuatro evangelistas en escribir su evangelio. Seguramente consideró que Mateo y Lucas habían hecho un trabajo admirable de registrar los detalles del nacimiento de Jesús, y decidió presentarlo desde el punto de vista divino. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Juan nos dice cosas muy importantes acerca del bebé que nació en Belén.

El verso 14 contiene una frase clave. En la traducción tradicional, dice: “El Verbo se hizo carne”. Algunas traducciones modernas, reconociendo lo extraña que suena esta frase al oído moderno, lo rinden: “El Verbo se hizo hombre”. Seguramente este es el sentido, pero vamos a retener la frase antigua y tratar de comprenderla más a fondo.

En realidad, esto es lo que celebramos en la Navidad: la realidad de que “el Verbo se hizo carne”. Ahora bien, surgen algunas preguntas: si el Verbo se hizo carne,

¿Quién es el Verbo?

La palabra traducida verbo es el griego logos. Para la filosofía griega, el logos era el principio racional que organiza el universo. Puede ser que esta idea haya estado en el fondo de la mente de Juan.

Por otra parte, el Verbo – la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento es su comunicación a la humanidad y su poder en función. Por ejemplo, cuando Dios creó el mundo, El habló – y todo fue. Es decir, Dios dijo la Palabra – y todo llegó a existir. Esta idea también es importante para comprender quién es el Verbo, o la Palabra.

Felizmente, Juan no nos deja en duda. El nos dice exactamente quién es el Verbo. Primeramente, nos dice que en el principio, el Verbo ya existía. Esa frase “en el principio” trae a nuestra mente la primera frase de la Biblia, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Lo que Juan nos dice es que, en ese principio, en ese momento en que Dios hizo la creación, el Verbo ya existía.

En otras palabras, el Verbo no es parte de la creación. No es un ser creado. Cuando todo empezó, El ya existía. En segundo lugar, vemos que el Verbo estaba con Dios. Existía una relación entre Dios y el Verbo. La palabra griega traducida con es una palabra que generalmente se usa de una relación íntima o estrecha.

Había, entonces, una relación íntima y personal entre el Verbo y Dios. Pero finalmente, nos dice que el Verbo era Dios. Aquí nuestras mentes humanas se quedan confundidas. ¿Cómo es posible que el Verbo esté con Dios, y a la vez, sea Dios?

Algunos han tratado de resolver el problema diciendo que el Verbo no era Dios en el sentido que solemos usar la palabra. Esta solución simplemente no funciona, porque según la Biblia, sólo existen un Dios verdadero y muchos dioses falsos. No hay más de un Dios verdadero. Es más, el Dios verdadero no tolera a los dioses falsos.

La única solución es que aquí veamos la doctrina de la Trinidad. Esto significa que hay sólo un Dios, pero que en este Dios se revelan tres personas. Sólo así puede haber Uno que es Dios, y que a la vez, está con Dios.

Pero quizás me dirás: ¿por qué me importa tanto detalle? ¿En qué sentido me ayuda esto en mi vida diaria? Simplemente por esto: este mismo Dios te ha invitado a participar en su vida. Nos lo dice el verso 4.

Si El nos ha invitado a participar en su vida, nos importa saber qué clase de vida es la que El tiene. Nos urge comprender que el Dios que nos invita a conocerlo no es un Dios solo y distante, sino que en su propio ser es un Dios social, un Dios relacional, un Dios de amor.

Este es el problema de quienes no adoran a un Dios multi-personal. Su dios no puede ser un dios de amor. Antes de crear el mundo, no tendría a quien amar. El Dios de la Biblia es un Dios que en lo más profundo de su ser es amor. Este amor ha existido entre el Padre y el Verbo desde la eternidad y hasta la eternidad, y a este amor Dios nos invita a entrar.

Hemos visto quién es el Verbo. Este Verbo se hizo carne. Pero, surge otra pregunta:

¿Qué significa que se hizo carne?

Realmente esta parte de la frase es la más sorprendente. El concepto del Verbo que existe de una forma cósmica, uniendo a toda la creación, viviendo en comunión con el Padre tiene algo de parecido con ciertas filosofías antiguas. Muchos podrían leer acerca del Verbo y estar de acuerdo – hasta llegar a esta declaración.

