Lleva el mensaje


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Lleva el mensaje

Las palabras – son fuente de inspiración, de dolor, de transformación. Son el medio principal que usamos para comunicar ideas a otras personas. Reflejan nuestros pensamientos más profundos. Cada día, usamos miles de palabras. 

Recientemente hallé un reportaje acerca de la palabra más usada, según el Observador Mundial del Idioma (OMI), en el año 2005. De acuerdo a esta organización, alrededor del mundo, una palabra fue más usada que cualquier otra palabra. ¿Se podrán imaginar cuál es?

La palabra más usada, según sus estudios, es la palabra okay. Este anglicismo significa está bien, de acuerdo o – como dicen los mexicanos – órale. Es una forma de expresar, sin desbordante entusiasmo, un cierto nivel de acuerdo y de complacencia.

Me parece sumamente interesante que ésta sea la palabra más usada en el mundo cuando, en realidad, las cosas no están okay. Al contrario; los problemas de este mundo cada día son mayores. El crimen, la violencia, la corrupción, la destrucción del medio ambiente – todas estas cosas van de mal en peor. Y sin embargo, ¡la gente insiste en que está okay!

¿Qué podemos decir frente a esto? ¡No nos podemos quedar callados! La verdad es que tenemos algo para proclamar – y no se trata de una simple trivialidad, de decir que las cosas están okay. Es un mensaje mucho más poderoso, un mensaje transformador. Es un mensaje que tiene la capacidad de hacer que las cosas sean mucho más que okay.

Encontramos palabras acerca de este mensaje en el último encuentro de Jesús con sus discípulos. Leamos.

Lectura: Marcos 16:15-18

16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
16:17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
16:18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.

Justo antes de regresar al cielo, como encargo final, Jesús da estas instrucciones a sus discípulos. Este encargo no es solamente para ellos, pues no la pudieron terminar en su generación; es un encargo para toda la Iglesia, hasta que Cristo regrese.

Los tres evangelios sinópticos – Mateo, Marcos y Lucas – terminan con esta comisión de Jesús, aunque la expresan en diferentes palabras. Seguramente Jesús dijo algo un poco más extendido de lo que registra cualquiera de ellos, y cada uno registra lo que concuerda con su propósito en escribir.

Juan no incluye precisamente estas palabras del Señor; pero notamos algo interesante, si prestamos atención al propósito de Juan en escribir su evangelio. Según lo que dice Juan 20:30-31, Juan escribió para que sus lectores pudieran llegar a creer en Cristo, y recibir la vida en su nombre: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.  Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” En otras palabras, el evangelio de Juan es una de las formas en que esta comisión de Jesús se cumple. Es un tratado evangelístico.

Lo que veremos en esta mañana, entonces, no es una idiosincrasia de alguno de los evangelistas; es algo tan importante que todos lo reflejan. Es la misión que Jesús nos ha dado mientras esperamos su pronto regreso. Es el trabajo que debe de ocupar la atención de la Iglesia.

Muy sencillamente, Dios nos llama a anunciar el mensaje de salvación en Cristo a toda persona. Consideremos los elementos de esta declaración.

Hemos sido llamados a proclamar el mensaje de salvación

Esta es la tarea primordial de la Iglesia en su relación con el mundo. Hay muchas otras cosas buenas que la Iglesia debe de hacer: ayudar a los pobres, socorrer a los marginados, clamar por justicia y mucho más. Hablo de la Iglesia frente al mundo; en sus relaciones internas, como también en su relación con Dios, hay otras cosas que hace.

Pero la Iglesia tiene un propósito único frente al mundo que nadie más puede hacer. Por esto es tan triste cuando la Iglesia pierde de vista su responsabilidad primordial. Cuando la Iglesia da pan al hambriento, pero no le habla del Pan de Vida, ha olvidado lo más importante. Cuando la Iglesia da un vaso de agua fría, pero no habla del Agua de Vida, se ha extraviado de su propósito principal.

En todo lo que hacemos como Iglesia, las buenas nuevas de la salvación tienen que estar al centro. Cada evento, cada convivencia, cada acto de servicio es una oportunidad para mostrar y compartir que en Jesús hay salvación.

¿Cuáles son esas buenas nuevas? Consisten en la noticia de que el Dios justo es también un Dios de amor; en su amor, El ha hecho satisfacción para su propia justicia en la muerte de Cristo. Ahora, cada uno de nosotros puede ser perdonado, llegar a ser hijo de Dios y tener el cielo como futuro si nos arrepentimos del pecado y ponemos nuestra confianza en Cristo.

