El soldado fiel
Miguel de Unamuno, el filósofo español, cuenta del acueducto romano en Segovia. Se construyó en el año 109 d.C. Por 1.800 años, llevó agua fresca de las montañas a la calurosa y sedienta ciudad. Casi sesenta generaciones de hombres bebieron de él. Llegó luego una generación reciente que declaró: Este acueducto es tan maravilloso que se tiene que preservar para nuestros hijos, como una pieza de museo. Vamos a quitarle la labor que ha realizado por tantos siglos.
Así se hizo; los trabajadores pusieron tubos modernos de hierro. Dieron un descanso muy merecido a los ladrillos y la argamasa que habían servido tan fielmente. Y el acueducto se empezó a deshacer. El sol resecaba la argamasa desprotegida y se desmenuzaba. Los ladrillos y las piedras se combaban. Lo que los siglos de servicio no dañaron el ocio empezó a destruir.
Así es en la vida cristiana. Si queremos simplemente disfrutar de las bendiciones de Dios sin tratar de servirle de alguna manera, nuestra vida espiritual se desintegrará. Como un lago sin desembocadura, nos iremos estancando hasta que las aguas de vida que hemos ingerido se conviertan en aguas podridas.
Dios da a todo creyente la oportunidad de luchar por su reino. Algunos sirven de maestros mientras otros limpian el santuario y otros traen visitas, pero todos somos llamados a servir para que se extienda el reino de Dios.
¿Cómo podemos servir exitosamente al Señor? En esta mañana, vamos a encontrar en las instrucciones que dio el apóstol Pablo a los filipenses la respuesta a esta pregunta.
Lectura: Filipenses 1:27-30
1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,
1:28 y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios.
1:29 Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,
1:30 teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí.
En este pasaje podemos encontrar tres claves para luchar por el reino de Dios con gozo, con propósito y con efecto. En primer lugar,
El soldado fiel se enfoca en Cristo, no en las personas
Noten lo que dice el verso 27. El verbo que aquí se traduce compórtense se usa generalmente de la responsabilidad cívica de un ciudadano. Pablo, entonces, nos está hablando como ciudadanos del Reino del Cielo, y nos está llamando a vivir de una manera que dé una buena representación de nuestra ciudadanía celestial.
Si tú eres creyente, tienes dos ciudadanías: una terrenal, y otra celestial. Como ciudadano de algún país terrestre – México, Venezuela, Perú – tienes la responsabilidad de votar, de pagar tus impuestos, y de cumplir con cualquier otro deber civil.
Sin embargo, tu lealtad mayor es al reino celestial. Tienes la responsabilidad primordial de dar una buena representación de lo que es ser cristiano.
Creo que todos conocemos los diferentes estereotipos que existen en cuanto a los turistas. Por ejemplo, el turista norteamericano es conocido por ser gordo, exigente y ruidoso. El turista japonés es conocido por ser adicto a las fotografías y sentirse desnudo sin la cámara fotográfica.
Aunque sepamos que son estereotipos, el comportamiento de estas personas deja una fuerte impresión. Nos quedamos pensando ciertas cosas acerca de los países que ellos representan en base a su comportamiento.
Del mismo modo, somos turistas aquí en este mundo. Nuestra ciudadanía está en el cielo. Si no nos ponemos a pensar, podemos dejar una impresión muy negativa sobre quienes nos observan. Compórtense, dice Pablo, de una manera digna del evangelio de Cristo.
¿Cómo vamos a hacer esto? Sólo lo podemos hacer si tenemos la mirada puesta en Cristo y no en los que nos rodean. Si nos ponemos a mirar a los demás hermanos, nunca superaremos el nivel de la mediocridad. Seguiremos justificando nuestros errores señalando los de los demás, mientras ellos justifican sus propios errores señalando los nuestros.
Si quieres servir a Cristo, entonces, enfócate en Cristo. Haz de él tu ejemplo, tu modelo, tu guía, y busca representar ante el mundo su vida. Deja que el Espíritu Santo te guíe cada día más y más cerca de la meta.
Habiendo dicho eso, sin embargo, podríamos quedarnos con la idea de que debemos de ser independientes, imitando a Cristo sin relación con nadie más. Nada podría alejarse más del ejemplo bíblico. Más bien,
El soldado fiel lucha en unión con sus hermanos
Pablo dice: De este modo, ya sea que vaya a verlos o que, estando ausente, sólo tenga noticias de ustedes, sabré que siguen firmes en un mismo propósito, luchando unánimes.