El Verbo – ¿se hizo carne? ¿Cómo puede ser? ¿Cómo es posible que Aquel que está con Dios y que es Dios – se haga hombre? Es una de las declaraciones más asombrosas de toda la Biblia. Esta es la verdadera importancia del nacimiento de aquel bebé, de la visita de los pastores y de los magos. El bebé que nació – a distinción de todo otro bebé – era Dios, que ahora estaba tomando una naturaleza humana.

En este punto, como en el anterior, algunos han tratado de encontrar explicaciones humanas. Para ellos, el concepto de que Dios mismo se hiciera hombre es demasiado difícil de aceptar. Prefieren creer que la naturaleza humana de Jesús fue simplemente una ilusión, como si fuera alguna especie de fantasma o aparición.

La Biblia, sin embargo, no nos permite aceptar esta idea. El Verbo se hizo carne. Tomó un cuerpo como el que tiene cada uno de nosotros, con los impulsos, las inclinaciones, el potencial y los anhelos que todos compartimos, con sólo una diferencia – no tuvo pecado. Jesús fue completamente hombre, no solamente Dios disfrazado de hombre.

Nuevamente, surge la pregunta: ¿qué me importa? ¿Por qué me interesa que el Verbo haya tomado carne humana? Tiene un significado muy profundo. Significa que El comprende a fondo todo lo que nosotros experimentamos. El no es ajeno a nuestros sufrimientos ni a nuestras tentaciones. El fue tentado en todo sentido como lo somos nosotros.

No tenemos un Salvador que nos mira de lejos y nos dice: Ponte las pilas. Tenemos un Salvador que se metió al lodo para darnos la mano y llevarnos a una vida distinta. El compartió nuestra vida. Experimentó la vida humana en toda su gloria y su desgracia.

Al compartir nuestra humanidad, El nos puede levantar para que vivamos – no sólo en algún futuro lejano, sino aquí y ahora – compartiendo la vida que El comparte con su Padre. El vino para que pudiéramos vivir en estos cuerpos como Dios lo desea, conociendo su amor y su poder.

El Verbo se hizo carne. Consideremos más esta pregunta:

¿Por qué se hizo carne el Verbo?

El verso 12 nos da la respuesta. El Verbo – Jesucristo – vino a este mundo, nació en estas fechas que celebramos para que pudiéramos tener el derecho de ser hijos de Dios. Esta verdad, dicho sea de paso, corrige una idea errónea que algunos tienen. Es la idea de que todos somos hijos de Dios. Es un concepto muy atractivo, y nos libra de tener que experimentar un cambio en nuestra vida.

Sin embargo, la Biblia no lo apoya. Aquí se nos dice que quienes reciben el derecho de ser hijos de Dios son solamente los que reciben a Jesús. ¡Obviamente sería ridículo hablar de darle a alguien un derecho que ya tiene! Aunque todo ser humano ha sido creado por Dios y lleva su imagen, sólo quienes reciben la salvación que Dios ofrece en Cristo Jesús reciben el derecho de ser sus hijos.

Jesús, el único Hijo eterno de Dios, nos invita a todos a ser hijos adoptados de Dios y disfrutar de todos los derechos que esto conlleva. Consideramos afortunados a los hijos de los ricos. ¡Cuánto más bendecidos serán los hijos de Dios mismo! Y si El nos ha dado a su Hijo Jesucristo, ¿qué más no nos dará?

Según la leyenda, vivió en Persia hace mucho tiempo un rey muy sabio. El solía disfrazarse de persona común y salir a compartir la vida de sus súbditos. En cierta ocasión, visitó a un mendigo que vivía en un sótano frío. Compartió con el mendigo la comida sencilla y humilde que el mendigo comía, y le habló palabras de ánimo y consuelo.

Tiempo después, regresó a visitar al mendigo – pero esta vez, le reveló que era el rey. Esperaba que el mendigo le pidiera algún favor, pues era la respuesta usual de los pocos a quienes se revelaba. El mendigo le sorprendió, sin embargo. Le dijo: Usted dejó su palacio y su riqueza para visitarme en este lugar tan triste. Compartió mi comida sencilla. ¡Me trajo alegría al corazón! A otros usted ha dado grandiosos regalos, pero a mí me ha dado el mejor regalo: el regalo de usted mismo.

Jesús, el Rey de la gloria, se dio a sí mismo a ti y a mí. La Biblia lo nombra el regalo indescriptible. El Verbo se hizo carne – por ti y por mí. ¿Lo has recibido en tu corazón?

Dios Los Bendiga! Amen.

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