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El bautismo, Salvos por el agua


el bautismo

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El bautismo, Salvos por el agua

Existen en el Antiguo Testamento varios personajes y varios eventos que, de distintas maneras, señalan hacia las realidades del Nuevo Testamento. Los teólogos les dan el nombre de tipos. De alguna manera, quizás sin que ellos se dieran cuenta, sus vidas nos demuestran algo acerca de lo que Dios haría bajo el nuevo pacto.

Uno de los ejemplos más interesantes de esto es el hombre llamado Noé. Este hombre vivió entre gran maldad, maldad tan grande que Dios decidió poner fin a la vida humana por medio de un gran diluvio. Sin embargo, Noé era justo; y Dios lo escogió como padre de la humanidad renovada que se establecería después del diluvio.

La historia de Noé tiene un gran significado para nosotros también, Vamos a hacer una pausa en nuestra serie de sermones del libro de Apocalipsis para considerar el significado del bautismo, dentro del ejemplo de Noé.

Lectura: 1 Pedro 3:18-22

3:18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
3:19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,
3:20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.
3:21 El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo,
3:22 quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.

Aquí se nos habla del sacrificio que Cristo ofreció una vez por todas, su muerte en la cruz, que es el sacrificio final. Siendo justo y perfecto, sin merecer la muerte, El se ofreció en nuestro lugar. Su propósito fue proporcionarnos un camino a Dios. Por medio de la fe en El, nosotros entramos en una relación personal con el Creador.

Cristo sufrió la muerte en el cuerpo. Su muerte no fue sólo espiritual, aunque el sufrimiento tuvo muchos aspectos espirituales. Jesús sufrió y murió en el cuerpo, para redimirnos a nosotros que vivimos en cuerpos físicos. El quiere salvarnos, y quiere que la vida que vivimos ahora en el cuerpo sea para su honra y su gloria.

En el Espíritu, por medio del poder del Espíritu, Jesús volvió a la vida. El ya no se encuentra en la tumba. La tumba vacía es una de las realidades más grandes de la historia humana. Pero ahora llegamos a una referencia algo misteriosa.

El verso 19 nos dice que Jesús, por medio del Espíritu, fue y predicó a los espíritus encarcelados. ¿A quién se refiere? Pedro se refiere a los espíritus ahora encarcelados de las personas que escucharon la predicación de Noé. Noé fue un predicador de la justicia, pero fue realmente el Espíritu Santo quien predicaba por medio de él.

La gente no aceptó su mensaje, y como resultado, perecieron en el diluvio. No pudieron decir que no habían recibido aviso, sin embargo; el Espíritu, por medio de Noé, ya les había avisado. Dios esperaba con paciencia, dice el texto, mientras se construía el arca.

¿Tuvo Dios que esperar con paciencia porque Noé era un constructor tan inexperto que se demoró mucho en construir la nave? No, la referencia a la paciencia de Dios no tiene que ver con esto. Dios esperó con paciencia porque la maldad seguía creciendo, pero El quería darles a todos la oportunidad de arrepentirse.

Sin embargo, las personas no quisieron aceptar esta invitación; como resultado, sólo ocho personas – Noé y su familia – fueron rescatadas en el arca. Ese rescate tiene un gran parecido con la salvación que Dios nos ofrece ahora. En un momento vamos a hablar más a fondo de las similitudes, pero primero consideremos lo que quiere decir la palabra con esta frase, la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes.

La comparación con el arca de Noé es clara. Noé y su familia fueron salvados a través de las aguas del juicio; el bautismo ahora representa que el creyente ha pasado por las aguas del juicio. Esto sucede por medio de nuestra identificación por fe con Jesucristo, quien tomó sobre sí el juicio de Dios a nuestro favor.

Cuando Jesús murió, El sufrió en su cuerpo y alma la fuerza de la ira de Dios contra el pecado. Cuando nos unimos a El por fe, es como si nosotros ya hubiéramos pasado por el juicio también. Después de sufrir y morir, Jesús resucitó; y nosotros, al salir del agua, entramos también a una nueva vida con El.

Pero, ¿sucede esto de una forma automática, simplemente por el hecho de sumergirnos en el agua? No, esto lo aclara Pedro al decir: El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo. Simplemente porque nos metamos al agua, aunque sea en la iglesia más grande del mundo y con el pastor más reconocido, no habremos logrado nada con el mero acto.

Más bien, el poder salvador del bautismo está en lo que representa – y lo que representa es un compromiso con Dios. El sustantivo que se traduce compromiso aquí también puede significar pedido; este segundo sentido es preferible, aunque no excluye el concepto del compromiso.

Cuando nos bautizamos, estamos pidiéndole a Dios que nos limpie la conciencia de todos los pecados cometidos, que nos lave el corazón con agua espiritual. El bautismo es el testimonio público y la forma en que obedecemos las instrucciones de nuestro Salvador.