El trabajo en unión es central para poder lograr los fines del evangelio. A veces me pongo a pensar en lo que podríamos lograr si tan simplemente pusiéramos a un lado nuestro egoísmo y nuestros rencores para trabajar unidos como creyentes. El mundo no podría resistir tal ataque.
Si quieres ser útil para Dios como soldado, prepárate para poner a un lado las diferencias y luchar en unión con tus hermanos. Las sogas fuertes no se hacen de un hilo; al entretejer muchos hilos se logra la fuerza. Si un capitán no puede contar con la unanimidad de sus soldados en la batalla, será mejor que se rinda de una vez.
Pero, ¿cuál es esa batalla que estamos librando? La batalla es la defensa del evangelio. Dice Pablo, luchando unánimes por la fe del evangelio. Tenemos que defender el evangelio de dos modos; positivamente, extendiendo su poder al compartirlo con quienes no lo conocen, y negativamente, protegiéndolo de las perversiones.
Lo importante es dejar de hablar y empezar a hacerlo. El conocido evangelista D. L. Moody asistió en cierta ocasión a una convención sobre el evangelismo masivo. Una tarde, citó al líder de música para verse en cierta esquina. Cuando llegó el líder de música, el evangelista le pidió que se parara en un cajón y empezara a cantar.
Cuando se había reunido una multitud, Moody predicó brevemente y luego invitó a todos los que quisieran que lo siguieran a un salón cercano. Pronto se había llenado el auditorio de personas espiritualmente hambrientas, y Moody les predicó el evangelio. Entonces empezaron a llegar los delegados de la convención. Moody dejó de predicar y dijo: Ahora tenemos que terminar la reunión, pues los hermanos de la convención desean hablar del tema: Cómo alcanzar a las multitudes.
Mientras otros querían hablar de cómo hacerlo, Moody lo hacía. Quizás tú no tengas mucho tiempo de creyente. Quizás no sepas mucho de la Biblia. Eso no importa. Comparte lo que sabes. Lo importante es estar luchando en unión para defender juntos al precioso evangelio que se nos ha encomendado.
Pero hay algo más que deberá hacer el siervo fiel:
El soldado fiel enfrenta la oposición con calma
Luego de instarnos a luchar unánimes por la fe del evangelio, Pablo nos dice que lo hagamos sin temor alguno a los adversarios. Aquí se refiere a las personas de afuera de la iglesia, que se oponen al evangelio porque no desean arrepentirse y creer las Buenas Nuevas.
Donde se predica el evangelio con poder, siempre habrá oposición. El Señor Jesucristo experimentó la oposición. El apóstol Pablo también, como también Pedro, Silas, Bernabé, Juan, Esteban y los demás líderes de la iglesia joven.
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Del Señor Jesús, quien es el enfoque del evangelio, la Biblia dice que escandaliza. Esto significa que siempre habrá alguna reacción emocional a él. Algunos lo amarán y lo aceptarán como la respuesta a su necesidad. Otros pondrán pretextos, se refugiarán detrás de su religión o su filosofía, o nos atacarán para no tener que enfrentarse con la realidad de que ellos mismos necesitan la salvación.
Cuando enfrentamos con ecuanimidad los ataques de los incrédulos, esto sirve como señal de su condenación. Nuestra falta de temor muestra nuestra confianza en Dios, quien nos ha de salvar de sus ataques y darles su merecido, a menos que se arrepientan.
Cuando compartes el evangelio con alguien que lo rechaza, recuerda que no te están rechazando a ti; están rechazando a Dios, quien envió a Cristo para salvarles, y que él sabrá cómo tratarlos. Tú simplemente confía en él, con la confianza plena de que él está contigo y te salvará.
En cierta ocasión, un ateo retó a un ministro a debatir el evangelio. El ministro le dijo que estaba perfectamente bien, con tal de que pudiera llevar a cien personas cuyas vidas habían sido transformadas por Jesucristo. Contarían sus testimonios, y luego podrían ser interrogados sobre su fe. El ministro le pidió al ateo que también trajera a cien personas que habían sido ayudados por su falta de fe.
Bueno, el ateo nunca se apareció, y el debate se transformó en una reunión de testimonios en la que varios se convirtieron al Señor. Es que el mejor argumento a favor del evangelio de Cristo es la vida transformada de un seguidor suyo.
Deja que tu vida brille para Cristo. Busca seguirle a él, y no a los demás; trabaja en unión con tus hermanos; y no te preocupes por la oposición.