Hoy en día, muchas personas buscan cualquier cosa que les pueda hacer bien. Buscan su propia verdad. Existe el peligro de llegar a pensar que el evangelio es así. Podemos pensar que el evangelio sólo es algo que puede ayudarnos, que puede hacer que la vida sea más llevadera, que nos sostiene. Pero el evangelio es mucho más que esto. De hecho,

Hemos sido llamados a proclamar el mensaje de salvación

Esta es la tarea primordial de la Iglesia en su relación con el mundo. Hay muchas otras cosas buenas que la Iglesia debe de hacer: ayudar a los pobres, socorrer a los marginados, clamar por justicia y mucho más. Hablo de la Iglesia frente al mundo; en sus relaciones internas, como también en su relación con Dios, hay otras cosas que hace.

Pero la Iglesia tiene un propósito único frente al mundo que nadie más puede hacer. Por esto es tan triste cuando la Iglesia pierde de vista su responsabilidad primordial. Cuando la Iglesia da pan al hambriento, pero no le habla del Pan de Vida, ha olvidado lo más importante. Cuando la Iglesia da un vaso de agua fría, pero no habla del Agua de Vida, se ha extraviado de su propósito principal.

En todo lo que hacemos como Iglesia, las buenas nuevas de la salvación tienen que estar al centro. Cada evento, cada convivencia, cada acto de servicio es una oportunidad para mostrar y compartir que en Jesús hay salvación.

¿Cuáles son esas buenas nuevas? Consisten en la noticia de que el Dios justo es también un Dios de amor; en su amor, El ha hecho satisfacción para su propia justicia en la muerte de Cristo. Ahora, cada uno de nosotros puede ser perdonado, llegar a ser hijo de Dios y tener el cielo como futuro si nos arrepentimos del pecado y ponemos nuestra confianza en Cristo.

Hoy en día, muchas personas buscan cualquier cosa que les pueda hacer bien. Buscan su propia verdad. Existe el peligro de llegar a pensar que el evangelio es así. Podemos pensar que el evangelio sólo es algo que puede ayudarnos, que puede hacer que la vida sea más llevadera, que nos sostiene. Pero el evangelio es mucho más que esto. De hecho,

Hemos recibido un mensaje esencial para toda persona

Jesús dice muy claramente: El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no cree será condenado. Ahora bien, tenemos que aclarar que Jesús no nos está diciendo que el bautismo es esencial para la salvación. Jesús no dice que es la falta de bautismo que condena a la persona, sino la falta de fe. El pecador crucificado con El no fue bautizado, pero fue salvo.

Sin embargo, en el Nuevo Testamento, la fe y el bautismo siempre se unen. En otras palabras, el paso de obediencia que es el bautismo siempre tiene lugar poco después del paso de fe. No encontramos en la Iglesia primitiva a grandes números de personas que ya han creído en Jesús, pero no se han bautizado todavía. Si tú eres creyente, pero todavía no te bautizas, considera esto con cuidado.

Jesús nos dice que las consecuencias de creer o no creer este mensaje son, literalmente, de vida o muerte.

Me duele tener que decirlo. Ninguno de nosotros quisiera que las personas sufrieran el castigo eterno. Pero no podemos hacer desaparecer la realidad con simplemente desear que fuera diferente. No podemos tapar el sol con un dedo. Cuando Dios creó al hombre con libre albedrío, automáticamente entró la posibilidad de escoger la separación de El – y la separación eterna de Dios se llama, sencillamente, infierno.

Las personas que tú ves a diario – tus familiares, tus compañeros de trabajo, tus amigos – pasarán la eternidad en uno de dos lugares. Nadie tiene que ir al infierno. Todos tenemos la maravillosa oportunidad de aceptar a Cristo como Señor y Salvador y tener el cielo seguro.

¿Estás compartiendo ese mensaje? ¿Estás orando para la salvación de quienes te rodean? Aprovechemos esta oportunidad.

El llamado de Cristo no ha cambiado para nosotros. ¿Cómo podría cambiar? Existe la misma necesidad que existía en su día – la necesidad de millones de personas alrededor del mundo que aún no han recibido el regalo de salvación que Dios nos ofrece por fe en Jesús.

Las buenas nuevas que hemos sido llamados a compartir son las mismas – las buenas noticias de que Cristo ofreció su vida y derramó su sangre en la cruz para pagar por nuestros pecados. En amor, El sufrió lo que nosotros merecíamos para que, por fe, pudiéramos ser perdonados y entrar en una relación con Dios. Ahora, lleva el mensaje.

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