Esto significa que nunca debemos de confiar en el bautismo para salvarnos. El bautismo no salva a nadie, si sólo consiste en el acto externo de sumergirse en el agua. Pensar que podríamos ser salvos simplemente por sumergirnos en el agua sería como pensar que nos vamos a convertir en pez porque sabemos nadar. No; somos salvos solamente si hemos recibido a Cristo como Señor y Salvador, si El ha transformado nuestro corazón.

Podemos notar aquí que el apóstol apoya la idea del bautismo por inmersión, como lo practicamos aquí, pues sería incoherente hablar de limpiar el cuerpo si lo que se tuviera en vista fuera un simple rociamiento de agua. Algunas gotas de agua regadas no alcanzan para limpiar nada.

También podemos ver que el bautismo debe de ser para personas capaces de tomar su propia decisión, pues un infante no es capaz de hacer un compromiso con Dios, ni es capaz de solicitarle una conciencia limpia. Los padres deben de criar a sus hijos de tal forma que ellos lleguen a conocer de Cristo y puedan tomar su propia decisión de aceptar o rechazarle. Nadie puede tomar esa decisión a favor de otra persona.

Volvamos ahora a la comparación que hace Pedro entre el bautismo y el arca de Noé. Vamos a ver tres puntos paralelos entre las dos situaciones, que nos pueden ayudar a comprender y a vivir como Dios quiere. En primer lugar,

Noé y su familia fueron una minoría rodeada de incrédulos; también lo somos nosotros. Cuando Noé predicó a las personas que se arrepintieran, su respuesta fue la burla. La lluvia era algo desconocido para ellos. Para los que vieron a Noé, su acción en construir el arca fue completamente ridículo – porque ellos no creían lo que él les dijo.

Nosotros vivimos en la misma situación. El mundo que nos rodea no toma en serio nuestra fe. Algunos de ellos se burlan abiertamente de ella; nos preguntan por qué desperdiciamos la vida, cuando podríamos divertirnos tanto con ellos. Nos dicen que la Biblia es sólo una colección de fábulas.

Otras desprecian nuestra fe de formas más sutiles. Nos dicen que eso está bien para nosotros, si nos ayuda; pero ellos tienen otra verdad. Esto suena a tolerancia, pero en realidad nos quieren decir que nos estamos engañando a nosotros mismos.

Tenemos que reconocer que estamos viviendo en la misma situación que Noé. No nos debe de sorprender que la gente no acepte nuestro mensaje. No debemos de doblegarnos ante la presión de quienes no creen lo que nosotros creemos. Seamos fieles en un mundo infiel.

En segundo lugar, Noé fue justo en medio de un mundo pecador; Dios nos llama a lo mismo. El mundo en el que vivió Noé fue un mundo de gran depravación. Había homicidios, había inmoralidad sexual, había idolatría – y todo esto se consideraba normal. Era la forma en que vivía la gente.

Nosotros también vivimos en un mundo en el que las normas bíblicas se ignoran cada día más. En lugar de preguntarse qué es lo que Dios quiere para sus vidas, la mayoría de las personas escogen su propio camino, y luego le piden a Dios que lo bendiga.

En medio de la oscuridad, Dios nos llama a vivir la luz. Mientras los demás viven por el placer, en las borracheras, en las parrandas, en la deshonestidad, en el rencor, Dios quiere que seamos luz en la oscuridad. Esto significa que debemos de mostrar la luz de Cristo en todas partes: en el hogar, en la escuela, en el trabajo.

No presentemos un personaje en la iglesia, y otra en el trabajo. No seamos amables en la iglesia, y ásperos en la casa o en el trabajo. No seamos honestos en la iglesia, y copiones en la escuela. Dios nos llama a ser justos en medio de un mundo pecador.

Vemos, en tercer lugar, que Noé testificó fielmente a los que lo rodeaban; Dios nos llama a hacer lo mismo. Cristo testificó por medio de Noé, en el Espíritu; y su Espíritu Santo también mora en nosotros, para dar testimonio al mundo de su poder para salvar.

Muchas veces nosotros no damos testimonio de Cristo porque nos da temor o porque no sabemos qué decir. La cosa más importante que podemos hacer es darnos cuenta de que el Espíritu Santo está en nosotros, y que El nos guiará y nos dará fuerzas.

El Espíritu habla por medio de su Palabra, que es la Biblia. Cuando compartimos versículos memorizados o escritos, el Espíritu puede hablar por medio de ellos. No es tan importante el método o el sistema que usemos para compartir, sino que estemos compartiendo lo que la Biblia dice. El Espíritu habla por medio de la Palabra.

Un día, todos los que compartimos la fe en Dios que tuvo Noé estaremos en el cielo con él. Mientras tanto, vivamos como él vivió; fieles en medio de la incredulidad, justos en medio del pecado, testificando a un mundo que necesita del Señor. Este es el reto para los que hoy se bautizan, y para todos los que hemos sido bautizados para unirnos a Cristo Jesús.

Dios les bendice hoy y siempre!

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